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1358 Words
"Si te vieras con mis ojos... Entenderías" —Frida Kahlo. — • — Eran tantas las preguntas que mi cerebro podía acumular. Nunca había sido una chica que creía en lo anormal, en cosas que no existían, así que me encargaba de borrar cualquier pensamiento su realista de mi mente, porque estas desapariciones de niños a lo largo de los años, solo tenía que ser a causa de un ser humano sin arrepentimientos cuyo objetivo era lastimar. —Esto no tiene sentido —soltó Donovan, enderezando su espalda —no tiene nada en especial que los niños no estén bautizados y con respecto a tus padres y a ti, solo debe ser coincidencia, afuera hay algún loco que quiere asustarte con la frase de bienvenida en la pared de la asamblea —suspiró, quizás por frustración o desesperación, yo digo que ambas. —Tienes razón —cedí. Solo esperaba que todo esto se resolvieran pronto — ¿Sabes si hacen cultos en el bosque en las noches? Ya sabes, con capas negras y eso —Pregunté, quizás podría tener relación con el asunto. —Sí, es un grupo secreto que va al bosque una vez a la semana para dar gracias por el fin de las desapariciones, pero cómo vez, no valió de mucho —rascó su nuca y me observó —Se supone que es secreto ¿Cómo es que sabes? —preguntó cuidadosamente. Humedecí mis labios ya se encontraban resecos, más de lo normal —Pues para ser secreto no son muy cautelosos, los vi por mi ventana —contesté —Y otra cosa.... ¿Conoces al chico con ojos de colores diferente? —Ya era hora de saber quién era, debe haber un porqué de su trato tan repulsivo hacia mí. Asintió con la cabeza —Su nombre es... —El oficial Jones entró a la oficina, interrumpiendo a Donovan. —Encontraron pistas de Looke Simon, debemos ir ahora —dijo. Donovan y yo nos levantamos al mismo tiempo, él tomó su placa y su arma. —Debo ir, hablaremos después, iré a visitarte pronto, lo prometo —habló, lo seguí hasta la salida, donde Astro me esperaba impaciente así que tomé su correa después de despedirme y empecé a caminar a casa. No iba a trotar, ya estaba cansada de eso. Había venido hasta acá en vano, no obtuve ninguna respuesta satisfactoria, no avanzaba, estaba aún desde cero en este misterio. Después de casi una hora llegué a casa, mis pies ya estaban exhaustos, un buen sándwich y agua caliente para mis pies era lo que necesitaba. Empujé la oxidada verja y le quité la correa al perro —Espero te haya gustado el paseo —le dije, el me ladró y en un rápido movimiento corrió, pudo haber corrido hacía la casa, o la calle, pero tuvo que correr exactamente al lugar que tanto misterio emanaba, el bosque. — ¡Astro espera! —Grité, pero él ya iba entrando entre los árboles — ¡Ven aquí! —corrí tras de él, adiós al agua caliente para mis pies y comida para mis estómago hambriento. Esquive tantas ramas y raíces como la primera vez que entré a este lugar, al menos Astro no desaparecía de mi vista, iba a unos pasos más adelante, deteniéndose cada minuto y cuando estaba a punto de agarrarlo volvía a correr. —Astro, ven aquí ahora o no te daré de comer —Era broma, nunca le negaría la comida a alguien, en especial a un animal tan Bueno como él, pero tenía que hacer que viniera a mí, era un perro muy inteligente después de todo, y si seguía corriendo no estaba segura a donde iba a parar. Quité de mi paso varias ramas, golpeando mis piernas y brazos, quizás la próxima vez, si es que qué hay próxima vez, debería tomar en cuenta ponerme ropa más cubierta para ir a trotar, nadie sabe lo que podría ocurrir en el camino. Había una enorme rama con hojas en ella, la aparté para permitirme avanzar y me quedé perpleja al ver una casa muy bonita, tenía paredes blancas y plantas trepadoras de muchos colores decoraban su frente, con una chimenea en el techo que dejaba salir humo de ella, además a su lado estaba el lago, calmado y sereno. Había olvidado la última vez que había visto o sentido el agua verde cristalina, ni siquiera lo recordaba, hasta ahora. Pero lo que llamó mi atención fue un árbol grande que estaba a orillas del lago, tenía raíces grandes y sus ramas estaban invadidas por hojas y muchas flores amarillas, ese árbol se me hacía muy familiar. Caminé hacia aquella casa, Astro podría estar en cualquier lugar y empecé a husmear alrededor, había muchas plantas sembradas a un costado. —Oh, miren a quién tenemos por aquí —pegue un pequeño salto al escuchar una voz femenina, volteándome rápidamente para ver a una mujer mayor dueña de aquella voz —Hay una linda jovencita curioseando mis verduras —mencionó. Su cabello estaba recogido en un moño y muchas canas adornaban gran parte de su cabeza, tenía un vestido largo sencillo con un bonito delantal. —Disculpe, no era mi intención fisgonear por su casa, yo vine a... —Ya sé a qué vienes—aseguró. — ¿A si? — ¡Claro! Vienes por los pasteles de ciruelas de la vieja Estella —sonrió, como si eso la hiciera feliz. —Solo vine por mi perro, discúlpeme —ella agitó sus manos y caminó hacia el porche de su casa. —Ven, sígueme, Astro está dentro con Jinna —la señora subía los escalones y abrió la puerta para que entrara. Quién diría que un perro tenía más vida social que yo, al parecer todo el pueblo lo conocía y querría —Vamos, no seas tímida, pasa —entré con cuidado, era muy cálido el interior y un exquisito aroma invadió mis fosas nasales. —Es muy amable, pero en serio no quiero molestar —me excusé, había tenido una mañana irritada y lo único que quería ahora era agua caliente para mis pies. —No molestas a nadie aquí —sonrió, indicándome que me sentara, dude un poco, pero obedecí —Jinna, ven aquí, tenemos visitas —gritó, caminó hacia la cocina y sacó un bandeja con muchos pasteles y definitiva olían a ciruelas. Astro salió de un pasillo y llegó a mí moviendo su cola, este perro iba a meterme en serios problemas algún día, lo presentía. — ¡No puedo creerlo! —me puse tensa ante el grito, una chica con cabello marrón y ojos mieles caminó hasta mí, con una enorme sonrisa mostrando cada uno de sus dientes —Mírala Estella, es perfecta —Se sentó a mi lado de un salto, su piel era clara, pero no tan pálida como la mía y su sonrisa podría asegurar que llegaba de oreja a oreja —que dicha debe ser la sangre que fluye entre tus venas —dijo. Su comentario fue tan extraño e inusual que no sabía que responder ante eso. —Oh, vamos Jinna, no asustes a nuestra invitada —la señora Estella se sentó frente a mí, brindándome un dulce, el cual tomé con gusto. No había probado algo parecido en mucho tiempo, lo único dulce en el internado eran los cubos de azúcar para el té, nada más. —Es un gusto conocerte, Jinna, a las dos, soy Hayden — Me presenté, lástima que no tenía las ganas de brindarles una sonrisa. —Lo sabemos, mi hermano creyó que no te volvería a ver nunca más, pero aquí estás, es el destino —dijo una muy alegre Jinna. De qué estaba hablando... —El destino puede ser muy cruel la mayor parte del tiempo —La sonrisa de la señora Estella se había esfumado y sus ojos color miel me observaban con determinación. —No tengo idea de lo que me están hablando, creo que mejor debería irme —Esto se había vuelto muy raro y ¿porqué esa chica hablaba de mi como si me conociera? tenía que salir de aquí.
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