1. Embarazo

2133 Words
Tres meses antes... Olivia camina apresuradamente por los pasillos de la universidad hacia el estacionamiento con un sobre del análisis en sus manos. —Tranquila, Oli. Déjame respirar, por favor. Así es imposible seguir tus pasos —Pide su amiga, jadeando y cargando con una pila de libros y folletos en ambas manos. —Al menos ya sabes lo que te pasa. Ahora tómalo con calma. —Estoy feliz, Martina. ¡Feliz! —Responde ella levantando sus brazos hacia el cielo como si estuviera agradeciendo algo. Su amiga rueda los ojos. —¿Te imaginas? ¡Un bebé mío y de Enzo! —Pues claro que me lo imagino —Su amiga se acerca a ella y le da un golpecito de hombro con hombro. —Eso es lo que pasa cuando tienes relaciones sexuales y sin cuidarte, ¿No? Martina continua unos pasos mientras Olivia la mira con el ceño fruncido y los brazos en jarra. —Sabes a lo que me refiero, amiga —dice Olivia, Martina asiente. —Es una bendición. ¿Cuántas parejas pasan años intentando quedar embarazados? —Es cierto —Martina se detiene bruscamente haciendo que Olivia choque con ella y algunos libros se caigan al suelo. —Muchas parejas pasan años y muchos tratamientos en busca de un hijo, pero... —¿Pero? —La rubia se agacha para tomar del suelo lo que cayó y devolverlo a su lugar. —Di lo que tengas que decir amiga, estoy lista para recibir tu pesimismo. —Pero no ustedes, Oli. Conoces bien a Enzo, yo también lo conozco bien y, ambas sabemos lo que piensa de tener un hijo. —Que no le gusten los niños no significa que no le guste un hijo suyo y mío, Tina. —¡Ay, Oli! Eres demasiado ingenua. A veces temo contagiarme de esa terrible enfermedad al pasar tanto tiempo contigo —Olivia se rasca la cabeza sin entender el mensaje que su amiga quiere darle. —¡Ese hombre no quiere a nadie! ¿Qué te hace pensar que tomará bien que hayas quedado embarazada? Tuvieron sexo una sola vez en tres meses. Además, creerá que lo hiciste apropósito. Los pasos de ambas jóvenes retumban en el solitario estacionamiento de esta hora mientras discuten sobre el embarazo de Olivia. —Lo dice porque somos jóvenes, amiga, además, cree que un hijo puede impedir que sigamos estudiando y trabajando, sin embargo, eso no tiene por qué ser así. Todo esfuerzo al final puede valer la pena. Podemos ser buenos padres, a pesar de todo. —Si tú lo dices —Responde, Martina, tomando las llaves del auto de la mano de Olivia. Se da la vuelta y mira el carro con resignación y decepción. ¿Quién lo diría? La hija del dueño de una de las cadenas hoteleras más renombradas de México, Pasarella Hotel, movilizándose en un viejo y oxidado auto, si es que se le puede llamar auto, del año 1990, mientras que su media hermana y madrastra disfrutan de una camioneta del año y se pasan de sauna en sauna dándose la gran vida. ¿Olivia es una tonta? Por supuesto que sí. —¿Y ya has pensado como le vas a dar la noticia al cascarrabias de tu marido? —Pregunta Martina una vez que toman la avenida principal. La casa de Olivia queda aproximadamente a treinta minutos de la universidad, donde ambas estudian administración de empresas y van en segundo año. Las dos se conocen desde muy pequeñas porque la madre de Martina trabajaba en la casa de Olivia, luego, cuando su madre murió repentinamente de una rara enfermedad y su padre se casó nuevamente, tanto la madre de Martina, como ella, fueron despedidas de la mansión Jones. Ellas nunca se separaron a pesar de eso. Ambas trabajan en la misma editorial a medio tiempo y ahora que Olivia está casada y vive en su propia casa, ellas pueden verse todo el tiempo que quieran mientras su marido está trabajando. Bueno... su marido siempre está trabajando. —Le daré una sorpresa. Iré a verlo al Pasarella —dice ella con un brillo especial en los ojos y llevando sus manos a su plano vientre. Olivia va a casa luego de dejar a su amiga a su departamento que queda a pocas cuadras e inmediatamente se dirige hasta la cocina al llegar. Hoy tiene planeado preparar un plato especial y sorprender a Enzo. Todas las sirvientas de la casa murmuran extrañadas al verla colocarse el delantal y empezar a rebuscarse en las alacenas. —¿Busca algo, señora? —Pregunta Juana, ama de llaves y nana de Enzo desde que él tenía dos años. Cuando se mudaron a esta casa después de casarse, Enzo decidió traerla para organizar la casa y encargarse de todo. La mujer mayor mira con cierta diversión a Olivia. —Si me dice lo que desea, quizás puedo ayudarla. Juana nunca trató bien a Olivia, de hecho ninguna de las empleadas que contrató Enzo para la casa, lo hacen. Desde que se casaron hace tres meses, su vida en su nueva casa no es mejor de la que tenía en la mansión Jones, todos los empleados aquí la ignoran la mayor parte del tiempo pese a que ella es la señora de la casa. Aun así, ella prefiere pensar que es solo proceso y que tarde o temprano terminarán aceptándola y queriéndola. —Voy a preparar una comida para Enzo —La ama de llaves suelta una risita que para Olivia no pasa desapercibida, sin embargo, no le presta más atención de lo que merece. Hoy está feliz y no quiere que nada apañe su felicidad. —¿Quiere que alguna de las sirvientas la ayude? —dice la mujer en tono sarcástico. —Mi joven Enzo tiene el paladar muy delicado, quizás deba dejar que la cocinera se encargue de eso. —No, gracias. Yo misma lo haré. Pese a la mala voluntad de la empleada. Olivia termina el pollo al curri antes de lo previsto. Lo coloca en un recipiente y sale inmediatamente hacia el gran hotel. Anoche Enzo no llegó a dormir, pero él suele faltar a casa, eventualmente, debido a la alta demanda de trabajo en verano. Treinta minutos después, estaciona su viejo cacharro en el estacionamiento del Pasarella y toma el ascensor que lleva al ala de administración. Todos la miran extrañados cuando las puertas se abren. Su atuendo informal y aspecto desaliñado contrasta totalmente con la suntuosa e impoluta oficina con pisos pulidos de alta calidad, techos altos, candelabros de cristal y para completar, secretarias perfectamente uniformadas. Olivia lleva un pantalón de mezclilla en color azul claro y una playera blanca con diseño de Frida Kahlo en el pecho con unas sandalias deportivas blancas. Su pelo largo lo tiene atado en un chombo desprolijo que deja caer sobre su rostro algunos mechones. No lleva nada de maquillaje. Nunca le ha gustado usarlos. —Buenos días, señorita. Vengo a ver al presidente Brown —dice con una sonrisa a la recepcionista. —¿Tiene alguna cita, señorita? —Responde la mujer sin darle mayor importancia mientras ella examina sus perfectas uñas rojas. —El presidente Brown solo recibe a personas importantes y con cita previa. No creo que tenga tiempo para recibirla. —No tengo una cita, de hecho, vengo para darle una sorpresa. —Olivia muestra esperanzada la charola. —¿Puede decirle que estoy aquí? Por favor. La mujer hace una llamada tras la insistencia de Olivia y la secretaria de Enzo le autoriza a pasar. Unos minutos después la hacen subir hasta un segundo nivel donde se encuentran las oficinas principales. A cada paso que da, su ansiedad crece, sus manos empiezan a temblar con anticipación. Enzo Brown se encuentra atareado con una hermosa y esbelta mujer en su oficina cuando su secretaria llama para avisar que tiene una visita. —¡Creí haber sido claro con usted, señorita Ruiz! No quiero ser interrumpido. —Gruñe el castaño cortando la llamada bruscamente antes de que la joven le diga algo más. La secretaria, llena de rabia por el trato tan inhumano de su jefe y con ganas de hacerle pasar un mal rato e interrumpir su caliente reunión con esa mujer, indica a recepción que dejen pasar a Olivia. Isabella y Enzo vuelven a besarse apasionadamente mientras él la toma de la cintura y la coloca encima del pulido escritorio para quitarle las bragas. Para nadie en la empresa es un secreto la fama de mujeriego del presidente. No hay una sola empleada a la que no haya follado al menos una vez y luego deshecho como una cosa inservible. A pesar de que es un hombre recientemente casado, Enzo se comporta como si realmente no lo fuera. Todos se preguntan quien es la desdichada y tonta mujer que acepta tales tratos. El “clic” del ascensor indica a Olivia que ya llegó a su destino. Mira a ambos lados antes de salir. Una mujer hermosa detrás de un escritorio, la mira con una sonrisa bastante fingida y le indica con los dedos que siga. —Hola, vengo a ver al... —Al presidente Brown —La secretaria de su marido termina la frase por ella. —Él va a recibirla en su oficina. Es aquella puerta de madera con tono marrón. Puede ver la placa de presidencia puesta. Puede pasar directamente sin tocar. La señorita Ruiz indica a Olivia a donde dirigirse. Ella le agradece y camina hasta allí sosteniendo con fuerza el recipiente de comida en una mano y en la otra la prueba de embarazo. Toma la perilla para abrir como le había indicado la joven, pero unos ruidos extraños, provenientes del otro lado la detiene. Duda en seguir por unos segundos, pero al final se arma de valor y la abre. El recipiente cae de sus manos de manera automática al ver la escena tan grotesca. Se lleva una mano a la boca para apagar un grito de rabia al descubrir a su esposo y a su hermana, teniendo sexo en pleno horario laboral. —¡¿Tú que haces aquí?! —Grita Enzo mientras trata de abrochar su pantalón. Su hermana se levanta lentamente del escritorio sin darle mucha importancia a lo que acaba de pasar. Peina su brillante cabello con los dedos antes de ajustar su vestido y tomar sus bragas del suelo. —¡¿Qué significa esto, Enzo?! —Pregunta entre sollozos ahogados, Olivia. —¿Qué haces con mi hermana? ¿Esto es el trabajo que realizas en Pasarella? —Para empezar, no levantes la voz, dramática —Interviene, Isabella, mientras se acerca a ella con una sonrisa de triunfo en el rostro. —Aquí nadie tiene que soportar sus ataques de histeria y celos. No es para tanto. —¿No es para tanto? ¡Estabas teniendo sexo con mi esposo! Tú, mi propia hermana ¿Qué clase de mujerzuela eres? —Una bofetada fuerte cae sobre la mejilla de Olivia que la deja aturdida por unos segundos. —No te atrevas a insultarme, Olivia. —Isabella señala con el dedo a su hermana. —Mejor agradece que aún tienes marido. Con esas fachas nadie querría estar contigo. Solo mírate, pareces un espantapájaros en potencia. Tienes cero estilo, hermanita ¿Crees que Enzo va a desearte así? Olivia se seca las lágrimas con rabia mientras mira a su esposo sentado en su silla de gran señor, despreocupado. Su pesadumbre se acrecienta. —¿No tienes nada que decir? —Pregunta ella a Enzo, entre sollozos. —¿Tú también piensas eso de mí? —Isabella no dijo nada que fuese mentira, Olivia. —Es totalmente cierto que eres una mujer poco, por no decir nada agraciada. No pretenderás que me pierda de las bellezas de la vida solo porque me casé contigo. Es mejor que te resignes y aceptes que esto pasará te guste o no, si quieres seguir llevando mi anillo de bodas en tu dedo. Su hermana la mira con un placer indescriptible antes de acercarse a Enzo y dejar un beso corto en sus labios mientras Olivia se desmorona frente a sus ojos. Aún incrédula y temblando de pies a cabeza, asiente. Coloca la prueba de embarazo en el bolsillo de su pantalón y sale corriendo del lugar. Oye los gritos de la joven que la atendió al pasar a su lado, pero para Olivia lo único urgente ahora es salir de este lugar. Ni siquiera pasa por estacionamiento a recoger su auto, sale del hotel y empieza a correr por la avenida con un dolor en su pecho que la ahoga. ¿Cómo pudieron hacerle eso? ¿Cómo pudo ser tan tonta y no haber visto las señales antes?
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