—¡Sube! —dice Martina desde la ventana de un taxi a Olivia cuando la intercepta en una calle oscura. —Te llevaré a un lugar donde vas a olvidar a ese idiota.
Olivia sube al auto, pesarosa. Sus ojos están rojos e hinchados de tanto llorar. Estuvo vagando por las calles por muchas horas, hasta qué llegada la noche se decidió a llamar a su amiga, quien vino a su rescate inmediatamente.
La rubia permanece callada durante todo el viaje con la vista perdida en el camino y Martina prefiere no agobiarla con preguntas tontas, ahora. La conoce, sabe que hablar no le hará bien de momento, solo necesita compañía y apoyo. Ya los reclamos y verdades vendrán después.
Llegan hasta un local con letras corpóreas en luces de neón. Olivia nunca había venido a este lugar, pero sabe de lo que se trata y que su amiga baila en este sitio desde hace dos años para poder pagar su universidad.
—No sé si deba entrar, Tina —dice ella, vacilante.
—Así como lo ves, es un lugar totalmente seguro, Oli. Nadie va a acercarse a ti, al menos que tú se lo permitas. Además, solo venimos para olvidar, no para interactuar con los clientes.
Al final la convence de bajar. Olivia se sorprende de lo bello que es por dentro. Es bastante pintoresco, hay luces y humos de todos los colores, mesas altas y elegantes, mujeres hermosas y sensuales bailando frente a hombres elegantemente vestidos.
Algunos voltean al verlas entrar y no es para menos. Su amiga está despampanante en un vestido rojo sugerente y tacones de quince centímetros, mientras ella parece un patito feo en medio de cisnes blancos.
Martina la lleva de la mano hasta una de las secciones vip donde solo acceden algunas pocas personas que prefieren de privacidad. Enseguida sirve vino para ambas.
—Creo que no debo, Tina —Señala la copa. —¿Olvidas que estoy embarazada?
—No pasará nada. Tampoco es que tomes todos los días. Esta vez la ocasión lo amerita.
Martina le resta importancia. Olivia toma la copa y bebe el vino de un sorbo. El alcohol quema su garganta al paso, pero al momento la hace sentir aliviada y con más coraje.
—Un poco más —Pide, Martina niega con una sonrisa.
Las amigas terminan tomando toda la noche acompañadas de una pareja gay conocida de la universidad. Olivia está totalmente ebria, igual que todos. Luego de la cuarta copa, se negó rotundamente a parar y ser llevada a su casa, como le sugirió su amiga cientos de veces. Además de maldecir a su esposo y a su hermana toda la noche, algo tenía muy seguro, no iba a volver a la casa luego de lo que él le hizo.
Martina pide un taxi casi al amanecer y ambas van a dormir a su departamento. No es hasta que el sol que entra por la ventana comienza a quemar su rostro, que se levanta bruscamente, aturdida.
Mira a todos lados y luego de enfocar la vista se da cuenta de que está en la cama de su amiga.
Vestigios de lo que pasó anoche vuelven a su mente como recuerdos cortos y confusos. Se toma la cabeza para mermar el dolor de cabeza. Ella nunca antes había tomado más que unos tragos en las reuniones familiares, pero no hasta llegar a este estado tan deplorable.
A su costado, junto con una nota de su amiga, encuentra un vaso de jugo y una pastilla para el dolor de cabeza que no duda ni un segundo en tomarla.
Ahora le toca la parte más difícil, volver a casa y enfrentar la situación. Como sea, no piensa ir a su casa, sino a la mansión Jones. La cara de Enzo es lo menos que desea ver, ahora.
Luego de limpiarse el rostro, toma un taxi y va hasta la mansión que era de su madre.
Su padre se encuentra sentado en la sala, con un periódico en la mano, tomando su café y a su lado, Giulia, su madrastra. Los dos voltean al verla llegar.
—Buenos días —Los saluda, Olivia.
Su padre devuelve la vista al periódico sin contestar nada, sin embargo, Giulia, se levanta y camina hasta ella y sin que la joven pueda adivinar sus intenciones, deja una sonora cachetada en su mejilla que produce una marca roja al instante.
—¡Eres una mala mujer, Olivia! ¿Cómo pudiste insultar a tu propia hermana de esa forma? —Dice Giulia con el rostro contrariado. —¿Qué tu madre no supo educarte bien?
—No se atreva a hablar de mi madre, señora —Replica ella frotando su cara para aliviar el picor. —Y no me acuse de algo que no es cierto.
—¿Cómo que no? Tu marido vino aquí anoche para contar todo lo que había pasado. Tu hermana vino devastada del hotel por la humillación que le hiciste frente a todos.
—Eso no es cierto. Ella...
—No te atrevas, Olivia Jones, o juro que vas a lamentarlo —La interrumpe, Giulia. —No permitiré que manches la reputación de Isabella. Ella es una joven de bien y de corazón noble, no como tú.
El padre de Olivia permanece impasible con su periódico en la mano, como si no le importara lo que está pasando en sus narices. Desde que su madre ha muerto, estas dos hacen con ella lo que quieren, y a él no le importa en absoluto.
En muchas ocasiones llegó a pensar que él también la odiaba.
—No sé que les dijo Isabella, papá, pero no es cierto —La rubia intenta acercarse a Marcos, pero Giulia sale a su paso.
—No solo eres una infame, sino también una mujerzuela. Vea nomas las fachas en las que llegas. Apestas a alcohol. Siento mucha pena por el pobrecito de Enzo, debe ser muy difícil para él enterarse de la clase de mujer que tiene.
—No sé de qué me acusa, señora, pero no pienso quedarme a averiguarlo o a que me siga insultando —Olivia hace amague por irse, pero su padre por fin habla.
—Enzo estuvo aquí anoche. Vino a buscarte, luego recibió una llamada de un amigo diciendo que te vio en un Night Club de mala muerte bebiendo con un par de hombres y tu amiga.
—Pero papá...
—¿Acaso es mentira? —Su padre se levanta, deja el periódico a un lado y camina hasta ella. —Las fotos que le envió su amigo y las que todos vimos aquí, ¿eran falsas?
El mentón de Olivia empieza temblar, de su ojo se desliza una solitaria lágrima. No puede creer que esto esté pasando. ¿Ahora resulta que la mala es ella?
—Solo fui a beber unos tragos, padre, eran amigos.
Las carcajadas de Giulia se oyen por todo el gran salón, mientras que Marcos niega, decepcionado.
—Eres una gran decepción, Olivia, lamento mucho esto, pero Giulia tiene razón. No haces más que avergonzar a la familia y arrastrar a Isabella contigo al fango. Si a ti no te interesa lo que la gente piensa, muy bien por ti, pero no nos perjudiques a nosotros, no perjudiques a tu marido que te ama a pesar de como eres.
¿Enzo la ama? ¿Qué tipo de broma de mal gusto es esto?
—¡¿Y como soy, papá?! —Grita Olivia con impotencia. Giulia ríe complacida al ver como Olivia pierde los estribos. —¡Ilumina a tu hija!
—Mal vestida, dejada, fea, pareces una joven de la calle. Solo avergüenzas a los que estamos a tu lado con tu actitud de mocosa rebelde. Tienes mucho que aprender de tu hermana.
Ahora es Olivia quien ríe como una loca. ¿Ser como Isabella? El mundo definitivamente se puso al revés mientras ella estaba durmiendo.
—Si para ti, estudiar y trabajar, es manchar nuestro apellido, lo siento mucho, papá. No pienso ser una mantenida como estas dos zánganas que trajiste contigo.
—¡En mi casa me respetas, insolente! —Giulia la mira con rabia.
—Esta también es mi casa, es la casa que mi madre construyó y también me pertenece. Las que viven de arrastrada son otras.
Esta vez Marcos se acerca a su hija con toda la intención de abofetearla, pero al final se acobarda.
—Respeta a Giulia y a tu hermana Isabella, Olivia. Ellas tienen más derechos que tú de estar en esta mansión. Mansión que tu madre me heredó a mí, ¿O quieres que te recuerde del testamento donde me dejó todo?
Olivia se seca las lágrimas de su rostro, bruscamente, y sale corriendo escaleras arriba. Entra a su cuarto y cierra con llave antes de ir hasta el buro donde está el retrato de su madre junto con ella.
Lo toma en sus manos y se tira a la ancha cama, llorando amargamente, lamentándose de su suerte y de que ella ya no esté aquí para cuidarla.
—Pero si es mi hermanita, la fiestera —La voz chillona de Isabella la hace pegar un brinco en medio de su desahogo.
—¿Qué haces aquí y como entraste? —Pregunta, Olivia, molesta. Su hermana le muestra un manojo de llaves con aire triunfante.
—¡Dámelo! No tienes el derecho de entrar aquí sin mi permiso —Chilla la rubia intentando arrebatarle las llaves.
—No actúes como si me importara este cuartucho, Olivia. El mío es diez veces mejor que esta pocilga —La pelinegra mira con repugnancia el sitio mientras pasa los dedos por las cortinas coloridas de su hermana. —Solo pasé para molestarte un poco.
—¡Sal de mi cuarto, Isabella! No quiero verte, menos después de lo que me hiciste —Olivia llora con angustia ahora, mientras su hermana la mira con la ceja arqueada. —Tú y Enzo son unos miserables.
—Debiste elegir ser novelista, hermanita. El drama es lo tuyo, definitivamente. Te ahogas en un vaso con agua —Su hermana se lleva las manos a su boca para aplacar sus risas de burla. —¡Aaaaah, olvidé que tú te ahogas en hasta en la ducha, porque no sabes nadar!
Tira las llaves sobre el buro y sale de la habitación dejando a una Olivia desolada.
¿No fue suficiente con lo que hizo? ¿También debe burlarse de ella?