—¿Y no se supone que deberías estar en tu habitación? – cuestiono Barbara. La niña asintió — Sí, pero como estoy un poco mejor, me dejan venir a visitar a otros pacientes — explicó sin darle mucha importancia. —Y te quedaste con Emily, ¿por qué…? — preguntó extrañada sabiendo de antemano que a su amiga no le resultaban muy agradables los niños. Astrid se encogió de hombros. Justo cuando Barbara veía a la niña acercarse y ver a Emily, ésta abrió los ojos. —Mire, despertó – Barbara se acercó y también la vio a la cara. Los ojos de Emily se abrieron y cerraron un par de veces acostumbrándose a la luz tras los rostros de Barbara y la niña, aclaró su garganta y movió sus manos acomodadas sobre la cama. —¿Qué haces aquí? — su voz siguió sonando fría pero ahora m