MATONES

2381 Words
ALICIA Me mantengo firme. Aunque me esté cagando por dentro. —¿Acabas de decir algo?— El líder de chaqueta de cuero pregunta. —Yo... sí. Sí, lo he hecho—, respondo. Jessy me tira del jersey, suplicándome en silencio que pare. El resto de La pandilla blanca parecen enarcar las cejas. Incluso algunos de los de la pandilla negra se sorprenden. La mueca de desprecio del líder de la blanca se convierte en una sonrisa cruel y empieza a mirarme. —Si piensas volver a abrir la boca, puedo encontrar formas adecuadas de hacerte callar—, dice. Se me hace un nudo en la garganta. —Ve a amenazar a una de tus putas, Saavedra—, gruñe el líder de la negra —Tú eres el de las putas, Ramírez. ¿Y desde cuándo te importa a quién amenazo? —Desde que la Chica Dorada de aquí es demasiado guapa para un cabrón como tú. Las dos pandillas se enzarzan en una intensa discusión que, como era de esperar, deriva de nuevo hacia los territorios. Sus matones también están intensamente en la discusión y así aprovecho mi oportunidad. Me giro hacia Jessy y parece que está a punto de desmayarse, así que hago lo que hacen todas las chicas entre tíos grandes, simplemente salgo de allí arrastrándome. Jessy me sigue cuando tiro de ella, y solo cuando cruzamos el pasillo y doblamos la esquina, me permito un respiro de alivio. —¿Quiénes son esos tipos?— exijo cuando estoy segura de que los chicos de esas pandillas no nos están siguiendo. —¡¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO?! —Estaba pensando que no quiero llegar tarde a clase y que no tengo tiempo para tíos con un ego enorme—, explico. —No son unos tíos cualquiera, Alicia—, dice Jessy, —son los tíos de las pandillas del Este y Oeste. Son rivales desde el principio de los tiempos. —¿Pandillas? Bueno, perdón por molestar a los pobres niños perdidos y su arrebato infantil—, me río. Es tan ridículo. ¿Pandillas? Las bandas no son chicos guapos teniendo una pelea de egos. ¿Verdad? —Dios mío, Alicia. Esto no es un juego de niños. ¡Estos tipos matan gente! Eso llama mi atención. —¡Si de verdad fuera tan malo, ya estarían en la cárcel, o peor, expulsados!—. Señalo y me río entre dientes de mi propio chiste de empollones. No es que yo sea un empollón, claro. —No si estás sobornando o amenazando a medio pueblo. Tygerwell no es el pueblo que parece ser—, dice Jessy. Tal vez contestar fue una mala elección después de todo... Jessy está prácticamente zumbando de nervios cuando dice: —Ese tipo al que le contestaste, el de la chaqueta de cuero y el pelo n***o, es el líder de la banda del Oeste. Y no tiene un lado bueno. Solo tiene el lado de “te mataré si me contestas” ¡Algo en lo que asumo que estás ahora mismo! —¿Y Omar, el tío bueno y rico con el que Brandon estaba discutiendo? Es el líder de la banda del lado este. Literalmente un dios del sexo, pero las chicas de instituto parecen estar por debajo de él. Y solo porque pueda besar a una chica, no significa que no vaya a matar a una tampoco. Ambos son peligrosos, Alicia. Mi mente da vueltas con toda la información que tengo que procesar. ¿Pandillas? ¿Matar? ¿Peligrosos? Esto no se parece en nada a mi instituto normal, con mis amigos normales y una vida un poco por encima de la media. Esto es... tan estúpido como es admitirlo, excitante. —Oh no... Alicia, tienes esa mirada, — dice Jessy. —¿Qué mirada? —¡La mirada de “oh, qué bonito juego”! Le envío una sonrisa. —No sé de qué estás hablando—, digo. —¡Tienes que estar de broma! Jessy y yo nos dirigimos rápidamente a nuestra clase de registro, que afortunadamente es la misma clase. Cuando ya estamos sentadas y nuestra gorda y sudorosa profesora está satisfecha con nuestras excusas, nos volvemos a dirigir la una a la otra. —¿Hay algo más que deba saber sobre estas bandas?—. Le pregunto a mi prima. Jessy se muerde el labio antes de decir: —Bueno, en la delincuencia solo hay cuatro tipos de buenos negocios. Drogas, prostitutas, préstamos y armas. El robo y todo lo que viene entre medias. —¿Qué se supone que dice eso?—. Pregunto. —El Oeste se ocupa de las drogas y el Este de las chicas. Es mucho dinero, Alicia. No se andan con chiquitas...—. Jessy explica asustada. No me molesto en preguntar quién maneja los préstamos y quién las armas. —¿Cómo es que sabes tanto de la vida de las bandas?—. Pregunto. De repente me doy cuenta de que quizá deberíamos hablar más bajo, así que bajo la voz y me inclino para escuchar. —Casi todo son cotilleos, pero... Vale, puede que saliera con uno de los chicos de Brandon en mi fase rebelde—, admite. Casi me río a carcajadas. Jessy, ¡saliendo con un pandillero! Resoplo. Me la imagino cuando estaba en su fase rebelde. Lo suyo eran los tacones altos y la ropa ajustada. —Eso—, digo, —es increíble. Ojalá hubiera podido ver más de la Jessy rebelde—, me río entre dientes. —¡No es broma, Alicia! Casi me matan durante un tiroteo entre bandas. Al día siguiente rompimos—, Jessy frunce el ceño. Eso me deja un poco fría. Tiroteo entre bandas... Melissa y Robert Marigold fueron encontrados muertos en sus casas. Melissa tenía dos heridas de bala y Robert ocho. Se cree que fue un robo que salió mal. Su hija fue encontrada escondida debajo de su cama. —¿Alicia? —¿Eh? —Lo hiciste de nuevo...— susurra. Antes de que pueda decir lo siento o hacer algo realmente, suena la campana y me voy a mi primera clase de Tygerwell High. Pandillas, drogas, armas y prostitutas. Mis padres no querrían que me involucrara más allá de un revolcón accidental. Los ladrones que mataron a mis padres podrían después de todo haber estado en una pandilla o algo así... Estoy tan sumida en mis pensamientos sobre cómo evitar todo el asunto de las bandas, que no me doy cuenta del muro de ladrillos contra el que choco. O más exactamente, del tipo. El impacto me hace caer de espaldas, pero entonces el tipo me agarra por la cintura antes de que me dé cuenta de lo que está pasando y me tiene atrapado con fuerza. —¡Cuidado por dónde caminas!—, me dice. Levanto la vista y, por supuesto, tengo la suerte de que Omar Ramírez, me sujeta. —¡Por qué no tienes cuidado por dónde caminas!—. Le respondo y me doy cuenta de que mi frase está mal estructurada, así que digo: —Quiero decir, por qué no tienes cuidado por donde caminas... ¿Por qué no...? ¡Deberías tener cuidado! Estoy hecha un lío. Omar suelta una risita ahogada y maldigo a los dioses por haberle dado un aliento perfectamente mentolado. —Tienes una boca muy pequeña —, dice con una sonrisa que haría derretirse a cualquier chica normal. —Y tú tienes mucho ego—, le respondo. Cada vez estoy más enfadada. Cuanto más lo pienso, más podría haber sido una banda la que mató a mis padres. —Las chicas o huyen de mí o intentan besarme, ¿qué mierda eres?—, se ríe. —En primer lugar, soy un ser humano básico. En segundo lugar, no me atraes—, señalo. —Entonces, ¿cómo te llamas?—, susurra y se inclina aún más. Un mechón de su pelo castaño cobrizo se sale de su sitio y prácticamente me hace cosquillas en la nariz. ¿Me meteré en un lío aún mayor si estornudo sobre el líder de la banda? De repente, el poco espacio que nos separa parece aún menor y su actitud protectora se convierte en posesiva. Uno de sus matones, un tipo moreno con el ceño fruncido, se acerca y le dice a Omar: —Tenemos negocios en Park Street. Lo aprovecho para escapar. —Perdone, pero tengo que irme—, le digo y, como este tipo es mucho más alto que yo, solo tengo que agacharme y disparar hacia mi siguiente clase para salir de sus garras. Antes de que Omar se dé cuenta de lo que acaba de pasar, ya me he ido y estoy en mi clase de inglés. Siempre me ha gustado el inglés y, por las miradas anhelantes de las chicas de la clase, a ellas también les encanta. El profesor, que por su nombre supongo que es el Sr. Wessils, me mira con mala cara cuando entro en clase un poco tarde. Pero luego su mirada se convierte en algo que no reconozco. Durante unos incómodos segundos, el Sr. Wessils me mira fijamente, no con admiración, sino con algo más. Afortunadamente, vuelve en sí. —Bueno, ¿usted debe ser la señorita Marigold?— dice el Sr. Wessils. —Sí, siento llegar tarde, señor. No encontraba el camino—, miento porque, ¿cómo explicar lo de Omar Ramírez? —Muy bien, señorita Marigold, por favor, siéntese aquí, en la parte delantera de la clase—, dice y manda a otra chica a la parte de atrás. Tomo asiento y algunas de las chicas me miran fijamente. Vaya, si las miradas mataran. Pero entonces me doy cuenta. El Sr. Wessils es lo que se dice atractivo. Es el tipo de hombre que podría haber sido modelo, pero que decidió dedicarse a la enseñanza. Tiene el pelo ondulado, casi rizado, de color avellana y un hoyuelo en la comisura de los labios cada vez que sonríe ligeramente. —Así que, como iba diciendo, vamos a hablar de El Gran Gatsby durante este semestre—, continúa el señor Wessils. —¿Alguno de ustedes quiere decirme de qué trata El Gran Gatsby? Casi todas las chicas levantan la mano, pero ya me doy cuenta de que se van a equivocar. No es el pelo teñido ni las uñas de acrílico lo que me lo dice. Con el pelo y las uñas no se lee. Es el hecho de que todos miran fijamente donde deberían estar los abdominales del señor Wessils. Una mirada vidriosa cubre sus ojos. El señor Wessils parece ser muy consciente de la falta de capacidad de lectura de las chicas y de su obsesión por sus abdominales, así que, en lugar de eso, se dirige a mí. —Señorita Marigold, usted parece alguien que puede darme un atisbo de respuesta—, dice con una sonrisa deslumbrante. La mitad de las chicas se desmaya. —Bueno—, empiezo, —El Gran Gatsby trata del complicado amor entre un hombre y una mujer, más concretamente entre Gatsby y Daisy. Sin embargo, el tema principal de la novela tiene un alcance mucho mayor y menos romántico. —Uno de esos temas es la vacuidad de la clase alta. En El gran Gatsby se explora la sociología de la riqueza. Más concretamente, cómo los millonarios de nuevo cuño difieren y se relacionan con la vieja aristocracia de las familias más ricas del país. En la novela, West Egg representa a los nuevos ricos, mientras que East Egg representa a la vieja aristocracia—, explico. Lo sé porque en mi anterior colegio hablamos de El Gran Gatsby. Todas las cabezas se vuelven hacia mí y deseo que la tierra me trague entera porque ahora mismo soy un ratón de biblioteca. El señor Wessils se queda impresionado y está a punto de felicitarme o algo así, pero la puerta se abre de repente y entran malas noticias. Brandon Saavedra. Espero que el señor Wessils regañe a Brandon o al menos le diga que la próxima vez llegue pronto, pero en lugar de eso el señor Wessils se queda muy callado y muy quieto. Toda la clase hace lo mismo. Todos miran hacia abajo o cierran los ojos, así que verme mirando abiertamente debe ser toda una sorpresa. En lugar de dispararme o fulminarme con la mirada, Brandon conjura su sonrisa cruel. Se abalanza sobre mí y la chica que se sienta a mi lado, rápidamente se zambulle en otro asiento mientras Brandon se adelanta y se sienta a mi lado. —¡Eso!—, digo, —no puede acatar ninguna de las normas del colegio. Toda la clase parece contener la respiración. —Cariño, yo no cumplo ninguna norma—, responde Brandon. —No me llamo Cariño—, gruño. Ya estoy harta de estos dos chicos y de sus nombrecitos para mí. —Entonces, ¿cómo te llamas, Cariño? —Creo que me gustaría seguir con la clase, gracias—, digo. El Sr. Wessils no hace nada excepto mirar fijamente. Puede que incluso me fulmine con la mirada... —Creo que tú y yo tenemos que dar una vuelta en coche—, dice Brandon con una sonrisa que dice que sabe lo que hace. Me tiene acorralada. —Uhm, déjame pensarlo. Te lo diré después de muerto—, le respondo. —No fue una elección, cariño—, dice y me agarra del brazo. —¿Pero qué...? Brandon básicamente me arrastra fuera de clase y envío una mirada suplicante al señor Wessils. —¡No puede dejarle hacer esto!—. Protesto, pero el Sr. Wessils solo baja la mirada y yo, impotente, soy arrastrada fuera de clase. ¡¿Qué está pasando?! ¿¡Cómo pueden permitir esto!? ¡Esto no es legal! Cuando Brandon me saca de la clase, me hace girar y me inmoviliza contra una taquilla. —Te dije que podía encontrar otras formas de hacerte callar—, ronronea. Algo me dice que estoy en más problemas de los que me gustaría admitir.
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