Había algo tan etéreo, tan mágico en su apariencia, que ella misma creía flotar en vez de caminar y le parecía que en cualquier momento podía desaparecer en el luminoso cielo de la noche, en vez de tener que bajar prosaicamente la escalera hacia el salón donde se reunirían antes de cenar. Al entrar al salón descubrió los ojos del Marqués fijos en ella. Pero como estaba enojada, se dijo que si se mostraba fría y reservada, él se daría cuenta de su enfado. Mantuvo los ojos bajos mientras se movía por el salón hacia los grupos de personas invitadas a cenar, quienes conversaban con su anfitrión. Luego, como si una ola, más fuerte que su voluntad, la arrastrara al lado del Marqués, se encontró mirándolo a la cara. —Así es como deseaba verla. Antes que ella pudiera contestar, se alejó para