Es fácil mantener en secreto algo que de verdad quieres proteger, pero es difícil cuando el que tiene que ayudarte a mantener el secreto, desea con todo su corazón gritarle al mundo eso que debe callarse.
Lo mismo me ocurre con Luis. Era pésimo guardando secretos. En la escuela me molestaba hasta el cansancio, Fernando me rogaba para que le diera la oportunidad a su amigo pues ya no soportaba más nuestras luchas constantes dentro o fuera del aula.
—¡Por favor! ¡Ya cállense! —grita frustrado Fernando.
—Te diviertes, Fernando. No lo niegues —Luis le dice golpeando el brazo de Fernando.
—No niego que al principio eran divertidas sus batallas verbales… Pero, ya escucharlos lincharse verbalmente no es tan agradable de presenciar. Sobre todo, cuando estoy casi en medio del campo de batalla.
—Estás detrás de mí. No te pasa nada —le digo medio girándome hacia él.
—Eso piensas, pero intento concentrarme en las clases. A diferencia de ustedes dos —nos señala a Luis y a mí—, yo sí planeo ir a la universidad. Necesito un buen promedio.
—Ah ahora necesitas un buen promedio, pero que tal el año pasado cuando te la pasabas de fiesta en fiesta y saltándote clases… —dice David que en la mayoría de las veces nunca se sabía de qué lado estaba, defendía a uno y luego.
—Era segundo año. Y mi propósito siempre fue que en primer año iba a trabajar mucho, en segundo a divertirme como nunca y en tercero recuperarme.
—Sí, y lamentablemente, ahora tenemos que soportar que te hayas vuelto un aguafiestas —Luis continúa molestando a Fernando en un intento de voltear los papeles.
—Así como yo tengo que soportar que ataques constantemente a una niña.
—Mujer, de niña no tiene nada —refuta Luis.
—¡Oh! —exclamo con una mano en mi pecho y la otra cubriendo mis labios y luego le pregunto—: ¿Eso fue una ofensa o un alago?
—Ofensa. Eres una mujer, aunque te comportes como una mocosa malcriada —su sonrisa superior me pone los pelos de punta.
—¿Lo dices tú que le está jalando la paciencia a la mujer que le gusta? —le pregunto guiñándole un ojo al final.
—¡Aquí van de nuevo! —grita Fernando—. ¿Sabes, Alondra? Regrésame mi lugar o te juro que dejaré de hablarte.
Fernando se pone de pie toma sus cosas y se coloca a mi lado esperando a que mueva mi trasero al asiento de atrás.
—En la siguiente clase. —le digo porque sé que Luis, es lo que quiere. Tenerme muy cerca de él.
—Olvídalo, es ahora o te juro que no te hablo…
No me queda más remedio que acceder, Fernando está más que molesto. Tomo mis cosas y cambio de lugar. Fernando que está ya fastidiado nos da la espalda a Luis y a mí. David, encontró que la manera más eficaz de ignorarnos era poniéndose los audífonos.
Luis me mira y me sonríe. Ahora está feliz, porque estoy a su lado. Y ya no tiene la necesidad de molestarme para hacerme voltear y mirarlo. Es un tonto. Al pasar dos horas, Fernando se gira al fin hacia nosotros. Luis está dibujando, como siempre. Y a mí me encuentra intentando responder la tarea de matemáticas como me ha explicado que debo hacerlo, luego de la clase. ¿Ya había mencionado que sus asesorías son buenas y que realmente estoy aprendiendo matemáticas después de toda una vida de luchar contra ellas?
—¿De veras? —dice con tono incrédulo.
Luis y yo levantamos la vista hacia Fernando.
—¿De veras? —repite— Van a quedarse en silencio luego de estos últimos dos meses. Todos los jodidos días han estado gritándose y ofendiéndose hasta el cansancio y ahora guardan silencio.
Fernando ha llamado la atención no solo de David, que estaba riendo por lo bajo, sino también la de algunos compañeros.
—Está cerca de mí. Puede darme un mal golpe en mi cabeza y eso no sería bueno para mi salud mental, se me pueden desacomodar las ideas—responde Luis.
—¡Par de idiotas! —dice Fernando molesto.
Al final del día, Fernando se va antes que cualquiera pues está tomando un curso de preparación para el examen de admisión para la universidad. David a invitado a Abigail a comer. Se han reconciliado, luego de que él, le haya llevado serenata.
Yo les digo que iré a la biblioteca de la escuela a responder la guía del examen de admisión. Penosamente muchas de las preguntas que venían en el libro que nos dieron cuando nos inscribimos en la universidad, no los recordaba o los sabía.
Luis, tiene entrenamiento. Así que casualmente yo termino de estudiar en el momento que Luis entra en la biblioteca, recién bañado y muy perfumado. Miro hacia él y le sonrío.
—Hola, bonita. ¿Me pasarías las respuestas de tu guía? —me dice todo galán. Aunque la verdad si lo es.
—No, ni en broma —le respondo y finjo que su presencia no me afecta—. Págame si las quieres.
Él sonríe enseñándome su dentadura blanca, la idea de pagarme le ha encantado.
—No tengo efectivo, ¿aceptas cuerpo?
Lo miro de arriba a bajo y sonrío con indulgencia.
—Aunque es tentador, no acepto cuerpo —dije conteniendo la risa—. Tal vez si sirves de chofer, todos los días te pasaré mis respuestas.
—Trato.
Luis me arrebata la guía y va a la fotocopiadora. Me acerco corriendo hacía él.
—¿Es enserio? —Él no es el chico que pide las tareas.
—Claro —me sonríe.
—Maldición, debí pedir más.
Cuando se estaciona en nuestro rincón oscuro del amor, como hemos bautizado al callejón oscuro cercano a mi casa, nos ponemos a planear su fiesta de cumpleaños. La cual no quiere que sea en su casa. Puesto que su madre y su padre estarían presentes. Obviamente nadie quiere a sus padres cerca en una fiesta de preparatoria. Así que le manda un mensaje a David preguntándole si puede ser en su casa. De inmediato acepta. Sabiendo ahora donde se hará la fiesta comenzamos a planear a cuanta gente invitaremos.
—Yo me encargo de las bebidas —le dije sonriendo.
—Olvídalo.
—¿Por qué?
—Hubo muchas quejas sobre todo por tu preferencia por los menos bebedores.
—Solo intentaba evitar problemas.
—Y lo que obtuviste fue a un novio desahuciado —dice refiriéndose a Diego.
—No es gracioso.
Sí. Luego de meses de su muerte sigue siendo un tema delicado y a como lo veo lo será por siempre.
—Como sea no lo harás. Te quiero a mi lado.
—¿Cómo? Vas a cortar mi cabeza y colgártela en la cintura.
—No seas boba. Te contrataré como mi guardaespaldas.
—Nadie creerá que te protegeré si alguien te ataca. Creo que hasta dirían que yo misma te entregaría.
—Entonces, ya veré la manera de tenerte cerca de mí.
—Mejor hagamos la lista de los invitados.
—Mejor te beso.
Cuando llego a la casa mi madre me está mirando sospechosamente.
—Hola mami.
La saludo, ella se había ganado un par de días de descanso. Pero lo había olvidado y he llegado muy tarde.
—¿Y Abigail? —preguntó muy seria.
—Fue con David a comer.
—Mmm y tú, ¿por qué a esta hora?
—Fui a la biblioteca un rato para responder mi guía, luego me encontré a Luis saliendo de entrenamiento y me trajo a casa.
Por la actitud de mi madre sé que mentir es una tontería porque es obvio que ella sabe algo… no sé qué pero lo sabe.
—Esteban te ha llamado.
—Ok gracias.
Huyo de inmediato a mi habitación. Saco mi celular de mi bolsa y noto las veintiséis llamadas perdidas de Esteban. Marco su número y me siento en la cama a esperar.
—¡Alondra!
—¿Qué paso?
—Ofelia me ha estado llamando para pedirme que te diga que desbloquees su número le urge hablar contigo.
—¿Sigues hablando con ella?
—No, pero ella me ha enviado mensajes con los chicos, e, incluso, hoy me ha esperado a la hora de la salida.
—Yo hablo con ella. ¿Cómo estás?
—Bien y ¿tú? ¿Qué hay de tu novio Luis?
—Bien, no es mi novio solo estamos saliendo.
—Claro. Por cierto, creo que con su actitud tonta de pelear todo el tiempo no han engañado a nadie que si simplemente no hubieran hecho nada más que tratarse naturalmente.
—¿Cómo sabes eso?
—Fernando me ha llamado cada noche desde que han comenzado con su tonta farsa para quejarse de lo idiotas que son al pensar que no se darían cuenta de inmediato de que están andando.
—¡Maldita sea!
—Cuando has dicho: Se darían cuenta, ¿de cuántos estamos hablando?
—De él y los chicos? No sé.
—Sabes si Abigail les confirmó algo.
—Ok, te lo diré, pero solo porque eres mi mejor amiga. Pero no les digas que te he dicho. Entra a mi cuenta de f*******: con mi correo y mi clave es pájarosenelalambre.
—¿De verdad esa es tu contraseña?
—Sí. No te burles es mejor que la tuya: siempretuyatomcruse.
Hago lo que me dice,
—Listo ya estoy dentro.
—Ve a grupos y busca: Alondra y Luis 100% amor real.
Me quedo quieta, muy quieta. Entrecierro los ojos, antes de hacer lo que me dice, entro y veo todo lo que mis supuestos amigos y Abigail han hablado, especulado espiado y… Son una bola de idiotas. Hasta hay fotos de algunas de nuestras citas. Se han estado divirtiendo de lo lindo a mi costa.
—¿Desde cuando sabes esto?
—Desde que tu hermana te vio un día en un callejón comiéndote a besos.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Era divertido y no estaban haciendo daño. Alondra no digas que yo no te lo dije.
—No, diré que ingresé a tu cuenta para comprobar si todavía hablas con Ofelia. Y que vi sus publicaciones.
—Ok. Llamaré a tu hermana y le diré que me has llamado furiosa reclamándome porque no te lo dije antes.
—Bien.
—Llama a Ofelia. No quiero que venga a la casa a llamarme.
Sigo espiando las publicaciones del grupo y comienzo a compartirlas con Luis. Luego cierro la cuenta de Esteban. Desbloqueo el número de Ofelia y le marco.
—¡Alondra!
—Solamente te llamo para que dejes de acosar a mi mejor amigo.
—Denuncie a Alonso —me dice. Su tono de voz es prepotente.
—Es tu asunto no el mío.
—¡Es de las dos! —me grita.
—No, Ofelia, no actuare a tu conveniencia. Es tu problema así que mejor ocúpate de tus asuntos deja en paz a Esteban y a mí.
—Si no atestiguas lo dejarán en libertad.
—Lo siento.
Corto la llamada y me recuesto en la cama. Estoy cansada y enojada por lo que decido dormir un rato.
Cuando mi hermana llega a casa, no le digo nada, ni siquiera la miro feo. Simplemente, actuó como si nada pasara o hubiera descubierto. Después de la cena, y de un gran silencio pues mi madre también parecía muy seria, ella me dice:
—Esteban me llamó hace rato.
—Mmm.
Continúo lavando los platos y ella secándolos. Mi madre se ha ido a dormir.
—Yo no se los dije, ellos ya lo sabían cuando me preguntaron si lo sabía también. Fue Fernando quien me dijo que ya estaban juntos. Y…
—Deja de balbucear, no estoy pidiéndote explicaciones. No estoy interesada en hablar contigo.
—Oye… No te enojes conmigo —me susurra.
Suspiro profundo ella realmente estaba comportándose como una hermana arrepentida, lo cual no era cierto.
—Debiste decirme, no burlarte de mí y de Luis.
—Lo siento.
—No, Abigail. Déjalo así.
Cuando voy a la cama verifico que mi celular tiene tres llamadas perdidas de Luis y un mensaje.
«Llámame». Es todo lo que dice su mensaje, lo cual no me sorprende mucho.
Marco su número y me responde enseguida.
—Hola, bonita.
—¿Has leído sus conversaciones? —pregunto, voy al grano pues no estoy interesada en sus palabras bonitas, al menos, no por el momento.
—Te dije que no teníamos porque ocultarnos.
—No me importa. ¡Son unos traidores! Nos espiaron y fueron tan lejos como para sacarnos fotografías. Si tu madre o la mía se enteran ¿qué crees té que pasará?
—Tu amigo Esteban no se salva.
—No, ya he hablado con él.
—Ya puedo pasar por ti en la mañana.
—No, pero te dejaré traerme a la casa.
—Está bien.
Al la mañana siguiente, Fernando tenía una sonrisa nerviosa cuando me vio llegar. Paso a su lado dirigiéndome directamente a Luis, que no esperaba que yo me inclinara y besara sus labios.
—¡Oh! ¡Por Dios! —dijo Fernando.
La idea de ocultar nuestra relación realmente nunca fue una buena, siempre estuvo destinada al fracaso y no quería reconocerlo. Por un lado, estaba feliz por Luis que estaba más que contento por que al fin podía decir que era su novio o simplemente se sentía bien sujetando mi mano mientras recorremos los pasillos de la escuela.
—¿Ya estás feliz, Fernando? —le pregunto luego de sentarme.
—Estás loca. No sé de que me hablas.
—Lo sabes. Ya no te molestaremos aunque en realidad ahora será peor. Derrocharemos tanto amor que sentiras que caminas sobre la miel.
—Alondra, no me amenaces.
Cuando llegamos a la casa Fernando baja de su coche y me abre la puerta, salgo y le doy un beso en la mejilla.
—Gracias.
—¿No me darás un beso?
—Mi mamá no lo sabe y no planeo que se entere.
—Está bien como quieras. Pero preguntará ¿Por qué estoy tan cerca de tu casa cada rato.
—Cuando pregunte se lo diré.
Afortunadamente Luis se conforma con un abrazo y un beso en la mejilla.
Cuando entro al departamento mi mamá está mirando por la ventana por lo que creo que nos ha visto.
—Me puedes explicar Alondra, ¿Qué relación tienes con ese chico?
—Me ha invitado a salir y bueno estamos intentándolo.
—¿Intentando qué? —Eso había sido una bofetada a mi realidad—. No te ofendas, pero estás jugando con fuego.
—Él no dejaba de insistir.
—¿Tuviste sexo con Diego con su madre en la otra habitación? —ella saca de su bolsillo del pantalón la lista de deseos de Diego y mía.
—No tienes derecho a buscar en mis cosas.
Camino hasta ella y le arrebato la hoja.
—Soy tu madre y mientras estes en mi casa puedo ver lo que guardas en cada rincón de esta casa.
Mis lágrimas amenazan con recorrer mis mejillas en cualquier momento. Estoy furiosa.
—Bueno, pues mi vida s****l no es asunto tuyo.
—Dios mío Alondra ten cuidado con tus acciones que podrías arrepentirte después.
—No tendré sexo con Luis si eso es lo que me estás preguntando.
—¿Por qué no has tomado tus medicamentos?
Y la sangre desaparece de mi rostro. No. No los he tomado.
—¿Alondra?
—Lo olvidé.
—No lo hiciste, este es el frasco del mes pasado, está por la mitad, tú no lo olvidaste. En realidad, no las tomaste.
—¿Y de que demonios me sirve tomarlas si no puedo estar con nadie?
—Es que no te amas nada, Alondra.
—Lo hago, pero… no tengo futuro.
Doy la media vuelta y entro a mi habitación. Comienzo a llorar.