48. INVITACIÓN

1940 Words
Otoño Edén Las hojas han cambiado de color, el viento es frío y pronto estaremos en vacaciones. Mi mamá y mi papá hablan más, él viene a veces a cenar con nosotras acompañado de mi tío Oskar cuando está en la ciudad, pero si viaja, Mina y yo le preparamos galletas y envío con él algunos paquetes a mi tío Clau y sus demonios, pero lo que me hace más feliz es estar más cerquita de mi papá, porque sé que pronto dirá que soy su hija ya que pasa más tiempo conmigo y aunque todavía no me deja cogerle la mano, sí hacemos conejitos cada vez que nos saludamos, al despedirnos y las otras veces que yo quiera. También, desde hace un tiempo, mis padres me llevaron con unas personas que fueron amables conmigo, me preguntaron cosas de ellos, cómo me siento y si soy feliz, a veces me dejan dibujar en sus oficinas, también les conté sobre algunas cosas de mis padres, mis tíos y Mina, pero no les dije todo porque mi tío Clau me dijo la última vez que debía tener cuidado con qué decía y a quién, ya que a veces hay personas malas que quieren lastimarlos y usan las mentiras para engañar, aunque yo los reconocería si ellos me hacían muchas preguntas. —Listo, ya terminé —avisó mi papá cuando me puse a colorear—. ¿Qué querías contarme? Hoy yo estaba feliz porque tenía algo importante que pedirle a mi papá y esperé a que terminara de trabajar, pero me da un poquito de miedo porque no quiero que me diga que no. —Papá, quiero pedirte algo mucho muy importante para mí. —¿De qué se trata? —La otra semana será la reunión de padres en mi colegio para celebrar la semana de la familia, mis compañeros y yo haremos una obra de teatro y quiero que vayas a verme. —¿Qué dijo tu madre al respecto? —Dijo: “está bien, pero solo si él acepta”. —De acuerdo… —eso no era un sí y menos porque dudó. —¿No quieres ir? —No sé si sea lo correcto, Edén, es tu madre quien debe ir a la reunión y no estaría bien que yo fuese como si nada. —Pero ella no puso problema y mi profesor quiere hablar contigo. —¿Por qué conmigo? ¿De qué? —No lo sé, solo dijo que quería hablar contigo y era importante que fueras. —No lo sé, Edén… Creo que no le gustó mucho la noticia ya que esquivaba la mirada y estaba un poquito nervioso. Supongo que debo hacer lo que me dijo mi tío Clau que hiciera en estos casos: recordarle las veces que me hizo sentir mucho muy triste. —En verano tuve una presentación de arte mucho muy importante a la que no fuiste, dijiste que me acompañarías, pero no volviste a casa en muchos días y me quedé sola, así que me lo debes. —¿Te lo debo? —preguntó con una sonrisa pequeñita, pero yo me puse seria, como me enseñó mi tío. —Sí, me lo debes. Dijiste mentiras, no pude presentar mi pintura y me dejaste sola mucho tiempo, así que me lo debes —crucé los brazos en mi pecho para verme más enojada, papá suspiró profundo, sonrió bonito y negó con su cabeza sin dejar de verme. ¿Será que lo conseguí? —Tienes razón, te fallé aquella vez y estaría bien compensártelo. —¿Eso quiere decir que irás? —Sí, pequeña tramposa manipuladora, iré a la reunión de padres y maestros —di un fuerte grito sin dejar saltar y le estiré mis manos para hacer conejitos con él. La próxima vez que venga mi tío Clau, le pediré que me enseñe a convencer a mi papá de que sea mi papá y también que me lleve a Italia para hablar italiano con todos. (…) Día del evento Carmen Aparte de mi hija, Ivana y Mina, creo que jamás había sido tan feliz en mi vida con alguien, siendo Enrique el hombre más maravilloso y quien me ha tratado como nadie a lo largo de estos meses a través de su respetuoso trato, algunos pocos encuentros que tuvimos en la cama donde debimos asegurarnos de no tener a Edén cerca y todo gracias a la complicidad de Mina. Sin embargo, esta mañana cuando revisé el correo, ya que anoche me encontraba muy cansada para hacerlo, la curiosidad me invadió al encontrar un sobre amarillo sin marcar. Creí que sería la broma de algún adolescente sin oficio, pero bastó con ver el contenido para que mi corazón se paralizara ante la nota hecha con recortes de revistas y periódicos donde preguntaban si yo sabía quién era realmente Enrique Toledo. Esto provocó un escalofrío en mi cuerpo, seguido de otro cuando leí la carpeta con una vieja ficha policial de Enrique siendo arrestado por posesión de drogas hace veinte años. La verdad no sé qué pensar, quiero creer que se trata de un error y más porque aparece con otro apellido, pero temo preguntárselo a Enrique y descubrir una vez más que me equivoqué al confiar en alguien, así como me afectaría demasiado tener que separarlo de mi hija quien, pese a los constantes esfuerzos y el apoyo psicológico que le hemos dado gracias a la terapeuta, sigue firme en la idea de que él es su padre y como su lazo es más fuerte ahora que en un comienzo, sé que esto la destrozaría, ganándome irremediablemente su odio, pero quizás, tan solo quizás, exista una mínima posibilidad de que alguien esté en contra de Enrique, tal vez una persona de la iglesia le tenga el suficiente odio para generar una calumnia de esta índole, aunque eso también me preocuparía ya que dicha persona está muy cerca de mí y peor aún, de mi hija. Dios, no desampares a mi niña, no permitas que el dolor vuelva a su vida y menos con Enrique, tú sabes que ella no lo merece. (…) Enrique Al final, y aunque no me sorprende, Edén invitó a Mina y Oskar a la presentación, siendo un gran alivio para mí al evitar toda clase de posibles señalamientos de otros padres. Así, esta mañana Oskar y yo nos alistamos y llegamos a la escuela aguardando afuera, queríamos ir por las chicas, aunque Edén se negó por completo, pero en cuanto Oskar llamó mi atención comprendí por qué no quería que las recogiésemos. Imagino que entre Mina y Carmen le habrán hecho el hermoso peinado donde dejaron caer su larga cabellera a los lados, el flequillo le volaba castamente con el viento y el rubor natural de sus mejillas se intensificaba al vernos con una enorme sonrisa, misma que resaltaba en el suave labial rosado que la hacía como una muñequita y más con su uniforme de gala. Mi corazón enloquecía a medida que se acercaban, saludamos a Mina y Carmen, aunque mi atención estaba fija en la pequeña que seguía sin saludarme, ni yo a ella, sino que me hinqué ante ella en una rodilla llamando aún más la atención de todos, coloqué mis dedos en forma de conejitos como a ella tanto le gusta y Edén, tan nerviosa como emocionada, unió sus dedos a los míos, entonces Oskar me extendió el corsage que habíamos comprado antes de venir. —Siendo una ocasión muy especial para ti, creí que un detalle clásico se te vería bien —comenté dichoso organizándole el brazalete en su muñeca, misma que destacaba con la delicada rosa blanca que solicité para ella—. ¿Te gusta? —Sí, es mucho muy hermoso. Gracias, papá. Mentiría si dijera que no me sentí tan lleno en el pecho, que estaba a punto de reventar por la felicidad que me producía su presencia, sus palabras, toda ella y más por cómo se aferraba de mis dedos dándome unos segundos celestiales. —¿Por qué no tomamos unas fotos antes de ingresar? —sugirió Mina. Primero nos organizamos Carmen, Edén y yo, después alguien nos tomó la foto a los cinco y al final, por petición de Edén, tuvimos una solo los dos, aunque respetó mi espacio procurando quedar al frente de mí enseñando con orgullo y mucha elegancia el corsage en su muñeca, en tanto su otra mano la elevó para hacer unos conejitos conmigo que quedaron plasmados en varias fotografías que retrató Mina. Después hicimos un tour en la escuela donde conocimos a los maestros, padres y los amigos de Edén, así como también disfrutamos de algunas exposiciones hechas por los alumnos hasta llegada la hora de pasar al teatro donde los acudientes disfrutamos de diversas presentaciones, aunque se me hizo extraño que Edén no saliese en la obra con sus compañeros, cuando se supone que era el propósito de estar aquí y pese a preguntarle a Carmen y Mina al respecto, ninguna dijo nada, pero sí se me hizo raro que cada vez notaba a Carmen más esquiva conmigo, pese a disimularlo bien. De pronto dieron aviso de la siguiente presentación, siendo esta una carta a los padres que sería leída por Edén. De nuevo mi corazón se contrajo por los nervios y más cuando salió sola al enorme escenario con una hoja en la mano que reconocí a la perfección, puesto que, días antes, ella me había solicitado una hoja marcada con el sello de la Cdad. Del Vaticano, no comprendí el motivo, pero tampoco tuve inconveniente en dársela, sin embargo, ahora que la veía con esta frente a tantas personas, no pude evitar sentirme emocionado. Por unos instantes vi a Oskar, quien comprendió al igual que yo el significado de esa hoja en su mano, sonreímos cómplices y volví la atención al escenario donde ella estaba mirándome de una forma indescriptible, entonces le asentí complacido permitiéndole proceder y ella respiró profundo mostrándose más confiada. —Hoy celebramos a la familia, el núcleo más importante en nuestra sociedad —habló ella, detallando al público después de hacerle una sutil seña para que lo hiciera—, por eso debo decirles por qué es tan importante la familia para nosotros los niños, pero hoy no quiero hablar por ellos, sino que les diré porque soy una niña afortunada y mucho muy feliz. Los murmullos resonaron en el público y entre los maestros indicándome que eso no era parte del programa, lo que puso más nerviosa a Edén. —Hijo, déjame salir por favor —pedí a Oskar, quien quedó feliz al comprender lo que haría, aunque los demás me observaban intrigados. Salí de la fila con discreción y me senté en las escaleras que estaban a mitad del pasillo para que ella se enfocara en mí, volví a darle una discreta aprobación y Edén respiró profundo recuperando sus fuerzas. —Desde que nací —continuó, fijando sus ojitos en Carmen—, solo fuimos mi mamá y yo, creo que yo era mucho muy feliz cuando estaba más chiquita, pero no lo recuerdo —el público rio enternecido, entonces pasó su atención de Carmen a mí—. Sin embargo, este año, en mi cumpleaños, le pedí a Dios que me devolviera a mi papá que estaba en el cielo con él. Mi mamá me dijo que en el viento me abrazaba, pero no quería más el viento, quería a mi papá y por él estoy aquí. —Dios, que esa niña no diga lo que creo que dirá… —susurré temeroso, pues ahora yo estaba en el ojo del huracán.

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