Esa pregunta y el tono amargo y resentido de la lacia cobriza le generaron un mal sabor de boca a Aura. Su respiración suave y calmada escapaba despacio por sus labios al esperar que Emily hablara, a decir verdad, no tenía idea de lo que hacía ahí, los ojos de ella y los de Barbara no dejaban de ver a la convaleciente cobriza, aunque los de esta última, con algo más que preocupación. Emily sonrió con burla y autosuficiencia al acercarse un par de pasos a Aura, la misma que la vio con recelo pero que no se apartó un milímetro de ella. —Y dime, ¿Tú a qué has venido? – cuestionó sin disminuir un poco el grado de su autosuficiencia e incluso, elegante altanería. Aura la vio de medio lado cuando Emily se colocó a su lado, terminando de analizarla, como siempre, subestimándola,