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1223 Words
Había pasado una semana, una semana donde la cama se había vuelto mi más grande amiga, solo me levantaba para darle de comer y bebe a Astro y volvía a acostarme. El ánimo había desaparecido de mí drásticamente, por las noches mi cabeza no dejaba de pensar y ni siquiera me había bañado. Astro se montó sobre la cama y empezó a ladrarme, el hacía eso cada mañana, pero siempre lo ignoraba. —Hoy tampoco tengo ánimos de levantarme —acaricié su cabeza para que se callara, pero siguió ladrando. Él quería que me levantara, pero no encontraba los ánimos ni las ganas de hacerlo. Catherine no había venido a verme, después de decirme que su familia se alegraría de verme, yo le creí, ilusionándome. Donovan tampoco había venido y eso por alguna extraña razón me lastimaba. No tenía a nadie... Y lo peor es que estaba encerrada en mi casa, sin siquiera darme cuenta que le había hecho caso al idiota chico con heterocroma, tal y como él quería que me quedara en casa. Creo que la idiota era yo. Astro volvió a ladrar y sin saber por qué, estaba de acuerdo con el animal, tenía que levantarme y salir. No porque un chico o el mundo entero te hayan tratado mal significa que te eches a morir justo como lo estaba haciendo yo. Me paré con firmeza y fui a ducharme, después de durar casi media hora bajo el agua quitándome el mal olor me puse una ropa ligera para hacer ejercicio, mi madre tenía casi de todo en el closet, excepto otro par de zapatillas, solo tenía unos, los cuales sabía que serían mis amantes de por vida. Baje las escaleras y amarré muy bien mis zapatillas. Si nadie venía a mí, yo iría hacia ellos. Fui a la cocina por un emparedado y rebusqué en las compras que había hecho hace días y encontré una correa, para llevar a Astro a pasear. Hoy no me había hecho la trenza que acostumbraba tener en mi cabello, solo lo amarré con rapidez en una cola alta. Me aseguré de cerrar la puerta con llave y guardarla muy bien en mi bolsillo. Cerrando la pequeña verja oxidada mis ojos viajaron hacia el bosque, donde aquel chico desapareció en la oscuridad de la noche sin sentir algún tipo de temor. —Vamos Astro, daremos una vuelta por el pueblo —empecé a trotar junto a él a mi lado. Como siempre todo estaba en silencio, las casas, las calles. No eran más de las ocho de la mañana y era domingo, tal vez las personas dormían más de lo habitual ese día y muchos no tenían que ir a trabajar por lo que se hayan tomado el tiempo para descansar más. Pero si sabía qué lugar estaría abierto a esta hora y quién si estaría trabajando desde temprano, o eso esperaba. Llegué a la comisaría casi sin aliento, el pueblo podría parecer pequeño estando en auto, pero a pies perecía un enorme lugar. Entré junto a Astro, cuando un oficial de tez morena me recibió. —Buenos días jovencita, en que puedo ayudarla —saludó, revisando unos papeles sobre el mostrador. —Buen día ¿está el oficial Donovan? —Está en su oficina, puedes pasar, es en aquel pasillo, puerta tres —señaló a un lado, le agradecí y él sonrió al ver al perro. — ¡Astro! —Se puso de cuclillas para acariciarlo —Escuché que ya tienes un hogar —habló con el animal y me volvió a sonreír —Eres Hayden supongo, tienes suerte de tener a un perro tan fiel como este —señaló a Astro. —Sí, la tengo —dejé a Astro en cuidado del oficial Jones, lo sé por qué tenía una pequeña placa con su nombre, pero no le pregunté por qué sabía el mío, quizás Donovan le había hablado de mí. Toque la puerta y entre con cuidado al escuchar su voz, estaba distraído viendo unos archivos, al verme se paró rápidamente, sorprendido. — ¿Hayden? ¿Qué haces aquí? —sonrió como de costumbre. —Hola —saludé y me senté frente a él. —Hola, me alegro de verte —tomó asiento, apoyando su codo en la mesa y su mentón sobre la palma de su mano —ah qué se debe esta visita tan inesperada señorita Ford. —No fuiste al baile... —Empecé a decir, en realidad lo único que quería saber era por qué no había ido a visitarme y si era verdad sobre la desaparición. —Mi turno terminó tarde y he estado muy ocupado esta semana —se frotó el rostro — lo siento por no ir a verte, sé que estás sola todo el tiempo y eso no está bien... —No te preocupes por eso —me incline para tocar su hombro en forma de apoyo y mostrarle que contaba conmigo —Dime ¿saben algo del niño? —Su rostro reflejó tristeza y me arrepentí por haber preguntado, pero necesitaba saberlo — Sé que lo encontrarán —aseguré —Quizás tenga alguna relación con el mensaje en la pared... —su mirada me hizo callar, como si supiera algo pero no quisiera decírmelo — Creo que el mensaje era para mí —miré mis mansos mientras jugaba con ellas, estaba nerviosa. —Lo sé —contestó —Pero lo que nos aterró a todos los oficiales fue que era sangre de verdad, tal vez de un animal o una persona, no lo sabemos —lo miré sorprendida tras sus palabras —Queremos creer que fue una broma, nunca había pasado algo así. Yo también quería creer eso... — ¿Puedo ver el expediente del niño? —Pregunté, quería ayudar en lo que pudiera. Donovan me tendió una carpeta y con manos temblorosas la abrí, dejándome ver una pequeña foto de un niño rubio, mostrando su sonrisa y la falta de un diente. Mi corazón se contrajo, no me imagino la angustia que debe de estar sintiendo su madre. Seguí mirando, El Niño tan solo tenía seis años. Tenía que haber algo en común con los otros niños desaparecidos, algo tenía que encajar, una conexión o algo — ¿Puedo ver los expedientes de los otros niños? —Pregunté, Él suspiró pero asintió. Abrió una gaveta que estaba con llave y me mostró siete carpetas. — ¿Recuerdas que te dije que las desapariciones terminaron hace tres años después de la muerte de tus padres? —dijo, tratando de llegar a una conclusión. — ¿En qué año empezaron las desapariciones? —pregunté antes de que prosiguiese. —2008 —afirmó —Ese fue el año en que mis padres me enviaron al internado —dije incrédula. —No sabía que te habían enviado a un internado —confesó. Claro que él creía lo que la gente decía. —Eso no es importante ahora —revisé con cuidado cada expediente y solo había dos cosas en comunes que conectaban a estos niños —Todos tenían entre cinco, seis o siete años y ninguno estaba bautizado —dije. Pero... ¿Eso que tenía que ver? ¿Y por qué las desapariciones empezaron justo cuando me fui y terminaron después de la muerte de mis padres? Tantas dudas y preguntas, yo solo quería obtener respuestas.
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