CHICA INTRIGANTE

1141 Words
BRANDON Es una chica normal. Es como todo el mundo, intento convencerme. Una mirada a la pintura amarilla de su pelo, hace que me cuestione, otra vez. Maldita sea. —Vamos—, le digo y tiro de ella en un rápido paseo hasta el aparcamiento del instituto. Normalmente, prefiero ir en moto, pero esta mañana he tenido un pequeño... asunto. Después de ocuparme de él, me enteré de que ese maldito Ramírez estaba metiendo a sus chicos por todo mi territorio. Necesité toda mi fuerza de voluntad para no cometer un asesinato esta mañana. Y entonces la Chica Dorada decidió no mantener la boca cerrada como todos los demás. —¡Esto es ilegal! ¡Puedo llamar a la policía!— ella protesta todo el camino a través de la escuela. De camino al aparcamiento, nos cruzamos con el director Pritchard. El tipo camina en la otra dirección en cuanto nos ve. —No... ¡Eso no es justo!—, protesta la chica. Yo solo sonrío aún más. Cuando llegamos a mi Bugatti n***o, me permito un momento para saborear la expresión embobada de ella, antes de ordenarle que suba. Me lanza una mirada asesina antes de volver corriendo al instituto. —Idiota—, murmuro entre suspiros antes de correr tras ella. Con mis largas zancadas, la alcanzo antes de que pueda entrar en el edificio. Debemos de ser todo un espectáculo para los chicos que nos miran desde las ventanas. —¡Déjame!—, protesta. —Esto es culpa tuya—, le digo antes de echármela al hombro y llevarla al coche como un saco de patatas. Dios, ¡apenas pesa nada! —¡VIOLADOR!—, empieza a gritar. —Cariño, lo último que voy a hacer es violarte—, me río. Me muerde y casi la dejo caer. —¡Perra!— exclamo cuando el dolor me atraviesa el hombro. —¡Suéltame!—, insiste ella, pero yo solo respondo con un siseo. Volvemos al Bugatti y la meto a patadas en el asiento del copiloto antes de cerrar la puerta y subirme al asiento del conductor. Empieza a aporrear la puerta y tengo que apretar los dientes para no hacer algo de lo que me arrepienta. Cuando ve que sus intentos de huida son inútiles, se vuelve hacia mí con ojos desorbitados. —¡Esto es un secuestro! ¡ESTO ES ILEGAL! —Solo respirar para mí es ilegal—, digo y cojo un cigarrillo del salpicadero antes de metérmelo en la boca y encenderlo. A la mayoría de las chicas les parece sexy. —Ugh—, dice. —¿Tienes algún problema?— le pregunto después de exhalar un poco de humo. —Eres fumador—, dice. Me río por la aversión de la chica hacia mis malos hábitos. Como si fumar superara lo del secuestro. —Dime cómo te llamas—, le digo mientras salgo a toda velocidad del aparcamiento del instituto. —No. —No era una pregunta. —No. —¿Quién era esa con la que salías? ¿Jessy? Recuerdo a Jessy. Mi chico Liam solía salir con ella... —Alicia, me llamo Alicia—, dice. Sonrío. Eso siempre funciona. Normal hasta ahora. —Alicia—, digo, probando las sílabas. —Bonito. Te queda bien—, comento. —Ahora, Alicia, ¿por qué, por el amor de cualquier dios al que reces, le contestarías a alguien como yo? Especialmente cuando estoy en medio de algo con mi archienemigo—. Pregunto. Alicia empieza a juguetear con las hebillas de su bandolera. Naturalmente, también está cubierta de pintura. —No... no me asustan vuestras pequeñas peleas. Soy nueva, así que tal vez eso me haga estúpida, pero una cosa que sé, es que me niego a ser sagrada. Especialmente ante una banda de egoístas que se creen mejores que nadie—, despotrica. Vale, no es normal. —Tienes razón—, le digo, —eres estúpida—. Porque no tener miedo es lo peor que se puede ser. Esta vida no es una broma y si Alicia no puede verlo, tendré que hacérselo ver. Si la dejo salirse con la suya, la gente empezará a pensar que me estoy ablandando. El líder de una banda no puede ser blando. Especialmente cuando el líder anterior era tu hermano. Y lo mataron. Acelero a través de la ciudad y veo a Alicia retorcerse en su asiento. Sin duda no está acostumbrada a ir en un coche a toda velocidad. O tal vez es mi aspecto lo que la desconcierta... No suelo poner a prueba a las chicas. Pero esta lo necesita. La miro de reojo. Tiene pintura en el jersey. ¡Su maldito jersey! —¿Por qué estás cubierta de pintura?— Pregunto porque me está volviendo loco. —¿Y eso qué importa? —Contéstame. —¿Por qué no lo preguntas amablemente?—, me responde. Vuelvo a apretar los dientes. Esta chica me va a matar. ¡¿No le enseñaron sus padres a morderse la lengua?! Me detengo en el muelle, pero mantengo las puertas cerradas. Con pereza, me vuelvo hacia ella e intento sonreírle lo mejor que puedo. Es una chica normal, me recuerdo. Maldita pintura en la falda. —Seamos sinceros—, le digo, —hoy has hablado porque querías llamar nuestra atención... —¿Qué? Me llevo el dedo a los labios: —¿Me encuentras... atractivo? Quieres ser algo más que una chica rubia guapa, ¿verdad? ¿Quieres ser mi chica rubia bonita? Pone cara de asombro, pero entiendo que la he pillado. Es normal. Es normal, me recuerdo. Aunque sus ojos sean más salvajes que un mar tormentoso y huela a flores y a esa maldita pintura. No la beso y dejo que mi mano se acerque a su falda cubierta de pintura. Ella sigue sin moverse y mi sonrisa no hace más que aumentar. —Eso es lo que pensaba—, ronroneo. Entonces ella se adelanta y me da una bofetada en la cara. —¿QUÉ COÑO? —grito cuando me empieza a escocer la mejilla derecha. —Guárdate tus sucias manos para ti, pervertido—, exclama antes de pulsar el botón de desbloqueo del volante y salir furiosa. Juro que la siguen relámpagos de verdad. Es una tormenta dorada. —¡No puedes volver caminando!— Le grito. —¡Mírame!—, dice ella y aprieta aún más su bandolera mientras se aleja a toda velocidad. Y como soy testarudo, arranco el motor y me alejo, dejándola en medio de un tiempo nublado que sin duda se convertirá en lluvioso. Estúpida zorra, pienso para mis adentros. No es una chica cualquiera. Y eso, me va a meter en un buen lío.
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