28| Cautiva

1533 Words
“Aprender a dudar es aprender a pensar” —Octavio Paz. CAPÍTULO XXVIII — • — Es-pe-ran-za. Es lo último que se pierde ¿no? Pero ¿cómo puedo tener esperanzas si lo único que hago desde que llegué a este pueblo es tomar malas decisiones?. La noche se sentía tan pesada, como si ocultara un mar de misterio e intriga, cómo si fuera capaz de absórbete en un abrir y cerrar de ojos. Ella me llevó a su auto, el ritual, o como ella lo describió "la oración de agradecimiento" lo hacían cerca de la carretera, así que no tuvimos que caminar mucho, su amabilidad me sorprendió, ya que desde que nos conocimos sólo me había tirado en cara lo peor, por ese motivo cuando la vi frente a mi y se quitó la capucha de la capa, revelando su identidad, simplemente me sorprendió. "La señora Hale" la madre de Catherine me sonrió al reconocerme y se ofreció a sacarme del bosque, un acto que agradecía internamente. —Entonces, ¿que hacías tan sola en el bosque? —preguntó al poner el auto en marcha, su rostro se mantenía sereno, sin expresiones. No podía decirle la verdad y tampoco había una excusa creíble que pudiera decir, así que simplemente me quedé callada, jugando nerviosamente con mis dedos. —Hayden ¿Qué hacías tan tarde en en bosque? —insistió, apretando el agarre en el volante. Se notaba que estaba esforzándose para no perder la paciencia y revelar su verdadera cara. —Me perdí, estaba buscando a mi perro y me perdí —mencioné lo primero que vino a mi cabeza. —A tu perro.. sabes que puedes confiar en mi ¿verdad? ya que no tienes una madre puedes contar conmigo como si lo fuera. ¿Me lo decía en serio? Desde que me conoció solo me dejaba saber lo mucho que odiaba a mi madre y el desagrado que sentía por mí. Quería volver a llorar, dejar salir todo el dolor que sentía en este instante, tanto físico como interno. Mi pecho sangraba un poco al igual que las raspadas de mis manos y rodillas, el pantalón se había roto. —lléveme a casa, por favor —pedí, abrazándome a mi misma. Aún tenía el miedo de que Cold me encontrara y acabara con lo que empezó. Mi alma, él quería mi alma, pero según él, tenía que ser otra persona que la robara ¿Pero quién?. Y ese maldito acertijo. Las lágrimas no se quedaron atrás y volvieron a fluir por mi rostro. La madre de Catherine condujo en silencio, por un momento encontré una chispa de diversión en sus ojos y una pequeña sonrisa que ocultó de inmediato ¿o fue mi imaginación?. Después de unos minutos logré calmarme, el miedo seguía presente más que nunca, pero intenté mantenerlo bajo control, dejando solo un rastro de enojo y decepción. ¿Por qué tomaba malas decisiones? ¿Por qué pensaba que podía resolver todos los problemas por mi cuenta? Blas siempre tuvo razón, debía estar con él si quería sobrevivir. ¿Hasta cuándo soportará mis torpezas?. —Sabes, se dé un lugar que hará sentir mejor —mencionó, no respondí, me limité a solo mirar por la ventana, ya quería llegar rápido a casa y abrazar a Astro y pedirle disculpa a Blas por mis tontas decisiones de valentía. Al cabo de un rato llegamos a la casa del alcalde, mis cejas se fruncieron, creí que me llevaría a mi casa, no que me traería a la suya. —Pasa la noche aquí, estarás muchos mejor que sola en esa vieja casa —la señora Hale abrió la puerta, permitiendo que entrara. El calor de interior de la casa me abrazó rápidamente, su calidez me reconfortó. —¿Puedo preguntarle qué hacían en el bosque? —solté la pregunta distraídamente, ella fijó su profunda mirada en mí, sentándose a mi lado en el sofá, ella miró mi atuendo sucio por las caídas que me había dado en el bosque, pero no dijo nada. —Es un grupo secreto de varios integrantes del pueblo, le damos gracias a la naturaleza por haber hecho que las desapariciones de niños terminara hace tres años, pero ahora volvieron, creemos que no vale la pena seguir con esto de las oraciones en medio del bosque, pero tenemos fe en que todo volverá a ser como antes, que la paz volverá a nuestro pueblo, así como lo hizo desde que tus padres tuvieron aquel accidente. Y allí estaba, soltando su veneno de víbora disfraza de amabilidad falsa. Apreté mis puños, intentado controlar las ganas de responderle groseramente. —¿El alcalde sabe de este grupo? —pregunté. Una noche los vi desde mi ventana y le pregunté a Donovan, él me respondió que nadie sabía quiénes eran los integrantes y que era un grupo secreto. Ella negó con la cabeza. —¿Por qué no te recuestas mientras te traigo algo de tomar? Un té caliente te vendría bien, estás muy pálida y nerviosa —dijo antes de dirigirse a la cocina. Me tomé el tiempo de suspirar profundamente, eran tantas las emociones que me abrumaban en este momento, llevé rápidamente mi mano a la herida de mi pecho, la poca sangre brotaba aún de dónde Cold me había enterrado una de sus garras, o uñas, ya no estaba segura que era, después de todo, él era un monstruo, una bestia, un animal sin corazón. Observé el salón, las luces estaban apagadas, dejándole todo el trabajo al Candelabro para iluminar el lugar. Era lo único que estaba encendido. —Aquí tienes —la señora Hale regreso a mi lado, sosteniendo dos tazas de té —Es de menta, te relajará en seguida —aseguró, tomando un sorbo de su taza. —Gracias. Mi cuerpo se relajó al momento en el que el líquido recorrió mi garganta, sentí de inmediato el sabor a menta, calmando mi angustia. Le di otro sorbo y otro más, hasta que de pronto empecé a sentir un leve hormigueo recorriendo mi lengua y esta empezaba a dormirse, mis ojos viajaron incrédulos a los de la madre de Catherine, ella se inclinó un poco para preguntarme si me encontraba bien y luego sonrió, se enderezó y volver a beber de su té con tranquilidad. La miré atónita por la manera en que su voz y expresión cambiaron dramáticamente, todas las alertas en mi cabeza se encendieron, pero ya era muy tarde. Intenté levantarme pero mis piernas no reaccionaron, caí al suelo junto a la taza que quedó echa trizas por el impacto. —Hay algo muy curioso —empezó a decir, yo intentaba gritar, pero solo lograba soltar algún que otro quejido —cuando tus padres murieron las desapariciones cesaron y justamente cuando tú apareces, los niños volvieron a desaparecer ¿No te parece extraño? —ella seguía hablando tranquilamente como si yo no estuviera intentando arrastrarme por el piso en un fallido intento de escapar —¿La familia Ford tendrá algo que ver con todo esto? —me preguntó. Mi visión estaba borrosa, la vi observarme, sin apartar su mirada desconcertada y cruel de mí. Y eso fue lo último que presencie antes de perder por completo el conocimiento. . . . . Al despertarme solo recuerdo como mis párpados pesaban, el olor a hospital y el dolor en mis muñecas por las sogas tan apretada a su alrededor. ¿Cuánto llevó en este lugar? ¿Unos tres o cuatro días? No lo sabía, no había ventanas para ver al exterior, todo era blanco, las paredes, el suelo y el techo, mi uniforme también era blanco, una bata blanca. Las luces siempre parpadeaban y en algunas esquinas había moho, como si no le hubiesen dado mantenimiento al lugar desde hace mucho tiempo. Los doctores no parecían doctores y las enfermeras siempre te miraban con indiferencia. —¿Cómo está mi pa siente estrella? —preguntó el hombre de blanco, él venía una o dos veces al día a verme, pero sus visitas siempre eran dolorosas —Vamos, ya sabes dónde —mencionó, quise empujarlo, pero mis manos amarradas me lo impidieron, solo pude retorcerme e intentar gritar a través del bozal que cubría mi boca. El hombre con una agilidad adquirida por la experiencia inyectó directamente en mi cuello el sedante. Me calmé en seguida, él soltó mis manos y piernas, me quitó el bozal y me guió hacia el pasillo en dirección hacia “esa habitación” . Caminé con pesadez, como si fuera un zombie.. ¿En qué parte de la historia pasamos de duendes a zombie? La cosa era que en este instante parecía una muerta viviente, arrastrando los pies y con la mirada perdida. —acuéstate aquí —ordenó, ayudándome a acostarme sobre la camilla. Después de unos minutos preparó el aparato y en un segundo la electricidad chocó con mi cabeza. Por fuera mi cuerpo estaba como en las nubes, pero por dentro parecía que me estuviera revolcando dentro de una hoguera encendida, gritando todas las maldiciones del mundo. Y así estuvo por un buen rato, hasta que sin darme cuenta, me desmayé del dolor.
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