Capítulo 11

3624 Words
—Amigo ¿ Cómo estás?. Smith Jhonson llamo por teléfono a Carlos. —Hola, todo bien —Aprovechando, que estoy en la ciudad quería sí podemos comer juntos. —Claro que si Carlos y Smith, eran buenos amigos y cada vez que su amigo Smith venía a la ciudad, compartían una comida y una buena charla. Carlos si notó que su amigo Smith, estaba un poco extraño se veía distraído y en varias ocasiones se dió cuenta que revisaba cada rato su teléfono. Carlos viendo a su amigo un poco diferente. Le pregunto —¿Te incomoda algo?. Smith lo miró un tanto sorprendido, como si hubiese olvidado que estaba acompañado. —Perdona… yo… estoy un poco distraído eso es todo. —Ya me dí cuenta¿ Si puedo ayudar en algo? . Thomas hizo una mueca. —Lo dudo. A menos que conozcas a Sofía Wilson … —¿ Sofia?. Smith lo miró con la esperanza brillando en sus ojos. — Sí, conozco a esa Sofia Wilson. —¿De veras?. Pregunto Smith entre aliviado y nervioso. ¿ De dónde conocés a la pequeña Sofia?. —¿La pequeña Sofia?. Preguntó Smith alzando una ceja—. ¿De dónde la conoces tú? —Somos amigos… prácticamente desde la infancia. Ella pasaba los veranos en casa de Eduardo San Clemente. —¿De verdad? —¿Por qué la buscas?. Smith se cubrió ambos ojos con sus manos, y los masajeó. —La conocí… en un avión… fue una casualidad. Me dijo que vivía aquí, e incluso intercambiamos teléfonos. Dios, Carlos… me llamarás idiota, pero por meses estuvimos hablando por horas y horas. Llegamos a vernos otra vez en Oregon y decidí que no es una mujer más, es LA mujer. Yo… me enamoré de ella. Carlos sonrió —Parece que al fin te alcanzó a ti, la flecha de Cupido. —Pero de un momento a otro ella… —Prosigio diciendo Smith muy triste— dejó de recibir mis llamadas, y no me las devolvió. Le he escrito y enviado mensajes, pero no he vuelto a saber nada de ella. Estoy preocupado. Carlos suspiró y se recostó a su asiento cruzándose de brazos y mirando a su amigo con una mueca. —Ella tiene una buena razón para haber desaparecido. —La has visto? Sabes dónde vive? Por favor, Carlos, dime amigo...… —Sí, sé dónde está. Pero si ha dejado de hablarte, tal vez deba respetar su decisión. —¿Vas a poner tu lealtad del lado de ella? .¿ Tengo que recordarte que soy tu amigo?. Carlos enseñó sus palmas riéndose. —Esta bien, no se si deba decirte esto. Pero no te va a gustar la respuesta. —Por Dios, Carlos no me digas que está casada. —No. Algo peor. Está internada en una clínica. —¿ Cómo así ? —Hay amigo Sofía, tiene cáncer. Smith palideció, y por largos segundos no emitió ningún sonido, cómo si se hubiese quedado mudo. Luego del shock, se levantó de la silla y miró a Carlos muy serio. —¿Dónde está esa clínica? —¿Saber que está enferma no te desanima? —¿Te desanimaría a ti? Carlos tuvo que hacer una mueca. —No, por supuesto que no. Vamos, te llevo hasta la clínica donde está ella. Llegaron a la clínica, y en la habitación de Sofia y ahí encontraron a Mariana… con el cabello muy, muy corto. Carlos al verla quedó paralizado. No fue consciente del encuentro entre Sofia y Smith hasta que ella prácticamente gritó pidiéndole a Smith que se fuera. —¿Quién es ese hombre?. Pregunto Mariana vuelta una fiera.—. ¿Por qué has traído aquí a alguien que obviamente molesta a Sofía?. Tu sabes que ella enferma o ¿ que no ves? Carlos se giró a mirar a Smith que permanecía al pie de la camilla de Sofia mientras ella se cubría con la sábana la cabeza. ¿Qué pasaba aquí? —Sofia… —decía Smith con voz suave—. Amor, soy yo. Smith. —Vete!. Gritó Sofía—. No quiero que me veas así! —¿Quién rayos eres tú? enterrando su dedo índice en el brazo de Smith—. Vete o llamaré a seguridad, para que te saque de aquí. —No lo hagas. Pidió Carlos—. Sofia conoce muy bien a Smith. —¿ Cómo? —Somos novios. Contestó Smith con voz suave—. O éramos. Ya no lo sé Se escucharon los sollozos de Sofia que permanecía bajo la sábana. —¿Por qué no me lo dijiste?. Dijo Smith. Y Mariana lo miró sorprendida a Carlos. Carlos la tomó del brazo y la llevo hasta a la salida. —Ellos necesitan hablar. Dijo Carlos cuando ella protestó. —Si algo le sucede a ella… —No le sucederá nada. Él la cuidará lo que haga falta. —¡No lo conozco! —Pero yo sí, y es una buena persona. —¿Puedo confiarme de tu palabra, acaso? —¿No lo hiciste en el pasado? ¿Te fallé alguna vez?. Ella lo miró a los ojos y apretó los dientes sin contestar. Se alejó de él cruzándose de brazos. Por unos minutos, no hubo más que silencio entre los dos. Ella empezó a dar vueltas por el pasillo. —Te… te cortaste el cabello. Comentó él. Ella lo miró desafiante. —Nooo. Me lave el cabello y se encogió. Claro que me lo corte. ¿Y cuál es el problema ?. —No, ningún problema. Pero...... —¿ Pero qué ? —Que me gusta más tú cabello largo —Gracias a Dios, no eres mi novio ni nada que se le parezca, para darte gusto. —Claro, tienes toda la razón. Sonrió él de medio lado—. Supongo que a Jhon sí le gusta. Mariana estuvo a punto de decir algo, pero a última hora se arrepintió y se encogió de hombros. —Sí. De hecho, fue Jhon quien me lo pidió. —Qué novia, tan complaciente, resultaste ser. Sonrió Carlos y le dio la espalda alejándose. —¿ No vas a esperar a tu amigo?. Preguntó ella. —No. Me imagino que tardarán mucho aquí. Contestó él deteniéndose—. Yo te aconsejo que los dejes hablar. Smith vino aquí exclusivamente a buscarla. Ellos tienen una larga conversación pendiente. Es un tipo con suerte. Y dicho esto, se alejó por el pasillo hasta la salida del hospital. En la noche, Smith lo llamó anunciándole que se casaría con Sofia. No le importaba que ella ahora mismo no tuviera cabello, ni que probablemente no soportaría los tratamientos de quimioterapia, pues su condición era delicada; quería vivir a su lado el tiempo que tuvieran juntos, fuera mucho o poco y Carlos como buen amigo lo entendió. Al parecer, Sofía se había escondido de él con la intención de librarlo de tener que estar al lado de una enferma, pero Smith había insistido hasta convencerla y lo había logrado. Smith lo había elegido como padrino de la boda. Cuando fue a verla, se encontró allí a Emma y a Elena también con el cabello corto, y se preguntó si acaso era que se habían puesto de acuerdo todas para tener el mismo look, pero cuando vio la peluca de Sofia, se sintió como un auténtico desgraciado. Cuando le había reclamado a Mariana el haberse cortado el cabello, siendo que ella lo había donado para su amiga… Pero ella no le había aclarado nada, y por el contrario, había permitido que él creyera que todo había sido a petición de Jhon. En pocas palabras a Mariana le importaba un rábano, lo que él pensará sobre ella. La boda se realizó en la capilla de la clínica, fue una boda sencilla, pero muy emotiva y por supuesto compartió con Mariana ya que ella fue la madrina. Si cruzaron dos palabras fué mucho, últimamente cada vez que se veían terminaban peleando y a él le molestaba discutir con ella. Cómo anhelaba, cuando conversaban, cuando reían juntos, cuando compartían una historia. En verdad que dias tan felices fueron. Andres el novio de Elena, comentó en forma irónica que Carlos Juárez estaba escalando posiciones con el Grupo Empresarial Global San Clemente. Que hizo una pausa en su apretada agenda para acompañarla a la boda de su amiga, cómo así asistieron otros conocidos de Sofia y de sus amigas, fue una boda muy íntima y con pocos invitados. Andres era un rico heredero, bastante sencillo en el trato. No tenía ningún reparo en hablar con él de cosas de trabajo, como tal vez sí le sucedía a Elliot Starling, el hombre que estaba a su lado, y que cuando vio que Carlos se acercaba, sin ningún disimuló les dio la espalda y se fue. Andres le echó una mirada sonriente. —No le prestes atención. Te rechaza por tus orígenes, pero ese ahora tal vez es más pobre que tú. —Lo sé y no me importa. Contestó Carlos, dándole un sorbo a su copa de champagne y recordando que Starling y su familia estaban en una terrible situación financiera, pero a pesar de ello no toleraba que alguien que era el hijo de una de sus antiguas sirvientas internas, pero veía como una falta de respeto que le dirigieran la palabra ahora como si fuera un igual—.Tal vez hablar conmigo es como relacionarse con la servidumbre –sonrió Carlos—. A ningún hombre de negocios le gusta rebajarse tanto. —Ese tipo de hombres. Aclaró Andres— son los que no hablan con otro que no sea de su mismo nivel social. Lo cual es una tontería, tú puede que estés en mejor situación que él ahora, y lo sigas estando en el futuro. —Debe ser que no me lo perdona. Algunos creen que debí quedarme en las cocinas con mamá. Andres lo miró de reojo, un poco admirado de que él hablara tan tranquilamente del tema. Sonrió negando. —Todo eso es clasismo es penoso, pensar así –Dijo—. Las cosas que aprenderías si hablaras más a menudo con la gente que trabaja para ti. Carlos lo miró sonriente. —¿Eres de ese pensamiento? —Lo intento. Elena es una chica bastante progresista en ese sentido. —Ella me cae bien. —Pero es mi chica, así que ten cuidado. Carlos se echó a reír. —No es de mí de quien debes cuidarla. Sino de Ricardo San Clemente, ha estado tras ella toda la vida, desde que los conozco, es más un día me dijo que no me le acercará que ella le pertenecía. —Ese pesado no me asusta. Y Elena tiene cerebro, jamás se fijaría en semejante idiota. Carlos sonrió dándole la razón, y en el momento se unió Elena a ellos y estuvo conversando hasta que los médicos llegaron y se llevaron a Sofía, la cual se veía bastante cansada. Por ser la noche de bodas, a Smith le permitieron estar unas horas con ella en su habitación, aunque ella todo el tiempo estuvo conectada a sus bolsas de suero, y dormida. —Te admiro, amigo mío. Le dijo Carlos al día siguiente, cuando fue a buscarlo a la clínica y lo invitó a desayunar—. Simplemente, eres admirable. En vez de sonreír, Smith hizo una mueca y negó con la cabeza. Tenía un aspecto cansado, pues sólo había dormido unas pocas horas durante la noche, y ahora planeaba pasar el día con ella luego de volverse a su hotel y cambiarse de ropa. —Odio verla así, pero odio más que se sienta sola en estos momentos. Si no hago esto y algo le pasa a ella, me arrepentiré toda la vida. —Y si sobrevive… estarás casado para toda la vida. —Lo cual fue lo que planeé desde el principio. Respondió Smith con la sombra de una sonrisa. —¿Y tu padre, qué dice de todo esto?. Smith se encogió de hombros. —Excepto porque duda que Sofía pueda darme herederos, no se opone. Ella es rica, recuerda. —Sí. Su fortuna se unirá a la tuya. —Y eso le conviene a mi papá. En fin, que me ha permitido pasar con ella el tiempo que sea necesario. Dice que me lo tome como el año sabático luego de graduarme. —Esperemos que luego de ese tiempo, Sofía esté mucho mejor. —Sí, esperemos.Sonrió Smith al fin y Carlos no pudo sino seguir admirando la fuerza de su amigo. Smith alquiló un apartamento amoblado y se estuvo allí todo el tiempo que Sofia estuvo interna, y cuando dieron la dichosa noticia acerca de que el cáncer había remitido, no dudó en llevársela a vivir con él. Ella aún debía llevarla para un seguimiento muy estricto para su salud, pero Smith era bastante disciplinado en lo que tenía que ver con visitas médicas y medicamentos. Para cuando Sofía salió de la clínica, ya Mariana había vuelto a Europa, sin haber cruzado con él ninguna palabra más. Y el tiempo fue pasando. Carlos manejaba un bajo perfil en la empresa, y eran muy pocos los que sabían la relación de amistad, o deudas y promesas, que había entre Eduardo San Clemente y él. Sin embargo, esto fue mejor, ya que cada vez que ascendía a un cargo más alto, quedaba claro que era por sus méritos, y no por sus buenos contactos. Fue pasando de departamento en departamento, de edificio en edificio, ganándose el respeto de sus iguales y subordinados, y la admiración de sus superiores. En una primavera, Eduardo le anunció a Carlos que sería ascendido a Ejecutivo del área de Marketing, que sería trasladado al edificio principal del Grupo Empresarial Global San Clemente y que debía prepararse eligiendo a una secretaria del personal. Carlos no se mostró muy sorprendido ante este anuncio, ya había sabido que tarde o temprano terminaría aquí, pues esa había sido la promesa inicial de Eduardo. Sin embargo, no quería una secretaria de las que ya estaban, y prefirió seleccionar personal nuevo. Cuando los candidatos asistieron a la entrevista, nadie aún sabía para quién se hacía todo este trabajo, lo cual ayudó en la imparcialidad de la selección. Carlos, sin embargo, se paseó por el pasillo en el que aguardaban todos con sus carpetas en mano haciéndose pasar como otro candidato y se sentó junto a ellos poniendo conversación, haciendo preguntas sonando muy despistado y observando atentamente a uno y a otro tratando de obtener de su lenguaje corporal toda la información que pudiera. Contó a las personas y se dio cuenta de que según la información faltaba una, así que se dedicó a buscarla. La halló en un apuro. Un hombre, al que reconoció como uno de los altos en el departamento de recursos humanos, tenía contra la pared de un desierto pasillo a una chica, que se pegaba a la pared todo lo que podía para no tener contacto con él. —A zorritas como tú. Decía el ejecutivo con voz susurrante como la de una serpiente— qué les puede costar? Quizá ya estés acostumbrada. —No lo haré! –dijo la mujer—. Por favor, déjeme ir o gritaré! —No, no puedes gritar –sonrió el hombre—. Si lo haces, quedarás como una estúpida. ¿ Acaso no sabes quién soy yo aquí ?. ¿ Y el poder que tengo en esta empresa? ¿ Acaso crees que tienes otra opción para entrar a trabajar aquí? —¿Entonces todas las mujeres que trabajan para Grupo Empresarial Global San Clemente tuvieron que inclinarse ante tus pantalones ?. ¡Estupido! Demandaré hasta dejarlos en la calle por acoso s****l, y por corrupción y… —¿Crees que alguien te atenderá? Serás aplastada por el sistema! —¡No me importa! Prefiero morirme de hambre a ceder ante una basura como usted! Carlos no lo resistió más y sonrió. Cuando el hombre quiso meterle mano, él los interrumpió con un aplauso a la mujer que había peleado contra él. El hombre, viéndose descubierto, palideció un poco, pero como no conocía a Carlos, creyó que tal vez era otro aspirante al puesto de secretario y se relajó. Acomodó sus ropas e hizo traquear los huesos de su cuello. —Desaparécete –Le dijo—. Largo de aquí. Viendo la oportunidad de escapar, la mujer huyó de la jaula en que él la había envuelto, miró a Carlos como si fuera un superhéroe y se ubicó tras él, sabiendo que en este tal vez podía confiar. —¿Sabías que las cámaras de seguridad alcanzan este pasillo?. Sonrió Carlos, sabiendo que la chica estaba tras él esperando a ver cómo se desarrollaba el asunto. —¿ Qué? ¿Qué sabes tú? ¿Quién eres? —En mi tiempo libre –contestó Carlos—, salvo damiselas en apuros. —Más te vale que te largues de aquí –rugió el hombre—. Y entérate de que no serás contratado. No tienes oportunidades aquí! —Serás despedido hoy mismo por acoso s****l –sentenció Carlos, sacando su teléfono y tecleando algo—. No puedo creer que alguien como tú trabaje aquí, pero afortunadamente he dado contigo. —¡Estúpido hijo de perra! Lárgate de aquí, no pintas nada en este lugar! Carlos no dio muestra de haber escuchado el insulto, y sólo se giró a mirar a la mujer. —¿Estás bien? Este imbécil te hizo algo? —No… tal vez gracias a que usted llegó. —Bien, te aconsejo que vuelvas a la sala de entrevistas, no sería bueno que te echen de menos. La mujer asintió y salió de allí. Carlos quedó a solas con el hombre. No sabía cómo se llamaba, pero su amenaza de hacer que le despidiesen no sería de balde—. Ve buscando un abogado. Le dijo Carlos con una mirada llena de asco.—. No es bonito lo que te corre pierna arriba. —Crees que tengo miedo a amenazas de cualquiera como ¿tú? —De acuerdo, que luego no se diga que no te lo advertí. Carlos simplemente se giró y lo dejó solo en el pasillo. Se encaminó a su oficina con su teléfono pegado a la oreja haciendo algunas llamadas. —¿Que haces aquí?. Le preguntó Eduardo un poco extrañado al verlo entrar a su oficina. Él casi nunca venía por aquí. Carlos miró en alrededor este espacio no cambiaba a pesar del paso de los años. Los mismos paneles oscuros de madera, el mismo ventanal angular tras el enorme escritorio de caoba, los mismos adornos. Recordó la primera vez que vino aquí luciendo su uniforme nuevo, y la promesa de que cuando se graduara de Harvard, tendría un empleo en este lugar. Eduardo lo había cumplido, aunque a veces se portaba extraño, y en reuniones en las que él asistía ni lo determinaba. Era como si no quisiese que los vincularan. Ninguno sabía que había vivido un tiempo en su casa, ni mucho menos que había sido él quien pagara su carrera. Todavía se preguntaba cuáles eran los verdaderos propósitos al hacer todo lo que hacía. —Seré breve. Hay alguien que te conviene despedir lo más pronto posible. —¿ Qué? ¿ A quién? ¿ Y Por qué? —Su nombre es Marcus Benedetti, es uno de los ejecutivos de recursos humanos. Y la razón: acoso s****l y laboral. —¿Qué rayos? —Tengo una cinta donde se le ve acosando a una de las aspirantes a ser mi nuevo secretario. Me temo que si se le deja continuar, algún día tendrás que afrontar un escándalo, y no nos conviene. Eduardo lo miró ceñudo. Odiaba que edto se presentara en su empresa, pero, lamentablemente, no podía leer ni las mentes ni los corazones de todos sus empleados para saber si eran gente íntegra o no. —¡Desgraciado!. Dijo recostándose en su cómodo sillón y haciendo una mueca. —Está bien, si tienes la prueba, déjala allí. Conseguiré que renuncie. —Gracias. —Carlos–lo llamó él cuando el joven dio la vuelta para salir—Dime, Eduardo. —¿ Te gusta tu nueva oficina?. Carlos sonrió. —Pienso que exageraste. No se le da ese tipo de oficina a gente novata. Despertará sospechas acerca de tus intenciones conmigo. —Esperabas algo más modesto, ¿entonces? —Siendo sinceros, sí. —¿Entonces no te gusta?. —No dije eso. —Bien. De todos modos, si quieres cambiarle algo, eres libre. Carlos asintió dando una cabezada. Volvió a girarse para salir, pero no dio un paso, sino que se giró de nuevo a Eduardo —¿ Ricardo no entrará a trabajar aquí algún día? —¿En dónde, dime tú ?. Pidió Eduardo dando un suspiro—. Le he ofrecido cargos acordes a sus capacidades o conocimientos, pero prácticamente quiere la presidencia, y esa no la tendrá nadie sino cuando yo me muera. —¿Qué está haciendo, entonces? —¿Estás preocupado por él? —Un vicio mío. Estuve preocupándome por él por más de cuatro años. —No hará nada. —¿Nada? —Nada. Confirmó Eduardo—. Tengo un hijo mantenido; no pude cambiarlo. Carlos frunció el entrecejo preguntándose cómo alguien podía vivir con orgullo de esa manera. Era un hombre que algún día heredaría un Imperio como lo era el Grupo Empresarial Global San Clemente y no tenía idea de cómo ganarse el pan, ni sabía lo que era tener una responsabilidad. Bueno, aquello no era problema suyo. Se giró al fin y salió de la oficina. Tenía un secretario qué elegir.
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