AUDREY
Todavía estoy reponiéndome de lo que presenciaron mis ojos anteriormente.
Encontrar a un hombre desconocido teniendo sexo oral en la oficina de mi jefe, era algo muy perturbador. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, mis manos sudan y tiemblan debido al nerviosismo.
Fui una estúpida, no sé por qué no llame antes de entrar, pues supuse que no había nadie. Trato de mantenerme serena, no vaya a hacer que cuando salga me vea y crea que me quede ahí parada porque quería ver. No soy esa clase de persona.
Me enderezó cuando la puerta de la oficina se abre. Rápido me apresuró a mi lugar y tomo asiento. La chica que estaba con ese hombre adentro, sale.
Es alta y rubia, con una melena larga que apenas me deja ver su rostro. Una vez que pasa por enfrente de mi escritorio, ladra la cabeza hacia mí y me sonríe.
Se trata de la secretaria del señor William. No conozco a todo el personal del edificio, porque son muchos empleados los que elaboran aquí, pero a ella la recuerdo muy bien, pues solía coquetear le a mi exnovio cuando andábamos, es una arrastrada y ahora no me queda la menor duda.
Descarada y sin vergüenza, pasa por mi lado con una sonrisa radiante como si se hubiera sacado el premio mayor de la lotería.
La observó cómo se pierde en el corredor que va hacia el elevador. Después de un minuto la puerta se abre de nuevo, está vez para salir el hombre follador.
Otro descarado más.
Pero él no se va de largo como la mujer, él se detiene frente a mi escritorio. Me tenso cuando siento su presencia, mis ojos clavados en la pantalla de mi ordenador fingiendo que trabajo y que no he visto nada cuando ya he visto todo.
—¿Qué nunca le enseñaron a tocar antes de entrar a una habitación? —suelta finalmente, el tono es algo molesto, y también reconocí un acento extraño en su voz casi similar al del señor Anthony —Le estoy hablando —dice más alto y salto en mi asiento al mismo tiempo que alzo mi cabeza para verlo.
Mi vista está fija en el hombre desconocido que tengo enfrente, su aspecto es pulcro, no parece el tipo de hombre que estuviera teniendo sexo adentro de esa oficina anteriormente, parece más bien fresco y sereno. Pero su mandíbula está tensa.
Un nudo en la garganta se me forma y me cuesta pasar saliva. Tengo unas ganas inmensas de levantarme y salir corriendo, la energía que emana es pesada e intensa, que me incomoda un poco.
—Yo… yo… no sabía que había alguien adentro —lucho por no sonar afectada, pero en cierta parte falle.
—Aun así, debe llamar antes de entrar —un escalofrío me recorre la espalda cuando sus ojos verdes se clavan en los míos.
Me aclaro la garganta y me esfuerzo por sostenerle la mirada, su intensidad sobrepasa.
—Sí… lo siento —fallo nuevamente.
Soy una torpe, no sé por qué balbuceo enfrente de este hombre que ni conozco.
Se queda un largo momento en silencio, solamente detallándome, pensando, quizás.
—¿A todo esto, quién es usted? —habla después de unos largos minutos.
¿Eso debería preguntar yo? Si mi jefe se entera, quizás me culpe a mí por no cuidar quien entra a su oficina, aunque mi trabajo no sea ese y tampoco me paguen por mantener seguro el edificio, aún así podría ganar un regaño.
Y lo peor que, tal vez, mi empleo ya esté en cuerda floja.
Bueno, todos aquí saben que soy la secretaria de presidencia. Si lo pregunta es porque es nuevo, y puedo estar segura de que lo es, pues nunca en mi vida había visto a este hombre porque si fuera así lo recordaría por completo. No parece ser un hombre que sea fácil de olvidar.
Lucho por no mostrarme nerviosa, ante su presencia. De nuevo me aclaro la garganta para responder.
—Yo soy… —pero de nuevo falló.
—¡Audrey! —al mismo tiempo que soy interrumpida por Maggi, quien aparece de repente.
Corto la conexión visual con el atractivo hombre y le echó una mirada a mi compañera de trabajo.
—¿Maggi, qué pasa? —de reojo lo miro, su mirada sigue puesta en mí.
—El señor Anthony te está esperando en la sala de juntas.
Veo el reloj circular en la pared de enfrente y mis ojos se abren al comprobar la hora.
¡Oh, por Dios! Lo había olvidado, o más bien me había distraído. Rápidamente, agarro todas las carpetas que aliste y las empalmó una por una para llevarlas en mis brazos como una torre.
—Deje le ayudo —dice el hombre follador.
—No hace falta, yo puedo sola —respondo cuando se acerca a intentar quitarme las carpetas de encima.
Lo dejo atrás y me dirijo hacia el elevador. La puerta tarda en abrirse cuando llego, en eso antes de conseguir entrar, el hombre desconocido pasa primero olvidándose de su cortesía.
Se recarga en la pared metálica del elevador con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón y con su mirada fija en mí.
—¿Qué? ¿Piensa quedarse allí parada?
Reacciono cuando veo que las puertas del elevador están por cerrarse, pero en mi intento por entrar rápido, tropiezo y todas las carpetas salen volando junto conmigo.
Aquí es cuando pienso que ya valí. Aparte de mi trabajo regado en el suelo, llegaré tarde y con algún moretón en alguna parte de mi cuerpo por ser tan torpe.
Pero en ese mismo instante, cuando creí que tendría un moretón, los brazos del hombre que aún no sabía su nombre, me alcanzaron a tomar en el aire.
Hoy estaba viendo los ojos más hermosos en toda la faz de la tierra. Un brillo verde e intenso, tan perfectos, y esa boca tan besable. Me perdí por uno momento que pareció una eternidad.
Lo tengo tan cerca que puedo sentir su respiración calmada y el aroma de su loción de ducha, huele delicioso.
—¿Ahora sí me dejará ayudarle? ¿O seguirá comiéndome con la mirada? —una sonrisa encantadora y arrogante se dibuja en sus labios.
Me recompongo del encantamiento en el que me sumergió su atractivo rostro y apoyo mis manos en su pecho para apartarlo de mi cuerpo. Su sonrisa no se borra, al contrario, se amplía más.
—Le he dicho que no necesito ayuda, este es mi trabajo.
—Que mujer tan necia —murmura para así mismo, aún así lo alcanzo a escuchar y se gana una mirada mortal de mi parte —Como guste entonces, no soy de rogarle a nadie y menos a una mujer.
Con eso último se va, y con él por detrás las puertas del elevador se cierran.
¡Maldición! Ahora tendré que esperar el siguiente.
Minutos después llegó al piso de reuniones de finanzas, con todas las carpetas desordenadas. Ahora este si será mi final en la compañía Crawford, de que me echan, me echan.
Suspiro hondo antes de entrar, una vez lista llamo a la puerta y en cuanto me dan permiso paso. En la sala solamente se encuentra el señor Anthony, su hermano William, su hijo Fabián que es otro jefe de la compañía y por último está el hombre desconocido.
¿Pero qué? ¿Ese tipo qué hace aquí?
Le echo una mirada rápida antes de entrar del todo a la sala, llegó a la gran mesa y coloco las carpetas. El señor William me mira de un modo molesto, en cambio, Fabián agradece con una ligera inclinación de cabeza y su amable sonrisa, y mi jefe se queda mirando mi desordenado trabajo con un gesto fruncido.
—¿Qué es esto, Audrey? —pregunta.
—Los otros archivos con las cifras que pidió —contesto —No pude dejarlas en su escritorio por un inconveniente —miro de nuevo al hombre follador que está de pie junto a uno de los ventanales.
En cambio, él no parece afectado ni nada, no tiene miedo a que lo eche de cabeza, por lo que hizo hace momento atrás en la oficina del presidente de la compañía. De hecho, hasta parece relajado y cómodo viendo toda la escena, puedo decir que hasta gracia le da verme en esta situación.
Maldito follador sin vergüenza, pero sexy.
Sacudo mis pensamientos perturbables.
—Se me hace extraño en ti, siempre entregas trabajos limpios y ordenados. ¿Qué es lo que te paso ahora? —inquiere mi jefe con una ceja levantada.
—Le paso una estampida de elefantes por encima —la voz profunda y sensual del tipo extraño se escucha en toda la sala, luego de eso suelta una carcajada la cual también se une la de Fabián.
Clavo mis ojos en él. Si tuviera un superpoder quisiera el de láser en mis ojos, para perforar su perfecta cara en un segundo.
Es un grosero.
Un hecho de mi peinado que era casi perfecto cae en mi cara, lo soplo para retirarlo, sin quitar mi mirada de él.
—Daniel —Mi jefe pronuncia en dirección hacía él —Audrey, necesito esto de nuevo, pero bien hecho, por favor —asiento —Y cómo muchos ya están enterados, debo decirte a ti también que dejaré mi puesto como CEO de la empresa. Ahora será mi hijo quien toma mi lugar, Daniel —lo señala —La señorita Turner es ahora tu secretaria, espero puedan trabajar bien juntos.
Una sonrisa maliciosa se muestra en sus labios.
¿Daniel Crawford, mi nuevo jefe? No, todo menos eso. Luego de nuestro primer encuentro dudo que se pueda trabajar en un ambiente cómodo con él, aunque eso será más para mí.
¿Y si mejor renunció? No, no puedo hacer eso, este empleo es mi vida. No me queda de otra mas aguantar. Soy alguien profesional, sé que puedo con esto. Así que no dejare que ese hombre afecte mi trabajo.