LA MÁS TERCA

1426 Words
OMAR Sonrío a ella cuando por fin se da cuenta de que soy su héroe. En realidad ella refunfuña en respuesta y pregunta: —¿puede empeorar este día? —Acabo de salvarte la vida—, me defiendo. La respuesta apropiada para ella es estarme eternamente agradecida y no sé, ¿estar locamente enamorada? —Lo tenía controlado—, gruñe. —Estabas a punto de morir estrangulada. —Esa es la mejor manera de sorprender a tu atacante. —Podrías tener una conmoción cerebral. —¿Me traes un batido? Siento que me merezco un batido. —¿Me estás pidiendo una cita?— le pregunto con otra de mis encantadoras sonrisas. Su cara de horror no tiene precio. —Ya te gustaría—, me dice. Miro por la ventanilla tintada cuando Matt y los gemelos regresan. Los dos matones aficionados de la banda del lado norte no son más que pulpas ensangrentadas sobre el pavimento encharcado. Matt se sube al asiento delantero mientras los gemelos se sientan delante de ella y de mí. —¡Tío, no manches el coche de sangre! ¡Lo limpié como ayer!— se queja Sean desde el asiento del conductor. —¡No es culpa mía que el tío no dejara de sangrar!—. Se defiende Matt. —Es justo—, dicen los gemelos al unísono. Me vuelvo hacia ella con una sonrisa de satisfacción. Está claro que está más que confusa. Como soy un caballero, presento a la pandilla: —El señor chillón y limpio del asiento del conductor es Sean. Sangre y músculos por allí es Matt y estos dos tontos son los gemelos. Ryan y Bryan. —¡No somos tontos!—, protestan los dos. Me vuelvo hacia ella: —Ahora te toca a ti. ¿Cómo te llamas y por qué rayos no estás en el colegio como una niña buena? Mira a su alrededor un segundo antes de ceder y responde: —Alicia. Me llamo Alicia y no voy al colegio porque tengo el síndrome de la mala suerte. Sean arranca el coche y nos ponemos en marcha cuando pregunto: —Bueno, ya que estás en el coche conmigo, no puede ser un trastorno muy grave—, digo con la dosis perfecta de encanto. Alicia me inspecciona durante un segundo antes de decir: —En realidad, creo que puede ser mortal. —¡Eso Quema!—, se ríen los gemelos. —Ya me gusta—, dice Matt. Hay un brillo de satisfacción en los ojos de Alicia y dejo pasar el insulto solo por eso. —Sean, llévanos al sitio más cercano donde sirvan batidos. —¡Sí!— exclama Alicia. Cuando llegamos a Darla's Diner, los chicos están todos parloteando sobre cómo vieron a Alicia darle una patada en los huevos a uno de los chicos antes de que llegaran a ella. Matt está coqueteando con ella como un loco, pero no es nada serio porque todos los chicos saben que yo soy el primero en probar estas aguas. Todos nos apresuramos a entrar y protegernos de la lluvia. Sean se adelanta y se sienta en una mesa y los demás le seguimos. Alicia se sienta en el borde del reservado y yo a su lado. Cuando llega la camarera, casi pongo los ojos en blanco. Está muy maquillada y tengo auténtico miedo de encontrarme una de sus uñas postizas en lo que vaya a pedir. Sus ojos recorren la pandilla y se salta a Alicia por completo antes de mirarme a mí. —¿Qué puedo hacer por vosotros?—, pregunta, y no creo que se refiera a pedir algo. —Batido de chicle—, dice Sean. —De fresa para mí—, bosteza Matt. —De lima—, dicen los gemelos al unísono. —Chocolate—, decimos Alicia y yo a la vez. Ella maldice en voz baja y yo le lanzo una sonrisa de oreja a oreja por la que morirían la mayoría de las chicas. La muñeca Barbie garabatea nuestros pedidos y se marcha después de volver a mirarme fijamente. Ni se me ocurre contratarla. Puede que el negocio familiar no sea tan... honorable o legal como exige la ley, pero j***r, al menos nuestras chicas no parecen de un reality show. Mientras esperamos nuestros batidos, Matt habla de que él y Alicia tendrían los hijos más guapos porque ambos son rubios y tienen ojos bonitos. Ella se esfuerza por no insultar a todo el mundo cada vez que puede y los gemelos debaten si agitar la leche es automáticamente un batido. Cuando llegan los batidos, Alicia ha dejado claro que quiere que sus hijos sean inteligentes y, por tanto, nadie en la mesa bastaría como marido. —Aquí tienen sus batidos—, dice La Barbie y nos entrega nuestros pedidos. Me alivia no ver uñas postizas en mi batido. —¿Hay algo más que pueda hacer por ustedes? —me pregunta Barbie con una sonrisa afilada. —Puedes irte—, digo con voz aburrida. Su expresión es de sorpresa y se aleja arrastrando los pies. —¿Muy maleducado? —dice Alicia. —¿Qué?— pregunto a la defensiva. —Podrías haber sido más amable. —Es una zorra—, señalo. Y yo que pensaba que a Alicia le impresionaría que rechazara a la muñeca Barbie. —¿Cómo lo sabes? —¿Viste lo maquillada que estaba? En serio, ¿está ciega? La mayoría de las chicas se vuelven locas al ver que rechazo a una chica delante de ellas. ¿De qué especie es esta chica? —Solo porque tenga mucho maquillaje no significa que sea una zorra. Tal vez ella es muy insegura acerca de su apariencia. Tal vez, solo piensa que es lo suficientemente guapa para un chico cuando se parece a otra persona—, dice Alicia. Y la chica tiene razón. —Lo que sea—, digo, porque admitir tu error no es algo que haga un líder de pandilla. —Alicia dos, Omar cero—, dice Matt. Le envío una mirada que puede matar. Cuando acaban los batidos, p**o la cuenta con mejor actitud hacia la muñeca Barbie. Todos salimos de Darla's Diner de buen humor, porque por fin ha dejado de llover. —¿Por qué no estáis en el colegio?—. Pregunta Alicia. —Teníamos que recoger unos... —Teníamos asuntos que tratar—, interrumpo a Matt antes de que pueda soltar lo de siempre. Ese tío es todo músculo y nada de cerebro. Sean, al menos, le lanza una mirada fulminante a Matt, porque sabe pensar por sí mismo. —Oh—, dice Alicia. Todos subimos al auto y nos dirigimos a la escuela. Afortunadamente, todo el mundo está de camino a casa o ya se ha ido cuando llegamos al aparcamiento del instituto. Los chicos se quedan en el coche y yo le abro la puerta a Alicia. Sale y me estremezco al ver las marcas rojas en su garganta. Si no hubiéramos dejado a Candy y Crystal en la calle Park, nunca habríamos visto a Alicia, estrangulada y probablemente ahora sería comida para peces. —Gracias por interrumpirme antes de que pudiera patear algún culo—, dice Alicia. —Creo que quieres decir: gracias por salvarme—, corrijo. —Nop. Dejo escapar un suspiro frustrado, pero luego cambio de enfoque. Me inclino un poco y susurro: —Esta es la parte en la que me recompensas. —O no. La ignoro y me acerco para darle un beso, porque eso siempre funciona. Ella me da una bofetada en la cara antes de que pueda moverme un centímetro. —¡¿Qué mierda?!— exclamo. —¡Sois todos iguales! Solo hacéis caso cuando os dan una bofetada en la mejilla!—, grita y se marcha enfadada. ¿Qué acaba de pasar? Lo he hecho todo bien. Evité que Saavedra arremetiera contra ella esta mañana, le salvé la vida, le compré un batido de chocolate, la traje de vuelta al colegio y le dediqué mis mejores sonrisas. ¿Cómo no se enamoró de mí? Cuando pierdo de vista a Alicia, abro el asiento del copiloto y le gruño a Matt que suba atrás. Al entrar, doy un portazo. Esto es ridículo. Esa chica está loca. Y cuando Sean arranca el coche y se marcha, Matt solo tiene que susurrar: —Alicia tres mil, Omar cero. Ser rechazado es una mierda.
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