3. Testamento

1431 Words
Esa tarde, Enzo se entera de que Olivia ya está en la mansión Jones, por medio de Isabella. En todo momento pensó que debía ir a buscarla en el departamento de su amiga Martina, y se estaba tomando el tiempo para eso porque sabe del carácter de esa mujer, pero ahora que sabe donde está no le tomará mucho trabajo convencerla para llevarla con él nuevamente. «Al menos para algo me está sirviendo la pelinegra aparte de follarla» Piensa con una sonrisa maliciosa en el rostro, porque si, ya han follado y mucho. Es por eso que le gustan las mujeres facilonas, porque le sirven para pasar el rato y sacarse el estrés que lleva encima. —¿Cuándo vas a pedirle a la tonta de mi hermana el divorcio, baby? —dice, con voz bastante chillona, Isabella. —Aún no es el momento —Contesta, Enzo, despreocupado. —Eso vives diciendo desde hace dos meses, baby. Dijiste que necesitabas estar un mes casado con ella, y mira, ya pasaron tres meses y nada. —Esos son asuntos míos, Isabella. Yo tengo mis razones para seguir casado con ella. Así que, si ya recibiste tu ración del día, es mejor que te vayas. Tengo mucho que hacer. La joven intenta replicar, pero Enzo le indica con la mano que salga. Bebiendo de su vaso de whisky y una sonrisa lobuna, la mira ponerse su vestido antes de salir de su oficina, refunfuñando a diestra y siniestra. Es muy hermosa, la condenada, y folla como una diosa, pero lo que tiene de sexy, lo tiene de tonta. No cabe duda que ser fiel no es parte de la naturaleza de Enzo, pero necesita a Olivia y a su apellido, al menos por el momento. Ese es el mayor motivo que lo ata a ella. Llegada la noche, toma su auto y maneja hasta la mansión Jones. Según su suegro, Olivia, no ha salido en todo el día y conociendo lo dramática que es, debe estar ahogada en un mar de lágrimas acurrucada entre sus peluches. El solo imaginar que debe adularla le causa resquemor, pero no tiene de otra. Poco tiempo después su auto entra en la pasarela que conduce a una de las mansiones más lujosas y admiradas de Quintana Roo. Uno de los choferes de la familia sale a su encuentro frente a la puerta principal y él le entrega la llave para que estacione. —Buenas noches, señor Enzo —El mayordomo de la casa lo recibe. —Buenas noches, Máximo. —¿Quiere que anuncie su llegada a los señores? —No es necesario. Mi esposa y yo tuvimos una discusión ayer y quiero darla una sorpresa. —La señora Olivia está en su habitación, señor. —Muchas gracias, Máximo. Para allá voy. Enzo ajusta su traje beige y camina en su habitual porte gallardo hasta la sala. Puede ver a Máximo perderse en el área de los sirvientes mientras él se dirige a la escalera. Justo antes de pisar el primer escalón, escucha una acalorada discusión entre Marcos y Giulia proveniente del despacho. Todo indica que se trata de Olivia. Mira hacia arriba y decide ir más tarde. Primero necesita saber qué pasa con su esposa y estos dos. —¡Ya te dije, Giulia! Ese testamento no saldrá a la luz nunca. Deja de preocuparte demasiado —dice el padre de Olivia. Enzo frunce el ceño de inmediato oyéndolos desde la puerta entreabierta. —Ese abogaducho de cuarta ya me dio su palabra. ¿De qué testamento hablan? ¿Quién es el abogado? —Pero si te ha pedido dinero dos veces, cuando ya habían llegado a un acuerdo, Marcos. Ese infeliz te está tomando el pelo. ¿No lo ves? Debemos tomar otras medidas antes que intente chantajearnos de nuevo. —Giulia está agitada y molesta. Marcos toma unas carpetas del escritorio y abre la caja fuerte. Para suerte de Enzo, puede ver exactamente la combinación que coloca para abrirla. —¿Qué haremos si decide hablar? —Añade, Giulia, furiosa. —¿Perderemos todo por culpa de esa mocosa? —No lo haremos, mujer. Tranquila. Olivia nunca va a enterarse de que su madre hizo otro testamento antes de morir y que le dejó todo a ella. Enzo abre la boca, impresionado. Así que lo que le dijo su padre es cierto. La verdadera y universal heredera de la madre de Olivia, es ella. —Pues no tengo idea de lo que vas a hacer, pero haz que ese hombre calle de una buena vez. No voy a quedarme en la calle por culpa de tu incompetencia. Isabella viene bajando de las escaleras en ese momento y nota a Enzo parado frente a la puerta. —¡Baby! —Enzo maldice en mil idiomas al oírla. Voltea lentamente y finge estar llegando también. Marcos y Giulia salen del despacho. —Buenas noches, Enzo. ¿Hace tiempo que estás aquí? Máximo no nos avisó nada —Giulia y Marcos se miran. —Vine a ver a hablar algunas cuestiones del hotel con mi suegro —Miente. —Máximo me dijo que estaban en el despacho y para ahí iba. —Di que vas a quedarte a cenar con nosotros, ¡please! —Isabella lo mira con ojos de cachorrito. —Tengo una cena de trabajo, Isabella, pero quizás vuelva más tarde para hablar con mi esposa —Contesta. La joven hace una mueca de fastidio que no pasa desapercibido ni su padre ni su madre. Marcos lo hace pasar al despacho y Enzo le habla de unos inversionistas europeos que tienen la intención de invertir en la hotelera. Es un tema pendiente entre ellos y el único motivo que encontró para esta ocasión y así darse tiempo así mismo para pensar en lo que escuchó recién. Conversan durante una hora sobre el tema y luego sale raudamente de la mansión para encontrarse con su amigo Matías. Contarle sobre el testamento es su prioridad ahora y así saber lo que se puede hacer. Opta por ir hasta su departamento. Bajo ningún motivo quiere que alguien ajeno escuche lo que tienen que hablar. Enzo le comenta todo, tal como lo escuchó en la mansión, también de lo que su padre había escuchado decir al que era abogado de Lidia Jones poco antes de su muerte. Uniendo los puntos, la versión concuerda perfectamente. «Hizo bien en hacerle caso a su padre después de todo» piensa, Enzo, animado, al recordar que le aconsejó casarse con ella. —Tengo que ver el contenido, Enzo —dice, Matías, mientras bebe de su vaso. —Si puedes acceder por lo menos a la copia, tendremos todo lo que necesitamos para redactar el documento que Olivia debe firmar. —Conseguir ese documento será fácil, Matías. Mi problema es Olivia. No creo que acceda a firmar sin que sospeche. —Pues ponte las pilas, hermano. —Matías lo palmea en el hombro. —Lo más complicado ya lo hiciste, casarte con la mujer más rica de todo México. Ahora cumple tu papel de marido bueno, que llegó la hora. Gánatela. Haz que confíe nuevamente en ti. Si es así como dices, el sacrificio vale la pena, Enzo. Enzo toma todo el contenido de su whisky mientras cavila lo que su amigo le acaba de decir. Es verdad, no tiene de otra. Además, lo hizo por dos años enteros antes de casarse con ella, ¿Qué más da hacerlo unos meses hasta conseguir todo su dinero? —Quiero que todo salga perfecto, Matías. No quiero que bajo ningún motivo alguien pueda revocar ese documento. —Tranquilo, hermano. Serás el único fiduciario de Olivia. Con su firma estampada en esa hoja, nadie podrá hacer nada. Imaginarse dueño de la cadena de hoteles con más renombre del país, las demás propiedades y empresas más pequeñas de la que era dueña Lidia, cuentas de banco, acciones en el extranjero, lo deja extasiado y eufórico. Matías y Enzo brindan, ambos, con una sonrisa en el rostro. Es el negocio de sus vidas y lo tienen servido en charola de plata. Con muchas copas de más y ya bastante tarde, Enzo toma la avenida principal para ir a su casa, pero en el camino recuerda el consejo de su amigo y desvía su trayectoria para ir hasta donde está su esposa. Si debe empezar a ganarse su confianza de nuevo, lo hará desde hoy mismo. Poco tiempo después, llega hasta la mansión y lo recibe Máximo, como en la mañana, sin darle más excusas, sube hasta la habitación de Olivia.
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