29| Deseo

2566 Words
Necesitas caos en tu alma para dar a luz a una estrella danzante. —F. Nietzsche. CAPÍTULO XXIX — • — 1, 2, 3, respiro. 1, 2, 3, respiro. El sedante estaba pasando, el dolor del electrochoque también. ¿Porque el hombre de blanco me hacía esto? Simple. La madre de Catherine se lo había pedido, aquí me sacarían toda la información, ella quería saber todo de mí. Con cada descarga eléctrica obtenía aquella información que deseaba, esto era una mierda. Si, hablé sobre el internado dirigido por monjas, le dije lo poco que sabía de mi familia y también del tema de los duendes, por ese tema recibí una doble descarga porque pensaba que estaba inventando aquello. Parpadeé varias veces, dándome cuenta de que estaba sola en la habitación, no había ruido alguno, ni de máquinas, ni de pasos, no se escuchaba absolutamente nada. Me levanté con dificultad, quitándome los cables que el hombre había puesto en mi rostro y cabeza, mi cuerpo dolía horriblemente. Me quedé quieta a mitad de la habitación al oír un grito desgarrador, esperé en volver a escuchar algo más, pero todo quedó nuevamente en silencio y lo único que podía escuchar eran los latidos acelerados de mi corazón. Con cuidado salí de la habitación, con el cuerpo adolorido y mente cansada, no había nadie, las luces seguían parpadeando como de costumbre, caminé despacio, aunque no era que mis piernas fueran de mucha ayuda con el semejante dolor que me cargaba. Sangre. Había sangre en el suelo, como si hubiesen arrastrado algo pesado, además se veía fresca. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaban las mujeres que se hacían pasar por enfermeras? ¿O esos doctores malvados? No había nadie. —Sabes... —su fría voz me sobresaltó, me giré bruscamente para verlo parado junto al cuerpo del hombre blanco que me había hecho daño hace unas horas atrás —Normalmente cuando ves una de estas escenas sueles apresurarte a esconderte, pero tú te quedas allí, expuesta a que te encuentren ¿es que acaso no piensas o el hecho de estar en medio del suspenso te causa alguna fascinación? —preguntó, su voz más fría de lo normal. Aun diciendo esas palabras, no podía con la felicidad en mi pecho de verlo parado allí, con su rostro arrogante y malhumorado. —Viniste por mí —susurré, casi inaudible. —Y ya nos vamos —ordenó, pasando por mi lado, quise abrazarlo y no soltarlo nunca, pero él ni siquiera prestó atención a mi estado y siguió caminando. Con la poca energía que tenía miré hacia el "doctor" tirado en el suelo boca abajo sobre el charco de su propia sangre. ¿Blas lo había matado? ¿Así como si nada? Mi cuerpo empezó a temblar y de pronto sentí el frío que emanaba el interior del psiquiátrico. Seguí a Blasius hasta la salida, sorprendiéndome de que no hubiera nadie cerca ¿Dónde estaban todos? Me quedé callada aun viendo como el pelinegro utilizaba una tarjeta que claramente no era de él para abrir la puerta. —Sube al auto —ordenó cuando llegamos al estacionamiento. No solté ningún reproche, tenía tantas ganas de gritarle y preguntarle qué cuál era su problema a la vez que quería abrazarlo y darles las gracias por venir a salvarme, yo sabía que él estaba enojado, pero debía de mostrarme un poco más de afecto al verme tan desorientada, cansada y herida tanto físicamente como mental. —¿Dónde están todos? —pregunté casi en un susurro, después de unos segundos pensé que me ignoraría, pero respondió cortante: —Los encerré en el sótano junto a sus pacientes, así se conocerán mucho mejor —dijo con un tono malicioso. ¿Qué hay en un psiquiátrico? "Personas que no están del todo bien mentalmente" ¿Qué pasa si los encierras a todos en un solo lugar? "Caos". Blas creó caos y asesinó a alguien sin remordimiento. Todo para salvarme. —Cómo. ¿Cómo me encontraste? —mi voz casi salía débil, empecé a jugar con mis dedos para distraerme. —Tuve una interesante conversación con la señora Hale. —No le hiciste nada ¿verdad? —Nada peor de lo que te hizo a ti al enviarte a este lugar —confesó, apretando el agarre en el volante. En todo este tiempo había aprendido cosas muy curiosas de Blas: controlaba muy bien sus emociones, podía ser tierno y amable cuando se lo proponía y cruel y aterrador cuando algo le molestaba. Y otra cosa, yo era importante para él ¿el por qué? No lo tenía claro aún, pero yo le importaba y después de tanto tiempo queriendo negar mis sentimientos, hoy me daba cuenta de que simplemente con ser importante para él, me bastaba. —Gracias por venir por mí —murmuré, apoyé la cabeza contra la ventana y me dispuse a ver los árboles pasar rápidamente a nuestro lado. La madre de Catherine me había enviado a las afueras de Brasov, después de varias horas llegamos al pueblo, como siempre este estaba solitario, las estructuras de los edificios estaban agrietados y de un feo color opaco. —¿Por qué siempre parece un pueblo abandonado? —pregunté, acomodándome en el asiento para ver mejor. —Son personas con una mentalidad mediocre y temerosa —contestó sin más, se encogió de hombros como si el tema fuera insignificante para él. —Y esos carteles —señalé el montón de carteles que cubrían gran variedad del parque. —Es por el baile de máscaras. —¿Baile de máscaras? —lo celebran cada año en la plaza, debes usar un vestido elegante y antifaz, es en unos días y son las pocas veces que este lugar no parece un pueblo fantasma —mencionó, un baile de antifaz sonaba interesante, nunca había ido a uno. No tomamos el camino hacia mi casa, la camioneta se desvió hacia el lago, le lancé una mirada extraña a Blasius, pero se propuso a ignorarme durante los últimos minutos de viaje. Nos bajamos del auto, mi bata blanca llegaba hasta mis pantorrillas y mi cabello largo caía como cascadas a cada lado de mi cara, si alguna persona estuviera cerca y me viera, quizás saldría corriendo pensando que era algún fantasma, tomando en cuenta mi pálida piel y las ojeras que debía de tener. —¿Por qué no fuimos a mi casa? —le pregunté mientras lo seguía al bote. —Porque necesitas descansar. —¿Y no crees es más cómodo hacerlo en una casa que en esa cueva? —mencioné, porque era obviamente que me llevaba allí. —Catherine y Donovan seguro estarán ahí esperándote y no te dejarán descansar. —¿Catherine se enteró de lo que hizo su madre? —Y fue tan graciosos cuando discutieron. —Además ¿cómo sabes que Donovan estará en mi casa? —Porque es él y cree que por ser policía puede ayudar a todo el mundo. —Eso no tiene sentido —Blas puso una mano sobre mi boca, haciéndome callar, de un breve manotazo se la aparté. —Veo que el sedante desapareció de tu sistema, ya que tienes tantas ganas de llevarme la contraria como siempre, sube al bote y mantén la boca ocupada —me tendió una manzana, no la hubiese aceptado si no hubiera tenido el hambre que tenía en estos momentos, así que me mantuve callada y subí al bote. Blas subió unas maletas y empujó el bote de la orilla para luego subirse y empezar a remar. Me detuve a verlo por un instante, sus brazos en forma se movían al mismo ritmo, su respiración calmada, su cabello desordenadamente n***o y en su ojo azul y el otro miel se veía una sonrisa apenas perceptible parpadeante en su mirada, clavada en mí, como si quisiera decirme tantas cosas pero a la vez nada. Al bajarnos del bote Blas me ayudó, esta vez había puesto unas tiendas de acampar y una fogata estaba en el centro, la empezó a encender de inmediato ya que estaba por oscurecer. El agua se seguía viendo cristalina, provocando bañarme en ella, pero no era el momento. Seguí todos los movimientos de Blas, hasta que después de un rato al fin se sentó frente a mí, al otro lado de la fogata. Quería decirle tantas cosas, pero solo logré abrir la boca antes que él me interrumpiera. —Se porque lo hiciste, pero no me queda claro tu deseo de morir. —No tengo ningún deseo de morir —solté de inmediato. —Pues cada vez me demuestras lo contrario. Quise defenderme, decirle algo lógico que justificara mis acciones, pero no tenía nada que decir. —Quería salvar a Emily, Cold me dijo que la tenía él.. —Él es un mentiroso y lo sabes, te ha hecho daño y aun así sigues buscándolo ¿Qué creías que iba hacer? ¿Qué te entregaría a Emily y te dejaría ir? —No, claro que no, sabía las consecuencias, pero estaba dispuesta a arriesgarme por salvarla. —¿Y todavía crees que te la iba a dar? ¿Cuándo? ¿Antes o después de haberle robado su alma? —Veo que lo conoces muy bien ¿Qué tal si me hablas un poco de él? ¿O de toda esta mierda que está pasando? Vamos, merezco una explicación —no me había dado cuenta de que me había levantado del tronco para gritar con más libertad, Blas seguía en su sitio, aunque sus palabras fueran de molestia, su cuero permanecía tranquilo. ¿Cómo podía estar así si se supone que estamos discutiendo? —Aún no estás lista. —Y al parecer nunca lo estaré según tú —Tiré la manzana cerca de sus pies y cerré la carpa después de entrar, arrepintiéndome en seguida por haberle tirado la fruta comida a la mitad, ahora mi estómago me estaba reclamando. —Vamos Hayden, sal de ahí, tienes que cenar algo. —No, no quiero —sí, lo sé, me estaba comportando como una niña malcriada, pero me enojaba tanto que Blas no quisiera decirme toda la verdad, como si yo fuera algún objeto de cristal que se rompería con decirme lo que tanto se esmera en ocultar. El cansancio me noqueó como un guante de boxeo, quizás dormí por unas horas, ya que al despertar salí de la carpa encontrándome con la oscuridad absoluta de la noche, la fogata iluminaba el interior de la cueva, resaltando la sombra del fuego en ella. Me acerqué con cuidado hacia la bolsa de comida, Blas había hecho emparedados, ahora se encontraba profundamente dormido, sentado en un tronco y con su espalda y cabeza apoyada a la pared. Comí lo necesario hasta que mi estómago dejase de rugir y saciara mi hambre, en el psiquiátrico solo nos daban un puré de quién sabe de qué. No le había preguntado por Astro ya que estaba muy segura de que mi perro estaría en buenas manos, Blas no se atrevería a dejarlo a su suerte. Me acerqué a él con cuidado de no despertarlo y me senté a su lado, su pecho subía y bajaba lentamente, su cabello n***o cubría despreocupadamente su frente y sus pestañas casi tocaban sus pómulos. ¿Por qué tenía que verse tan perfecto? Me atreví a tocarlo, acaricié su rostro, deslicé mi mano por su mejilla hasta llegar a sus labios y allí me detuve, sus carnosos labios estabas entreabiertos, tenía tantas ganas de besarlo. Estaba tan concentrada en sus labios que al verlo abrir los ojos casi me paralicé, me aparté de él rápidamente, Nos pusimos de pies al mismo tiempo, Blas con su ceño fruncido sin entender que pasaba y yo con mis mejillas ardiendo de la vergüenza por haber sido descubierta. —¿Estás bien? —preguntó al instante que frotaba su cara soñolienta. —Si, lamentó haberte despertado —Di media vuelta, queriendo ocultarme dentro de la carpa para que no notara lo nerviosa que me había puesto, pero su mano atrapó mi antebrazo, impidiendo mi escape. —No te vayas —murmuró, al girarme hacia él quedé a la altura de su pecho, sus manos recorrieron lentamente mis brazos hasta llegar a mis mejillas y las apretó ligeramente justo para que no pueda darme vuelta. Nuestras miradas se encontraron, en sus ojos podía ver claramente un destello de deseo, quizás fue el calor de la fogata, la poca luz del lugar o nuestras respiraciones mezclándose que sin pensarlo me puse de puntillas para llegar a sus labios y besarle. El beso nos tomó por sorpresa a ambos, pero con cada movimiento de nuestras bocas demostrábamos lo desesperados que estábamos por tener contacto el uno con el otro. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y Blas me sostuvo de la cintura acercándome más a él al notar lo débil que estaban mis piernas, retrocedimos hasta llegar a la carpa y lentamente nos acostamos allí con la intención de no interrumpir el beso el ningún momento. Mis manos jugaban con su con desesperación, Blas acaricio mi cuerpo hasta llegar al final de la bata y se detuvo, se apartó un poco para mirarme, sus ojos me estaban pidiendo permiso. Me estaba dando la oportunidad de seguir con nuestro momento intimo o acabar de una vez por todas. Mi yo de hace meses lo hubiera apartado y me hubiese ido a rezar por los pecados carnales que había experimentado, pero esa no era mi yo de ahora, esta noche estaba lista, lista para dar ese paso que iba más allá del deseo físico. Tomé su mano y la guie dentro de la bata, dándole una respuesta breve. Sus caricias me transmitían algo que nunca había sentido antes, como si fuera una corriente de emociones acumuladas pidiendo por más, le quité su suéter con movimientos torpes y él hizo lo mismo con mi bata, pero la diferencia fue que sus movimientos si eran precisos cargados de seguridad. Entre besos y caricias nuestras ultimas prendas quedaron en algún sitio de la carpa, con ligero movimiento Blas separó mis piernas, dándole paso a su parte intima. Mi espalda se arqueo al sentirlo dentro de mí y un grito de placer-dolor se me escapó, pero fue silenciado de inmediato por un profundo beso. No sabia como describir este momento, era tan mágico y especial, tan íntimo. Nunca me imaginé que Blas y yo estaríamos unidos de esta manera, pero algo dentro de mí siempre lo deseó. . . . En la mañana todo se sentía tan bien, mi cuerpo transmitía pequeños dolores, pero nada que soportara y la vez se sentía diferente, me sentía viva. Envolví la sabana alrededor de mi cuerpo y caminé descalza por la cueva en busca de Blas, lo vi a la orilla del lago, solo llevaba unos pantalones dejando lo demás al descubierto, escenas de la noche llenaron mi cabeza, recordando como nuestros cuerpos se habían conectado. Él giró un poco la cabeza sobre su hombro y sonrió de lado al percatarse de mi presencia. —Buenos días — dijo. Sonreí, pero esa sonrisa se desvaneció al monto en que se giró por completo hacia mí, en sus manos estaba la carta, mi carta de despedida — ¿Quién es Celeste? —preguntó, ya no con una voz delicada, si no mas bien exigente. Celeste... Mi Celeste.
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