SÓLO FUE SEXO

3179 Words
Mi madre esta frente a mí con una píldora en su palma derecha, ella está mirándome muy seriamente. Ha pasado una semana desde que me enfrentó con lo de los medicamentos abandonados en el cajón de mi ropa interior. Y es que estúpidamente había olvidado que mi madre y sus hijas tendemos a guardar nuestros secretos allí. Al lado de los calzones. Por lo que era obvio que, si mi madre quisiera buscar drogas, u algo que nos estuviera llevando por el mal camino, lo encontraría en ese cajón. En este caso, mis medicamentos no tomados. Con la punta de mis dos dedos tomo la pastilla y me la llevo a la boca, mi hermana que se ha unido a mi madre en mi contra, me pasa el vaso con agua para que la trague. Cuando lo hago, mi madre, me pide que abra la boca y saque la lengua. La miro oscuramente. No era una niña… ¡Por Dios! Pero perdí su confianza y eso era más duro de reconocer que simplemente tomarlo como a mal. Luego mi hermana y yo tomamos nuestros bolsos y decimos adiós con la mano. Aunque mi madre se ha empeñado a hacerme la vida imposible en esta última semana, no puedo evitar divertirme con sus formas. Ella lo sabe por eso, antes que pudiera cruzar la puerta me jala del brazo y me regresa, solo para plantarme un beso en la mejilla y sonreírme a lo cual, no me resisto. Mi hermana está carcajeándose, por supuesto. Cuando llegamos a la estación del metro David está allí y para mi sorpresa también Luis. —¿Qué haces aquí? —le pregunto. No es como si no me gustara que él estuviera esperándome, ¿verdad? —¡Qué lindo recibimiento! —exclama mientras me abraza y me da un beso en la mejilla, en forma de castigo por no emocionarme, brincar y correr hacia él como cierta persona a mi lado. —¿Tu coche? Y no me culpes, nunca nos vemos aquí. No es tu camino. —Ayer me quedé a dormir con David. Me acerco de nuevo y le planto un beso en los labios como Dios manda se debe saludar a un novio. Sí, bueno una vez que Luis se enteró de que mi madre sabía que estábamos saliendo me pidió que fuera su novia, novia real y oficial. Así que acepté de muy mala gana porque si no lo hacia se pondría intenso y por lo tanto un verdadero fastidio. —Pijamada de chicos —me burlo luego de que nuestros labios dejaran de babearse. —Algo así —sonríe y me toma de la mano para comenzar a caminar rumbo al anden y tomar el tren antes de que se nos haga más tarde. Los chicos van hablando y bromeando mientras mi hermana y yo los escuchamos como si lo que dijeran fueran las cosas más importantes del mundo, entiéndase por eso con la cara de aburrimiento. Al llegar a la escuela me encuentro con la sorpresa de que Fernando ya está listo y bien puesto para fiesta de cumpleaños de Luis que sería el siguiente fin de semana. De hecho, él está entregando volantes en la puerta de la escuela a cualquier chico que se cruza en su camino. Ruedo los ojos porque él realmente era bueno para los negocios, la entrada tenía un costo muy económico, pero lo tenía a lo que él llamaba aporte de recuperación. Recuperación a sus bolsillos será. —¿Qué haces, Fernando? —le pregunto con una mano en la cintura. —Estoy trabajando, ¿qué no miras? —Estoy mirando, por eso te pregunto —me inclino y le susurro al oído—: ¿Cómo vamos a costear una fiesta para toda la escuela? Fernando me muestra el volante que tiene en la mano, en la parte de abajo con letras pequeñas dice que deben de dar su cooperación a más tardar el jueves a él. —¿David sabe que recibirá en su terreno a tanta gente? —¡David! —David que estaba hablando con un chico voltea a ver a Fernando y corre hacía él. —Tendremos a mucha gente en la fiesta. —¿Cuánto me darás? Ahora me doy cuenta esos dos estaban haciendo negocio con la fiesta de mi novio. Luis ríe a mi lado. Mi cara de indignación debió ser tal que él me jala a un lado. —Deja que se diviertan. Ya me cobraré algún carísimo favor. Decidimos dejar a esos tres atrás y entramos al plantel. Una vez que estamos sentados en nuestros lugares comenzamos comparar respuestas de la tarea de Ciencias de la salud. De pronto él se queda muy quieto, su celular vibra, pero no hace nada por responder. —¿No vas a contestar? —¿Qué cosa? —Tu teléfono, hasta acá escucho cómo vibra. A él no le queda más remedio que ver quien lo llama tan insistentemente. —¡Es mi madre! Seguro quiere que regrese temprano a casa, para llevarla de compras —me explica y guarda el teléfono de nuevo, pero ahora en la mochila. El día transcurre sin mayor problema hasta que Luis es llamado por su entrenador para una junta extraordinaria con el equipo deportivo de la escuela. Al parecer, se aproximaba una competencia en Acapulco. —Te encargo mis cosas, si no alcanzo a regresar después de que terminen las clases puedes llevártelas a tu casa, yo paso por ellas más tarde. —Me pide, mientras echa todas sus cosas a la maleta desordenadamente. Del bolsillo delantero saca sus llaves. —Sí, no te preocupes. Él se despide con un beso. A lo que los profesores se quejan porque no se apresura a salir del aula sin tanto ruido. —¡Ya voy, ya voy! —dice una vez que suelta mis labios. Desde que hicimos oficial nuestra relación, le encantaba dar muestras de amor en público. Y mientras la clase corre el sonido de vibración del teléfono de Luis vuelve a llamar mi atención por quinta vez. No sé por qué Luis no responde a su madre, pero si la mujer ha estado llamándolo entre clases una y otra vez, tal vez era importante, una emergencia familiar o algo así. Tal vez fue mi curiosidad, tal vez fue que su madre no mere ser ignorada a pesar de ser una fea persona conmigo, era su madre. Así que abro su bolso y saco su teléfono mientras el profesor explica la clase. Al ver la pantalla no me sorprende el gran número de llamadas perdidas ni los mensajes no leídos sino la persona que los ha estado enviando. Es Sandra. Muerdo mi labio inferior, pero tan pronto siento el pinchazo me suelto. No quiero cortarme, pues no podré besar a mi novio hasta que sane. Así que en su lugar muerdo mis uñas. Cuando es el cambio de profesor actúo normal y estoy nerviosa de que Luis recordara que dejó su teléfono dentro de la mochila o que su junta terminara y volviera. Porque solo estoy esperando a que llegue el próximo profesor para echar un vistazo a los mensajes. Pongo el teléfono en silencio para que las llamadas de la loca obsesiva de Sandra no llamen la atención de Fernando. Cuando el profe de matemáticas llega y todos están atentos a la clase, saco el teléfono de Luis y echo un vistazo a los mensajes. Ellos nunca dejaron de hablarse luego de que se conocieran y tuvieran esa cita en la que actué como una acosadora, una muy mala, por cierto. «Me encantó nuestra cita, ¿podemos repetirla?». Le escribió ella. «Claro, tus deseos son órdenes». Respondió Luis. Yo sabía que había salido con ella en tres ocasiones más luego de que empezáramos a salir él y yo, todo para que su madre no creyera que había algo conmigo.  Pero lo que no sabía es que él continúo saliendo con ella y que, incluso, fue invitado a cenar en la casa de Sandra. «Espero que mi padre no te haya molestado tanto». «No te preocupes si yo fuera el padre de una chica tan linda como tú actuaria igual, querría saber que tipo anda rondando a mi hija». Vi la fecha y eso había ocurrido hace un mes. Bueno, todavía no podía reclamarle nada puesto que solo estábamos saliendo en ese momento, sin compromiso alguno. Vi los mensajes más recientes, los de la semana pasada. «¿Por qué ya no has venido a verme?». «Lo siento Sandra he tenido mucho trabajo escolar, además de entrenamientos». «¿Podremos vernos, aunque sea un momento pequeñito?». Ella le coloca corazones y caritas tristes. «Ok voy para allá». Ese fue el martes de la semana pasada. Miércoles: «Oye, estoy conectada, quieres que juguemos un rato en la cámara». Parpadeo, luego me pregunto a qué se refiere. Sigo con él siguiente mensaje. «Lo siento, nena. Estoy con mis amigos». Y ella le manda un archivo, lo abro y es ella posando en ropa interior para él. En respuesta ella recibió una carita con baba saliendo de su boca. Aprieto los labios, muy fuerte. No me considero una persona celosa, después de Rogelio, estas cosas eran tan comunes para mí, que me sorprendió sentir tanta ira, tal vez era porque consideraba que Luis realmente me quería y que él era diferente. Me equivoqué. Sigo mirando los últimos mensajes solo para encontrarme que el viernes, luego de irse de mi casa fue a verla.  De allí solo había un mensaje del domingo que le pedía que se vieran porque tenía algo importante que decirle. Él le había respondido que estaba con David, ayudándolo a pintar su casa. Eso le había cobrado a Luis por prestarle el lugar para la fiesta. Y luego le siguieron las llamadas y los últimos mensajes. «Puedes tomarme la llamada, por favor». «Luis, de veras tenemos que hablar». «¡Luis, ya responde maldita sea!». Guardo el teléfono en su bolso, no me he dado cuenta de que ha pasado un gran rato desde que comencé a ver los mensajes, ni siquiera había levantado la mirada de la pantalla. Por lo que no me percaté de que Fernando está también leyéndolos. Cuando levanto la vista nuestras miradas se encuentran. En la suya hay desconcierto y lástima por mí. Fue en ese instante que mis ojos se llenan de lágrimas. A nadie le gusta que la gente sienta lástima por ti. La clase termina y salgo de prisa para irme sin que nadie me viera el rostro lleno de lágrimas y mocos. Ni siquiera espero a mi hermana. Voy directo a mi casa, Fernando tiene la osadía de alcanzarme con el bolso de Luis en brazos en la estación del metro. Le agradezco de corazón que solo se mantenga en silencio caminando a mi lado. Llegamos a mi casa y cuando abro la puerta lo miro al fin. —Gracias por acompañarme. —No, querida no me lo agradezcas yo solo quiero entregarle sus cosas a Luis, y si no mal recuerdo vendrá a tu casa por ellas. —Sí. ¿Quieres pasar? —Claro, ¿está tu madre? —No, hoy le toco trabajo. —Ok, te prepararé una rica comida. Y lo cumple la sopa que hizo sabe a gloria y calma mis nervios alborotados. Luis llega a las seis de la tarde. Cuando escucho el grito de mi tía de que me buscan Fernando se pone de pie y me dice: —No salgas, Alondra. Lo que hizo estuvo mal, tanto para ti, como para la chica. Luego se da la vuelta y coge las cosas de Luis. Corro a mi habitación, no enciendo las luces para poder ver a fuera sin ser detectada. Luis está recargado en su sedan cuando ve salir a Fernando de la casa. Y sin previo aviso Fernando está golpeándolo, lo tiene arrinconado mientras golpea su estomago y le dice cosas que no alcanzo a escuchar. Salgo corriendo cuando veo a mis tíos queriendo separar a Fernando de Luis. Cuando salgo mi tío tiene a Fernando por el cuello, pero eso no quita que le grite unas cuantas palabras ofensivas. —¿Qué demonios te pasa, Fernando? —le pregunta Luis levantándose del piso ayudado por mi tía en ese instante me quedo pasmada sin saber qué hacer. —Sandra —dice Fernando. En ese instante Luis da un paso atrás y gira su rostro en mi dirección. —Alondra, mi madre cree que salgo con ella cuando estoy contigo —intenta defenderse. Y habría estado bien si no hubiera visto el archivo de fotos de Sandra y su estúpida reacción. Mi tía jadea. Y mi tío suelta a Fernando. —Dale con todo, hijo —dice mi tío a Fernando, antes de arrastrarme dentro de la casa, mi tía entra detrás de él y cierra. No me dejan asomarme ni por la ventana. Cuando mi hermana llega ella está pálida y asombrada. —Fernando lo dejó molido —me dice. —Lo merece, por idiota. —Sí, creo que sí. David me dijo que se enteró ayer y que habló con él. Luis dijo que terminaría con ella esta semana. —¿Cuándo? ¿el sábado? —pregunto sarcásticamente. —Mis tíos le dirán a mamá y no querrá verlo por aquí nunca más. —No me imagino por qué. —Si, bueno es otro Rogelio. Mi teléfono ha estado apagado desde que recibí la primera llamada de Luis. Por lo que esteban me llama al teléfono de Alondra. —Hola —me dice. —Hola. —Fernando me llamó para contarme lo que pasó, luego me pidió una cantidad catastrófica por haber hecho mi trabajo de golpearlo. Rio con ganas. —Vale la pena pagarle lo que me pidió. —Pues por lo poco que vi, creo que hasta deberías darle propina. Y solo había comenzado. —Bueno lo dejaré en solo la transferencia ya que me dijo que debería hasta darle un beso por eso. Vuelvo a reír. —¿Cómo estás? —Debí suponer que no aguantaría, él es un chico muy… apasionado. —¿Caliente? —Sí. —Puf. Sigo pensando que soy tu mejor opción. —¡Olvídalo! No quiero perder a mi mejor amigo. —De acuerdo. Si tu lo dices.  A la mañana siguiente, Luis no fue a la escuela lo que me hace dar un suspiro de alivio.  David bromea a Fernando diciéndole que lo dejo en el hospital. —Lo merece, por idiota. Mira que meterse con Alondra. Niego con la cabeza. Había olvidado lo que se sentía que tu novio te plantara los cuernos con alguien más. Fue hasta la salida que vi a Luis esperándome, pero no sería fácil para él ya que Fernando se poso frente a él. Era mi guardaespaldas bien pagado por Esteban. —Su amigo me depositó ayer una fuerte suma de dinero para golpearte hasta que destroce o mis puños o tu cara. Así que dime, ¿Qué quieres? —Me alegra que tenga a tantos defendiéndola, pero necesito hablar con ella. Y lo sabes. Fernando me mira antes de preguntarme: —¿Quieres hablar con él? Asiento. Porque entre más rápido terminemos con la tortura mejor para mí. Luis se hace a un lado y abre la puerta de su auto para dejarme entrar. Subo de mala gana, porque sé que estar frente a toda la escuela arreglando nuestro problema amoroso no es una buena idea. Fernando me hace la seña para que lo llame después. A lo que asiento con una pequeña sonrisa. Luis maneja en silencio por un largo rato. Antes de detenerse en el estacionamiento de una plaza comercial. Ha escogido este lugar neutral por lo que le agradezco que lo hubiera pensado. Caminamos en silencio hasta un pequeño café que se encuentra demasiado solo en ese momento. Nos sentamos y pedimos la orden, y no es hasta que nos la traen que comenzamos a hablar. —Lo siento —me dice. Tiene la cara hinchada y llena de morado por todas partes. —No sé que sientes, Luis. Esa tonta frase no me dice nada. —Siento no haber terminado con ella cuando lo nuestro se formalizó. Asiento. —¿Qué más? —Fue solo sexo, Alondra. En sus ojos no hay arrepentimiento, solo una verdad que no se puede borrar de la mente de nadie. —Ahora comprendes. ¿Por qué lo nuestro nunca fue una buena idea? El me mira con los ojos aterrados. —Espera, no entiendo lo que quieres decir. —Tengo Sida, no puedes salir con una chica con sida y mantenerla escondida todo el tiempo de sus padres, no puedes salir con una chica con sida y tener la necesidad de buscar sexo con alguien más porque con tu novia con sida, no podrás tenerlo. No es justo para esa otra chica que te da lo que tiene pensando en que sus sentimientos son correspondidos y no es justo para la chica con sida que tiene que verte y compartirte, porque no puede darte lo que necesitas. —Alondra… —Siempre tuve razón, esto es una mala idea. No te guardo rencor. No te quiero perder como amigo. Eres un gran chico, un buen chico. Pero yo no soy para ti ni tu eres para mí. —Acabo de terminar con ella. Le he hablado de ti. Le dije que te amaba y que quiero estar contigo. —No debiste hacerlo. —¡Pero lo hice porque es verdad! Solo te quiero a ti. Y para hacerte honesto, solo pensaba en ti. —¡Ay, por Dios! Luis, no quiero saber lo que imaginabas cuando te la llevabas a la cama. Eso es tan vulgar y… —Lo siento, pero es lo que sentía. Y … —Estás perdido, chico. Ya no quiero tener nada contigo, Luis. Espero que logres despejar tu mente y encontrar la paz que necesitas para saber que tengo razón y que lo mejor para ti es estar lejos de mí. —Te amo, Alondra. No rompamos, dame una oportunidad. Nunca podría darle la oportunidad a alguien que no lamenta el haber jugado con una chica o con dos, que siente que lo que hizo no estuvo mal, que si lo hizo fue porque su chica no puede complacerle de una manera completa y absoluta. Un hombre que piensa de esa forma siempre encontrara una justificación para sus malos actos, sin importar que este chico sea un excelente hijo, un excelente alumno, y buen mejor amigo. —Lo siento, Luis. Pero tengo las horas contadas y no deseo pasarlas con una persona que solo piensa en si mismo. No quiero estar con una persona que es igual a la persona que me hizo tanto daño, que me condenó a una vida llena de soledad y dolor. Para eso mejor prefiero estar sola, pero feliz con lo que tengo. Me levanto y salgo de ese café, dejándolo lidiar con la cuenta.
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