ALICIA
Este día es oficialmente el tercer peor día que he tenido.
El número uno debería ser bastante obvio. Y el número dos fue cuando me caí delante de todo el mundo en primer curso y me llamaron “Bragas de Mono” durante todo el año porque llevaba mis malditas bragas de mono y emitía destellos cuando me caía.
Cuando llego al Ford de Jessy, doy gracias a los dioses que me escuchan porque me está esperando.
—¿DÓNDE ESTABAS?—, grita.
Gimo porque, por supuesto, el día puede empeorar.
—Me secuestraron, me dejaron caminar bajo la lluvia, casi me estrangulan, me salvaron, me tomé un batido de chocolate y finalmente me dejaron aquí. Aún no ha terminado el día y ya he tenido que abofetear a dos tipos—, despotrico.
Jessy se queda parada, parpadeando.
—Bueno—, dice, —no sé qué preguntar primero.
—¿Podemos volver a casa? Este día tiene que acabar.
Jessy se da cuenta de que no estoy en condiciones de que me interroguen y subimos al coche. Sé por la expresión de dolor que tiene cuando arranca el coche que se ha dado cuenta de las marcas rojas de mi cuello.
—Me enteré por Lara de que te había llevado Brandon, pero Lara es una chismosa, así que no sabía muy bien qué creer. Supongo que eso al menos responde a la parte del secuestro. ¿Fue él quien lo hizo?—, pregunta y me señala el cuello. —¿Te estranguló porque le contestaste esta mañana?
—No. Me secuestró porque es un pervertido y, cuando le rechacé, me dejó caminar todo el camino de vuelta. Vale, quizás yo le dejé a él todo el camino de vuelta. Estábamos en los muelles y como la mala suerte es algo que me acompaña, me topé con un par de tipos que estaban a punto de dispararle a este otro...— Explico y Jessy se queda callada.
—No podía dejar que lo hicieran—, continúo, —no podía dejar que dispararan al tipo. Se parecía tanto a cuando dejé que esos tipos dispararan a mi madre... Así que después de gritarles, me persiguieron y me estrangularon. Y aquí es donde viene lo bizarro. Omar Ramírez y su pandilla aparecen y me salvan. Pero Omar, al igual que Brandon, es un pervertido y cuando hizo un movimiento después de dejarme aquí en el colegio, le di una bofetada—, concluyo.
—Es mucho para asimilar—, dice Jessy y sale del aparcamiento de la escuela. A diferencia de Brandon, Jessy conduce al límite de velocidad legal cuando nos dirigimos a casa.
—Sí, bueno, bienvenida a mi vida—, suspiro.
Jessy se muerde el labio, pero mantiene la vista en la carretera cuando pregunta:
—¿Sabes siquiera en cuántos problemas te has metido?
—Tengo la sensación de que pronto lo sabré...
—Tienes que pasar desapercibida, Alicia—, dice Jessy, —así es como se sobrevive al instituto. Así es como no te involucras con las pandillas. Tienes que pasar desapercibida.
Asiento con la cabeza.
—Tienes razón. A partir de ahora, evitaré a Brandon y Omar como si fueran la peste. Solo tengo que pasar este año y después podré ir a alguna universidad de arte—, digo.
Volvemos a casa sin hablar más de Brandon y Omar. Jessy me da su bufanda para ocultar las marcas de mi cuello y murmura algo sobre Diarios De Vampiros antes de que entremos en casa.
La tía Tessa aún no está en casa, pero el tío Antonio sí, porque trabaja en el turno de noche en el hospital.
—Buenos días, jóvenes. ¿Alguna de vosotras ha aprendido algo útil hoy en el colegio?—. Pregunta el tío Antonio cuando le saludamos en la cocina.
Jessy coge una manzana y dice:
—Me he enterado de que los científicos están desarrollando una terapia inmunológica basada en células sanguíneas de pacientes que se han recuperado milagrosamente de un cáncer. Así que, básicamente, pronto tendremos la cura para el cáncer.
—He dicho “algo útil”—, suspira el tío Antón con una mueca. Dios, ¿quién es el que llena de clichés a los adolescentes? Es un hombre maduro de cuarenta y tantos que considera apropiado poner los ojos en blanco ante su hija adolescente.
Y luego se vuelve hacia mí:
—¿Y tú, chiquilla?
Parpadeo un segundo. No puede saber que hoy no he ido al colegio. Por muy guay que sea el tío Antonio, puede que no le guste que no haya ido al colegio.
—Uh... ¿Agitar la leche automáticamente lo convierte en un batido?— Lo intento.
—¡Excelente, Alicia! Excelente.
Jessy está a punto de protestar, pero se detiene, porque sabe que es un intento inútil.
—Ahora, Jessica, tienes que ayudarme a resolver lo del jacuzzi para la ropa—, dice el tío Antonio y conduce a Jessy hasta la lavadora.
Tomo eso como mi señal para bajar al sótano y terminar mi trabajo de arte.
El sótano se ha convertido en mi santuario. Mis pinturas y pinceles están esparcidos por todas partes y los cuadros están apilados contra las paredes. Ninguno de ellos tiene ni una pizca de rojo. Tampoco tienen demasiados colores oscuros. Intento que todo sea luminoso.
Me acerco a la obra en la que estoy trabajando. Es un cuadro de un campo de girasoles con una cama al azar en medio.
Cojo un pincel y empiezo a trabajar en los detalles de la cama. Las almohadas blancas y la funda azul necesitan más brillo... Añado morado para las sombras oscuras bajo la cama. En el lugar exacto donde me escondía cuando dispararon a mi madre...
Te amo, Alicia. Te quiero tanto, tanto. Ve a esconderte debajo de la cama.
Si no me escondía... Si hubiera intentado luchar, recordando todas esas clases de defensa personal, tal vez podría haber salvado a mi madre. Si hubiera salido de debajo de la cama... Si no me hubiera quedado congelada allí horas después de que los intrusos se fueran.
No llamé a la policía. Una de las criadas a las que no dispararon lo hizo y la policía tuvo que sacarme de debajo de la cama.
A veces siento que aún no he salido... Siento que todavía me estoy escondiendo...
Incluso si me las arreglé para defender a ese tipo hoy, todavía estoy tan asustada por dentro... Y tal vez consiga que me maten, pero tengo la sensación de que no me estoy metiendo en problemas por mala suerte.
Me estoy metiendo en problemas porque estoy tratando de demostrarme a mí misma que no tengo miedo...
Un zumbido de mi teléfono me saca de la oscuridad en la que se está sumiendo mi mente. Vuelvo a la realidad y me doy cuenta de que he pintado la cama de n***o.
Cuando desbloqueo el teléfono, me doy cuenta de que he recibido un mensaje de un número desconocido.
Desconocido
Hola, Marigold.
Un escalofrío me recorre cuando me doy cuenta de que no le he dicho mi apellido a nadie en el colegio. Los únicos que podrían saberlo son los habitantes de esta casa y, vale, quizá mis profesores.
El señor Wessils te ha llamado hoy señorita Marigold, me recuerdo.
Decido responderle.
¿Quién habla? Y no, no tengo ninguna película de miedo favorita.
El siguiente mensaje llega al instante.
Desconocido
Me he dado cuenta de que te gusta meterte en líos.
¿Quién mierda es esta persona? No descarto que pueda ser Brandon u Omar, pero recuerdo perfectamente no haberles dicho mi apellido. Y Jessy no está para bromas.
Tengo la mitad de la mente para simplemente bloquear el número y continuar con mi pintura, pero seamos honestos, nadie en su sano juicio puede ignorar un texto como este.
Escribo:
¿Quién Eres Tú?
Una vez más el número desconocido responde instantáneamente.
Desconocido
Los muelles 23:00, que no te pillen. ;)
Yo
¿De qué se trata?
Esta vez, el número desconocido no responde y la cantidad de preguntas que tengo me deja alucinado.
Yo
¿Hola?
Más frustrada que nunca, guardo el número desconocido como “Misterioso cabrón” y me meto el teléfono en el bolsillo.
¿Esta persona quiere reunirse conmigo en los muelles? Brandon me ha llevado hoy a los muelles, así que ¿quizá sea él?
Un presentimiento me dice que me equivoco.
Y como soy idiota y curiosa e intento demostrarme a mí misma que no tengo miedo, y quizá también porque realmente tengo un don para meterme en líos, sé que de hecho estaré en los muelles a las 23:00 de esta noche.
¿Por qué no? Posiblemente, ser asesinada no es un problema en absoluto.