Las pequeñas chispas de agua que caían del cielo se pegaban suavemente a los enormes cristales, algunas, formaban el tamaño suficiente como para unirse unas a otras y resbalar de forma larga por los mismos; los ojos azules y profundos de cierto rubio se fijaron sin mucho interés en esas líneas de agua mientras observaba el gris y frío día en la ciudad. Cedrick resopló cansadamente al apoyar sus codos en el escritorio tras el cual había estado trabajando más de media mañana y unas horas de esa tarde, se talló el puente de la nariz al bajar la mirada al grupo de hojas frente a él y cerró los ojos; su computador sonó anunciando la llegada de un nuevo correo electrónico y él negó en silencio, frustrado. Se recargó completamente en el asiento de piel y posó sus brazos en los descansos d