(Alicia)
Íbamos en completo silencio, recargué mi cabeza en el asiento e iba observando el paisaje arbolado; después de aproximadamente 20 minutos de viaje por terracería, giró sobre un camino pavimentado, y poco a poco el panorama iba cambiando a uno citadino.
Me quedé dormida, no me percaté por cuanto tiempo estuvo conduciendo, pero el calor y la luz del sol me despertaron. Lo primero que vi fue que estábamos en un estacionamiento, afuera de un hospital; dirigí mi vista hacia Carl, que lo descubrí dormido con el asiento totalmente inclinado hacia atrás. Cuando despertó, me llevó al hospital, donde me hicieron exámenes de todo tipo y un sinfín de preguntas. Pasé medio día de un lado a otro y muerta de hambre, lo único por lo que estaba agradecida, era que habían sido muy amables y profesionales conmigo, en ningún momento me había sentido incómoda por cómo lucía. Me informaron e instruyeron de los métodos anticonceptivos que utilizaría, definitivamente un embarazo era lo que menos quería, así que no pude estar más de acuerdo. Finalmente todo lo del hospital terminó, y me llevó a comer, no me importó en lo absoluto la manera en la que me veían, ya que estaba comiendo con desesperación; yo tenía mucha hambre.
El resto de la tarde me llevó a dar un paseo por la ciudad, cambiando mi opinión acerca de él por completo, ya que fue amable conmigo; sin embargo, contrastaba totalmente con su expresión constante de estar molesto, además de ser muy serio y fumaba en exceso. Por mi mente pasó el preguntar, qué lo había llevado a dedicarse a esto, porque creo que detrás de cada persona hay una historia que no conocemos, y él parecía no ser tan malo; pero decidí no preguntar nada, pues no sabía si él cambiaría su actitud conmigo.
Cayó la noche y me llevó a una zona residencial, donde veía metros y metros de diferentes estilos de bardas, rejas, portones, puertas; y supuse que esa sería la noche que perdería mi virginidad. “Alguien de dinero estará interesado”, recordé sus palabras. Llegamos a un gran portón de hierro, bajó la ventana del auto para hablar con el guardia, quien lo abrió de manera automatizada. Un ancho camino, con frondosos árboles custodiándolo, nos dio la bienvenida. La rotonda, con una fuente glamurosa en el centro, permitía a los carros hacer fila frente a la ostentosa mansión. Uno de los chicos, que pertenecía a los encargados de estacionar los vehículos, nos desvió hacia un costado de la casona. Carl apagó el motor, se bajó y me ordenó que lo siguiera. Una entrada de dos puertas antiguas nos permitió pasar por el área de servicio, lo supuse porque había una enorme cocina, personal uniformado corriendo de un lado a otro, y gritándose unos a otros, de lo contrario pude haber apostado que esa área era la entrada principal.
Caminamos a través de unos pasillos blancos y amplios, decorados con pinturas o esculturas, la iluminación era cálida y tenue, se escuchaba un ligero bullicio y música. Sus nudillos golpearon con sutileza una puerta, que a los pocos segundos se abrió.
-Te está esperando – le informó un hombre alto, fornido, de aspecto rudo que vestía un traje n***o, y me dedicó una mirada fugaz. Nos permitió entrar a los dos a lo que parecía un despacho, mientras él se quedó parado a un lado de la puerta.
-Buenas noches Fred. –Carl saludó con su usual voz de autoridad, y se sentó en un sillón frente al escritorio, mientras yo me quedé parada a medio camino.
El hombre, que supuse era Fred, se puso de pie caminando hasta quedar frente a mí. No era más alto que Carl, podía decir que rondaba los 40, su apariencia era imponente, de complexión delgada, ojos obscuros, tenía el cabello rapado y vestía un traje que simplemente al verlo, sabías que era fino y caro. Después, caminó alrededor de mí, examinándome de pies a cabeza.
-Ya recibí los resultados, está totalmente limpia, me la quedo – dijo de repente y se dirigió de nuevo a su escritorio. – Pasa el domingo por el primer p**o. –
Carl se puso de pie. –Como siempre un placer hacer negocios contigo. –Entonces se giró hacia mí. –Te veo el domingo – y lo vi salir por la puerta. Mi corazón se aceleró de repente, mis manos comenzaron a sudar y mis ideas a pasar rápido.
-Siéntate bonita – me dijo y obedecí. A diferencia de Carl y Roy, él no me veía lascivamente, por lo que podía sostenerle la mirada. –Alicia, ¿cierto? –Asentí una vez sentada. -Te voy a explicar cómo funcionará esto – asentí de nuevo.
–Trabajarás y vivirás aquí; sé que le debes dinero a Carl, así que el dinero que entre por tu trabajo, será repartido 50% para él y el otro 50% me lo voy a quedar yo, del cual 30% es mi comisión por manejarte y el 20% para tus gastos. Cuando le hayas pagado al menos la mitad de su dinero a Carl, te entregará los documentos de que estás legalmente aquí, con los cuales ya podrás salir a la ciudad; antes de eso no puedes salir sola por tu cuenta. Tengo a un cliente al que quiero que atiendas, por lo que mañana te acompañarán para prepararte. ¿Tienes alguna pregunta? –Me vio con una sonrisa amable.
Y yo sí que tenía preguntas.
-Sí – me atreví a hablar, con voz temerosa. –¿Cómo voy a saber el dinero que estoy generando? –Lo vi sonreír complacido, levantó una de sus cejas y miró al hombre que estaba a un lado de la puerta.
-Eres inteligente - dijo, ahora mirándome a mí. –Tú puedes saber con cuántos hombres te acuestas; cada domingo, cuando venga Carl, estarás presente para saber cuánto pagaron por ti. –
-¿Por cuánto tiempo tendré que trabajar aquí? –Pregunté de nuevo con un poco más de seguridad. Su expresión condescendiente, me hizo percatarme que yo era todo un fenómeno para él.