Carlos entró a la clínica y sin perder tiempo se dirigió a la sala de espera en la que Mariana caminaba de un lado para otro. Cuando lo vio entrar. ella corrió hacia él y lo abrazó. —Estas aquí. Dijo llorando y recostando su cabeza en su pecho, ahogando sus sollozos sobre su camisa. —Aqui estoy. Susurró abrazándola. Ella no dejaba de llorar, los hombros le temblaban, y él no tuvo más remedio que esperar a que se calmara un poco. —Tengo tanto miedo, Carlos. Dijo ella alejándose un poco y sin mirarlo—. No quiero perderlo, no quiero… — No digas esas cosas. Todo va a estar bien. Eduardo es un hombre muy fuerte.—. Ella negaba agitando su cabeza. —No lo creo. Lo vi muy mal, Carlos. Tan mal que… me asombra que aún los médicos no hayan salido para darme la mala noticia. No es negativismo