ALICIA
Los muelles, ahí es donde he estado ya la última media hora.
Son las once menos diez y estoy zumbando de nervios. Por precauciones de seguridad, y porque el número desconocido dijo “que no te pillen”, estoy encorvada detrás de un par de cajas que desgraciadamente huelen a pescado.
No me gusta el pescado.
Llevo mis mallas negras y mi sudadera negra porque creo que una chica debe sentirse espía al menos una vez en la vida. No olvides las botas negras. Afortunadamente, cuando le pregunté a Jessy si me podía prestar su Ford para ir a comprarme un pastel nocturno, me dijo que sí y luego me dijo que durmiera un poco cuando volviera. No cuestionó el atuendo completamente n***o.
Cuando oigo rugir el motor de un coche de lujo, me agacho detrás de las cajas y me asomo desde mi escondite.
Es un Lamborghini Veneno plateado y solo lo sé porque mi padre tuvo uno.
Junto con el Lamborghini llegan un par de coches de lujo más y aparcan en el lado este de los muelles.
Estoy a punto de levantarme de mi escondite y enfrentarme a quienquiera que esté en los coches, pero el sonido de más coches lujosos acelerando me hace quedarme donde estoy.
Un Bugatti n***o que me resulta familiar pasa entre las cajas y, afortunadamente, me abstengo de gritar. Algunos coches de lujo más siguen al Bugatti y aparcan en el lado oeste de los muelles.
Bueno, esto deja las cosas claras.
Pero, ¿quién me ha mandado un mensaje para que esté aquí?
Omar Ramírez sale de su Lamborghini exactamente cuando Brandon Saavedra sale de su Bugatti.
Los chicos de los otros coches siguen su ejemplo. Reconozco a Matt, Sean y los gemelos que están con Omar, pero no tengo ni idea de quiénes son los chicos de Brandon. Después de todo, ¡este es mi primer día en el instituto Tygerwell!
—Quiero esto resuelto de una vez por todas, Ramírez —, gruñe Brandon.
—Entonces salgan de la ciudad, Saavedra—, le responde Omar.
—¿Una pelea a muerte?— Brandon sugiere.
—Oh, por favor, la última vez que tú y yo tuvimos una pelea a puñetazos, acabaste en el hospital—, gruñe Omar.
—Te olvidas de que te dejé con dos brazos rotos y una hemorragia interna—, dice Brandon sin perder el ritmo.
¿Qué? ¿En qué clase de peleas se meten estos tíos?
—Me parece justo—, dice Omar, —Entonces, ¿cómo vamos a resolver esto?
—Ya que eres el que convoca la reunión, ¿no deberías ser el que tiene todas las ideas brillantes?— pregunta Brandon.
Omar busca algo en su abrigo, pero los chicos de Brandon hacen lo mismo y eso hace que Omar deje de buscar. En su lugar, se mete las manos en los bolsillos del abrigo.
—Creo que deberíamos hacer un desafío. Algo que no sea demasiado fácil para mí—, dice Omar.
—¿Cómo qué? ¿Follarte a alguien que no sea una puta?
—No mezclo los negocios con el placer—, dice Omar con una mirada que me haría cagar encima.
Desplazo mi peso porque estar agachada detrás de estas cajas está deteniendo el flujo sanguíneo en mis piernas. Lanzo una silenciosa plegaria de agradecimiento para que mi mala suerte no me haga derribar todas las cajas o algo así.
—Pero—, añade Omar, —me gusta adónde quieres llegar con eso...
Entrecierro los ojos como si eso fuera a ayudarme a oír mejor, porque j***r, ¡estos tíos necesitan su propio programa de televisión!
—Te escucho—, dice Brandon.
Incluso los chicos de Omar están escuchando.
—¿Te acuerdas de la chica de esta mañana?— Omar pregunta.
Brandon ni siquiera parpadea.
—¿Qué chica?— pregunta.
¿Qué chica? ¿QUÉ CHICA? ¿Qué tal la que secuestraste? Casi les grito a los chicos.
Aunque eso habría sido divertidísimo. Casi lo hago para ver cómo reaccionan todos.
Afortunadamente, mi lado más inteligente prevalece y permanezco escondida.
—La que habló esta mañana. ¿Pelo dorado, ropa cubierta de pintura?—. Omar lo dice como si supiera algo. —Ah, y he oído que te dio una bofetada en la cara—, añade riendo.
¿En serio se dieron cuenta de la pintura?
—Querrás decir Alicia—, dice Brandon con cara seria.
Oh, está enfadado. ¿Cómo sabe Omar que abofeteé a Brandon?
—Sí, Alicia, — dice Omar y su sonrisa arrogante me hace ver fuego.
—He oído que ella también te rechazó—, dice Brandon de repente.
Ahora es el turno de Omar de tener una expresión fría.
—Bueno, entonces es bastante justo. A ti te rechazaron, a mí también. Qué tal si la pandilla que se queda, es la pandilla que se queda con la chica—, propone Omar.
Se me congelan los huesos.
Ya puedo oír a Jessy despotricando:
—Te dije que pasaras desapercibida. ESTO NO ES PASAR DESAPERCIBIDA, ALICIA. Esto es saltar con maracas y gritar: “¡Estoy aquí!”, al mundo.
Mentalmente, me palmeo la cara. ¿Por qué es culpa mía?
—La verdad es que suena bien. Yo apostaría por la chica dorada—, acepta Brandon.
Mierda, mierda, mierda, mierda.
—Pero—, añade Omar, —ella tiene que decir “Te Amo”. Llevarla a la cama es demasiado fácil para mí.
¡Por qué ese pequeño bastardo! ¡No hay manera de que me acerque a ese pervertido!
—Me parece justo—, Brandon está de acuerdo.
Y luego se dan la mano.
Genial, ahora estoy oficialmente jodida.
Sin nada más que decirse, las dos bandas vuelven a sus elegantes coches y se alejan a toda velocidad.
No salgo de mi escondite hasta dentro de una hora.
Tal vez la tía Tessa y el tío Antonio me dejen matricularme en otra escuela. Una que esté en otro continente.
“No seas estúpida”, dice mi voz de la razón.
—No seas maleducada—, le respondo y ahora sé que me estoy volviendo loca.
Demasiado despacio, me levanto de mi escondite y camino hasta el Ford que tengo aparcado a tres manzanas.
Sigo sin saber quién es ese número desconocido... ¿Era uno de los tipos que están aquí esta noche o es alguien completamente distinto? ¿Y están de mi lado o no? Cuando llego al Ford, sigo sin estar cerca de ninguna respuesta. Me subo y arranco el motor.
Una cosa que sí sé, es que definitivamente no me estoy enamorando de uno de esos pervertidos.
Tres pueden jugar a este juego.