30| Celeste

1941 Words
"Nunca te olvidas de una persona que vino a ti con una antorcha en la oscuridad" —M. Rose CAPÍTULO XXX — • — Mi corazón latía fuertemente, mis manos casi temblaban y en mi cabeza pasaban tantas cosas, Blas me había dicho que tenía algo que decirme, algo importante, así que aquí íbamos en su auto, yo sin saber de qué se trataba y con la curiosidad a mil recorriendo mis venas. ¿Era sobre Celeste? ¿Qué era tan importante La ansiedad crecía cada minuto que pasaba y Blas no me decía nada, él iba tranquílame en el volante, manejando con calma mientras que yo estaba ahogándome de inquietud a su lado. ¿Y si quería hablar de nuestro momento de anoche? ¿Qué tal si me decía que fue un error lo que hicimos? —Podrías calmarte, por favor —Blas puso una mano sobre mi pierna y la apretó suavemente, sus ojos me vieron por unos segundos antes de volver su vista a la carretera. Ante su toque me estremecí, él tenía razón, debía calmarme, parecía una nerviosa loca a punto de estallar. Logré controlar mi inquietud, pero su mano seguía sobre mi pierna dándome ligeros apretones, me mordí los labios y miré por la ventana para distraerme. Al rato llegamos a mi casa, Blas me indicó que me fuera a dar una ducha y bajara, creo que fue el baño más rápido de mi vida que en unos minutos ya me encontraba bajando las escaleras en busca de Blasius. —Entonces ese es el plan —El pelinegro dejó de hablar al verme, casi rompe en carcajada al darse cuenta de que yo no era muy paciente —Ven Hayden, te contaremos el plan —dijo. Al llegar al salón vi a Cris y a Donovan sentados en el sofá, el oficial se levantó y me estrujó entre sus brazos. —Me alegra tanto que estés bien, el alcalde se ocupará de su esposa para que no vuelva hacerte daño —mencionó, dándole subes toques en la cabeza como si estuviera tratando con una niña. —Blas me dijo que encontraron a Emily, de verdad que me alegro por eso ¿Cómo sigue? —Pues no tiene mucho apetito, pero está reponiéndose, además según ella solo estuvo en el bosque por unos minutos ¿Puedes creerlo? No sé qué rayos está pasando, pero siento un gran alivió de que ya esté en casa, no sé qué hubiera hecho si no la encontraba —confesó. Sus facciones se veían cansadas. Le regalé una sonrisa amistosa antes de saludar a Cris, él solo me sonrió y saludó con un asentimiento de cabeza, un acto que me dejó extrañada pero no dije nada. Miré nuevamente a Blas para que me contara de una vez por todas eso tan importante. —Muy bien, te escucho —dije, poniéndome cómoda entre Donovan y Cris. Blas tomó aire antes de hablar. Su plan era sencillo y entendible: sacar a Celeste del internado. . . . Estuvimos hablando sobre el plan durante la mañana, Cris y Donovan habían aceptado ayudarnos, así que sería mucho más fácil. Ya había oscurecido y mi adrenalina estaba a mil. ¿Qué tal si no salía nada como esperábamos? ¿y si ella.. si Celeste no quería venir conmigo? —¿Lista? —Preguntó Blas, cubriendo con su mano la mía que no dejaba de moverse sobre mi pierna. —Eso creo. Cuando él me preguntó sobre Celeste no supe que responder al instante, pero después de unos minutos le respondí que era una amiga del internado con la que había crecido y era muy importante para mí sacarla de ese lugar, Blas solo asintió y no dijo nada más al respecto. Fui una cobarde por no decirle la verdad, por no decirle que Celeste era mucho más que una amiga, pero que ahora mis sentimentales habían cambiado, todo era diferente. —Ya es hora, vamos —indicó, me acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y acarició suavemente mi mejilla, sus labios se estiraron en una sonrisa de "Todo saldrá bien" y salió del auto. Dejé salir el aire acumulado, ya que cada vez que él me toca mi respiración se detiene. Nos habíamos estacionado unos metros detrás del enorme cartel que nos daba la bienvenida al internado religioso Mcfloy, desde esta posición era difícil que alguien viera los autos. Donovan venía en el auto de Cris, ambos bajaron y se nos unieron, les lancé una mirada antes de dirigirnos a la parte trasera del internado. Allí había una entrada escondida, a simple vista parecía ser parte del muro, pero solo eran plantas enredadas entre ellas que le cubrían el hueco en el muro. Primero entró el oficial y luego yo, aparté con cuidado las ramitas para no lastimarme y después de unos estresantes segundos logré atravesar las plantas. Esperé impaciente a que los hermanos Blak entraran, pero estaban tardando mucho. —¿Qué están esperando? —preguntó Donovan en un susurro. —No podemos entrar —respondió Cris. —¿Qué? —Adelántense, buscaremos otra entrada. —No hay más entradas —informé, pretendía salir para obligarlos a entrar, pero Donovan tiró de mi antebrazo. —Vamos, no tenemos mucho tiempo —mencionó. Él tenía razón, durante los años que estuve aquí exactamente a esta hora de la noche veía a la hermana suprema (la directora y madre de Celeste) encerrarse en la capilla a rezar, por esa razón debíamos tomar esta oportunidad. La puerta de la cocina siempre estaba abierta, así que nos adentramos en el edifico como si fuéramos unos ladrones. ¿Quién diría que nuestro querido y ejemplar policía estaría de acuerdo en esto? —Por aquí —susurré, con mucho cuidado subimos las escaleras hasta llegar al pasillo que daban a las habitaciones, la de Celeste era una de las últimas del piso. Dentro del internado no había luz eléctrica, todo era anticuado y nos movilizábamos en la oscuridad gracias a las velas en los candelabros, por esa razón sugerí no traer linternas ya que si alguien llegara a ver las luces se daría cuenta de inmediato que había un intruso en el lugar. Donovan tomó un candelabro de uno de los estantes y caminamos con silencio. Mis manos sudaban y a la vez temblaron un poco cuando giré la manija de la puerta y esta se abrió lentamente. Quería brincar de la emoción cuando entré, pero no había rastro de Celeste, ni en su cama, ni en la ventana donde se solía sentar a ver las estrellas, ella no estaba en la habitación. —¿Y ahora qué? —preguntó Donovan, mirando a cada lado, alerta por si venía alguien. —Si ella no está aquí, eso significa que está castigada —salí rápidamente de la habitación, Donovan tuvo que correr para alcanzarme, quería encontrarla ya, quien sabe qué castigo su madre le había puesto esta vez. Sin equivocarme de puerta entré a la oficina de la hermana suprema y fui directamente al cuarto de castigo, al abrir la puerta mi corazón se encogió. —Quién demonios le hizo eso —el tono de voz del oficial era clara preocupación y enojo. —El monstruo de su madre —respondí, entré al pequeño cuarto y me apresuré a soltarla. Ella estaba arrodillada, sus manos atadas al igual que sus piernas y cuello mientras que la cera de una vela le caía sobre su espalda desnuda —Celeste, mírame —intenté que recobrara el sentido, su mirada estaba ida y su cuerpo golpeado, me quité el abrigo para cubrirla —No hay tiempo, hay que sacarla de aquí —Donovan la cargó mientras yo alumbraba nuestro camino con el candelabro. Al parecer todas las monjas estaban durmiendo y la madre de Celeste se había tardado más de lo esperado en la capilla, quizás no encontraba las palabras para pedir perdón por las cosas sin corazón que le hacía a su propia hija. La fría brisa de la noche nos abofeteo al salir, me deshice del candelabro que se había apagado al instante y corrimos hacia el gran portón, este estaba cerrado con un candado. Maldecí internamente. —Mi arma —pensó Donovan, le ayudé en sostener a la rubia de pies mientras él sacaba su arma, le quitaba el seguro y disparaba con seguridad. Le costó de dos tiros para que el candado se rompiera y cayera al suelo. —¡Alto! —me enternecí ante su grito desgarrador, la hermana suprema corría hacia nosotros, su cara temblaba de pánico e ira, su cabello bien amarrado y su bata larga la hacía tropezar al intentar llegar hacia nosotros. Donovan volvió a cargar a Celeste mientras yo empujaba el portón, en un momento creí que no lo lograría hasta que Cris y Blas aparecieron frente a mí y jalaron el objeto sin ningún esfuerzo. —¡No! ¡No se atrevan a sacarla de estos muros! ¡Hayden! —el grito de ella retumbaba por todo el lugar —¡No! —cayó de rodillas en medio del portón, como si le quemara poner un pie fuera de los muros. los cuatro nos detuvimos para mirarla. —Llévatela —le ordené al oficial, él y Cris se dirigieron al auto con Celeste inconsciente por el dolor. —No sabes lo que estás haciendo, ella no sobrevivirá allá afuera, solo son un montón de pecadores hambrientos por un alma pura, por favor regrésame a mi hija, este es el único lugar donde estará a salvo, allá afuera solo hay monstruos —sus palabras no me conmovían en lo absoluto. —El único monstruo es usted ¿Qué acaso no vio cómo estaba? —grité, Blas estaba a mi lado son las manos en sus bolsillos y con el ceño fruncido, solo viendo la escena sin involucrarse —La única manera en la que ella esté a salvo es alejándola de ti —escupí a piso cerca de ella y me di media vuelta para irme. Sus gritos de ira eran como una dulce melodía para mis oídos. Me mantuve callada durante el camino de regreso, Celeste iba en el auto de adelante con Cris y Donovan. Ella iba a estar bien. Blas se mantuvo sosteniendo mi mano en todo el trayecto, transmitiéndome tranquilidad con su toque. Aún había adrenalina en mi sangre, pero ya estaba más calmada al saber que todo había terminado. Me quedé dormida hasta llegar a Brasov, apenas nos estacionamos me bajé rápidamente, quería abrazar a Celeste y decirle lo mucho que la había extrañado. —¿Qué pasa? —pregunté al ver la cara de desconcierto de Donovan cuando se bajó del auto —¿Ella está bien? —O si —respondió Cris con una sonrisa plasmada en su rostro —ya despertó y al parecer lo primero que vio no le gustó para nada —soltó una risilla y Donovan lo fulminó con la mirada. —Me golpeó la nariz, para ser una persona que acaba de sufrir tales cosas posee una fuerza bruta —señaló el oficial, masajeando su nariz. —¿Hayden? ¿De verdad eres tú? —mi mirada se encontró rápidamente con la suya, la brisa sacudió su melena rubia, bajó del auto y corrió hacia a mí con dificultad. Mis brazos la rodearon y apreté tan fuerte como si tuviera miedo de que se desvaneciera en mi brazos. —Ya estás a salvo, estás a salvo —murmuré entre su cuello. En ese momento ella hizo algo que sorprendió a todos, incluyendo a Blas quién disimuló al instante. Celeste me besó.
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