31|Baile

2617 Words
Para qué sirve pensar en lo que fuimos si ya no somos. —Mario Benedetti. CAPÍTULO XXXI — • — Me era casi imposible creer que ella estuviera aquí, se veía tan diferente sin ese uniforme y sin su cabello trenzado, ahora se veía libre, sin ataduras y su sonrisa era tan honesta como el brillo de agradecimiento que veía en sus ojos cada vez que me veía. —Tu madre era muy hermosa —mencionó, Celeste estaba sentada en la cama junto a Astro viendo la fotografía donde estaba con mis padres. Desde anoche no dejaba de curiosear y decir lo hermosos que estaba cada cosa. Yo la entiendo, hace unos meses atrás me emocionaba cada cosa nueva que veía, aunque no lo demostraba tan alegóricamente con ella. Dejé el desayuno en su regazo y me senté a su lado, mirándola atentamente hasta que me devolviera la mirada. —¿Me dirás por qué te castigaron? — pregunté, su cuerpo se tensó y metió una tostada a su boca para no responder —Si no quieres hablar de eso está bien, lo entiendo —no quería presionarla, aunque si me intrigaba muchísimos por qué ese castigo, cuando la hermana suprema solía castigarnos y nos desnudaba era para "reprimir nuestros deseos carnales y avergonzarnos de nuestros cuerpos". —¿Qué haremos hoy? —preguntó, cambiando de tema. Dejé salir un suspiro y me froté el rostro para desviar cualquier tensión en mis expresiones, debía calmarme, después de todo estaba segura de que ella me lo contaría cuando estuviese lista, después de todo este era el comienzo de nuestras largas vidas juntas. —¿Qué te parece ir por un helado? —ella dio un pequeño brinco de felicidad y asintió. Nos merecíamos ese helado. Fruncí el ceño al escuchar que alguien tocaba la puerta, le dije a Celeste que terminara de desayunar y me dirigí hacia la planta baja, mis manos empezaron a sudar con solo pensar que podría ser Blas, ayer después del saludo tan afectivo que Celeste me dio el pelinegro no volvió a pronunciar palabra alguna, solo se despidió con un asentimiento de cabeza después de que les agradecí por ayudarme a sacar a Celeste del internado. ¿Y si era él y quería una explicación? ¿Cómo le diría que mi corazón no solo le pertenecía a él? Después de unos segundos de duda abrí la puerta, Catherine se abalanzó hacia mí apenas puedo un pie dentro de la casa. —¡Estás bien! Oh, lo lamento tanto Hayden, mi madre está loca y no tengo palabras para justificar sus acciones —dijo casi sin aliento. —Todo está bien, no tienes por qué disculparte, tú no hiciste nada —la aparté suavemente para ofrecerle una sonrisa, sus ojos estaban húmedos y enrojecidos —Vamos, quita esa cara, yo estoy bien no tienes de qué preocuparte. —Es que ella, no puedo creer de lo que es capaz —tiró su cabello castaño hacia atrás y empezó a echarse fresco con sus manos intentando recomponerse. —¡Hola! —Catherine y yo miramos hacia las escaleras donde Celeste saludaba con emoción y timidez a la vez. —Catherine ella es Celeste, crecimos juntas en el internado —las presente —Celeste ella es Catherine, la hija del alcalde del pueblo. —¡Mucho gusto! —Catherine caminó hacia ella para darle un abrazo, su estado de ánimo volvió hacer el mismo. —¿También irás con nosotras a comer helado? —preguntó la rubia, Catherine sonrió y asintió. —Muy bien, creo que podemos irnos entonces —propuse, al girarme choqué con el cuerpo de Blas, su cabello estaba desarreglado dándole un aire de rebeldía, sus expresiones no transmitían nada —Lo siento, no me di cuenta de que habías llegado. —No te das cuenta de muchas cosas —respondió sin más, estaba a punto de reprocharle, pero el ladrido de Astro me calló. El canino recibió a Blas con saltos y ladridos de alegría, él se puso de cuclillas para acariciarlo mientras él animal meneaba su cola con entusiasmo. —Hola Blas ¿Vendrás también por helado? —invitó Catherine, el pelinegro me miró unos segundos y negó con la cabeza. —No quisiera arruinarle su salida con mi presencia —respondió amablemente y se dirigió a mi —así que si quieres puedo quedarme con Astro hasta que vuelvan. —Supongo que si —murmuré, apartando la mirada de sus intensos ojos. Dentro de un rato Catherine, Celeste y yo no encontrábamos hablando animadamente en la heladería y cuando hablo de "animadamente" me refiero a Catherine y a Celeste, ya que yo me mantenía en silencio concentrándome en mi helado especial que Maikel me había preparado (una copa llena de helado de chocolate con crema batida y pequeños trozos de chocolate n***o) se lo agradecí eternamente. Ellas hablaban y reían, algunas veces me unía a sus risas, pero sin saber el tema de conversación hasta que volvía a sumergirme en mi burbuja y pensar en todo y a la vez en nada. —¿Entonces qué te parece? —Catherine me miraba fijamente esperando una respuesta de mi parte. —¿Qué? —parpadeé varias veces sin entender de que estaba hablando. A mi lado Celeste suspiro y sonrió. —Catherine nos está diciendo que adelantaron la fiesta de máscaras que hacen todos los años. —Oh ¿Y cuándo es? —¡Hoy! —chilló la castaña —¿Acaso no viste la plaza llena de personas? Están arreglando todo. Tenía razón, pocas veces había visto tantas personas juntas en este pueblo, la primera vez fue en el baile de la asamblea que resalté con mi vestido blanco cuando las reglas indicaban en ir de n***o. Esa noche era "una paloma blanca entre cuervos" o así me describió Blas aquella vez. —¿Irán verdad? —preguntó, cerrando los ojos mientras saboreaba su malteada. Intercambié una rápida mirada con la rubia y asentí. ¿Por qué no ir? Sería bueno para Celeste ir a su primer baile, necesitábamos distracción y yo debía olvidarme de Cold y todos los sucesos traumáticos. —Esto es lo mejor que he probado en mi vida —confesó Celeste, Maikel le había dado el especial que me dio a mí la primera vez que vine. Me gustaba verla feliz, sin preocupaciones ni con el temor de ser castigada por cualquier cosa que según su madre "eran indebidas" Catherine nos contó más sobre su familia, ella quería volverse alcalde igual a su padre y volver hacer este pueblo un lugar turístico de Transilvania. Quizás en unos años todo sea posible. Maikel también charló con nosotras aprovechando que éramos las únicas clientas, supongo que todos estaban ocupados arreglando la plaza y eligiendo sus atuendos. Descubrí que Maikel es hijo del dueño de la heladería y que pronto pasaría a él, así que estaba emocionado por eso. —¡Las veo esta noche! —gritó el pelirrojo mientras nos subíamos en el auto. Al llegar a la casa Catherine se tuvo que ir de una vez con la excusa de que debía buscar el vestido perfecto. El auto de Blas no estaba así que seguro había salido con Astro, lo confirmé cuando Celeste leyó la nota que estaba en la isla de la cocina: Salí con Astro, estén listas a las 7. —Mi madre debe tener algunos vestidos, veamos que nos queda —tomé la mano de Celeste y subimos a la habitación, las dos fruncimos el ceño al ver la caja blanca sobre la cama. Al abrirla me sorprendí, saqué de allí dos vestidos, uno rosa pastel y el otro azul, como el color profundo de mis ojos. —Blas te debe de querer mucho para regalarnos estos vestidos —dijo la rubia, pasando suavemente sus dedos por la tela. —Ya no estoy muy segura de eso —la respuesta se me escapó en un murmullo, pero Celeste estaba tan concentrada en la suavidad de las prendas que no me escuchó. Supuse que los vestidos eran para el baile de máscaras y Blas nos venía a recoger a las 7 según la nota que dejó, bien, teníamos mucho tiempo para alistarnos, en realidad no era que me importara mucho esa actividad en el pueblo, pero debía aceptar que mi aspecto requería de un largo trabajo, así que mejor era arreglarnos desde ya. . . . Miraba por la ventana, recordando cómo solía pintar los atardeceres desde la ventana del internado, el sol estaba por ocultarse y decoraba el cielo en tonos naranja y rosa. Estuve pensando mucho si abandonar este pueblo o no, aquí había muchos problemas, muchas cosas inexplicables que me aterraba la idea de ver a Celeste involucrada en estos temas. Ella entró a la habitación y sonrió al verme, su cabello estaba peinado en una trenza suelta de lado y algunos mechones caían a sus costados. Insistí en que se pusiera un labial que Catherine me había regalado esta mañana, ella me había traído una bolsita con distintos cosméticos de maquillaje siendo eso parte de sus disculpas por qué me hizo su madre. Celeste y yo nunca nos habíamos maquillado, por esa razón la convencí de que experimentará algo nuevo y tuve que convencerla de que su madre no la volvería a castigar por verse en el espejo. —¿Lo ves? No es un pecado ver tu propio reflejo, además te ves muy hermosa —mencioné, ella sonrió y asintió. Su vestido le quedaba hermoso, era ajustado hasta la cintura y desde allí caía con vuelo hasta sus tobillos. —Tú también estás hermosa y ese vestido te queda espectacular —acarició mi mejilla, sus ojos se detuvieron en mis labios por unos segundos hasta que cerró los ojos y se alejó. —¿Pasa algo? —Tu cumpliste con tu promesa, me sacaste de ese lugar y yo te fallé. —¿De qué estás hablando? —me senté a su lado en la cama, ella se cubrió la cara con las manos. —Me besé con otra —confesó a punto de llorar —cuando te fuiste me sentía tan sola que empecé a pasar más tiempo con una compañera, nos hicimos tan cercanas y ayer estábamos solas en la capilla y sentí tantas ganas de besarla que lo hice, fue en ese momento que una de las hermanas me vio, por eso me castigaron —terminó de decir para tomar una bocanada de aire después de hablar rápidamente. —Oye, mírame —tomé su barbilla y la obligué a verme —No tienes por qué preocuparte por eso, está bien, no voy a juzgarte. —Pero te fallé, Hayden. Además, tú nunca te olvidaste de mí y me salvaste. —Eso no es motivo para que te sientas culpable. —Si lo es, aun cuando te mueres de ganas por estar con él estás aquí, conmigo se levantó para acercarse a la ventana. —Espera —me le acerqué —¿De qué me estás hablando? —Hayden —Celeste me miró fijamente y me agarró suavemente de los hombros —Estás enamora de Blas —mi cuerpo se tensó ante sus palabras, sorprendiéndome —se nota en tu mirada, en la forma entrecortada en la que respiras cuando estás cerca de él, tú cuerpo reacciona sin pensarlo ante su presencia y aun así sigues a mi lado ¿Crees que no me doy cuenta del amor que estás rechazando para evitar lastimarme? Me había dejado sin palabras, no sabía que responderle porque era verdad. —Al fin somos libres, empezaremos a conocer personas, lugares y no puedo permitirte que te aferres a mí cuando tú corazón pertenece a otra persona, porque la lastimada serás tú —continuó —Debes prometerme que seguirás tu corazón ¿ok? —asentí con la cabeza porque las palabras se negaban a salir de mi boca, como si el ratón me hubiese comido la lengua. —Te quiero —susurré, sus labios se estiraron en una sonrisa y me abrazó. Ella lo entendía perfectamente, yo estaba dispuesta a dejar todo por estar con ella, aún si eso me destruía, pero ella lo entendió todo. —Siempre estaremos la una para la otra, siempre —ella alisó mi cabello y dejó un suave beso en mi frente. Por la ventana vimos a Blas estacionarse frente a la acera, yo bajé de inmediato a recibirlos mientras Celeste terminaba de arreglarse. —Te ves muy bien —dije al abrir la puerta, su esmoquin le quedaba perfectamente, se veía tan bien. —Apuesto a que te ves bien con cualquier color, pero el azul te queda espectacular —observó, tomó mi mano y dejó un beso en ella, enviándome cosquilleos al cuerpo entero. Sacó de su bolsillo un collar "mi collar" —¿Dónde lo encontraste? —En el bosque, supongo que se te cayó en tu encuentro con Cold —me recordó con cierto aire de desaprobación —¿Puedo? —contuve la respiración y di media vuelta, hice mi cabello a un lado hasta sentir el rosé de sus dedos en mi cuello. ¿Por qué me ponía tan nerviosa? —Gracias —agradecí cuando terminó de ponerme el collar. Vi a Jinna en el auto, sorprendiéndome. Blas se dio cuenta y sonrió. —Lo sé, es raro verla fuera de la casa, pero le gustan estos eventos —explicó. Después de unos minutos ya íbamos en camino hacia el pueblo, la música se escucha a kilómetros antes de llegar, el centro del pueblo se veía irreconocible, se veía vivo. Había muchas personas vestidas elegantemente, había diferentes juegos y actividades y en el centro las personas bailaban un suave vals. —Esto es increíble —mencioné, viendo cada detalle de la decoración. —Iré por algo de tomar ¿Me acompañas Celeste? —Jinna se llevó a Celeste antes de darnos tiempo a reaccionar y desaparecieron entre la gente, Blas miraba en su dirección con el ceño fruncido y algo tenso. —¿Quieres bailar? —le pregunté, él seguía concentrado intentado encontrar a su hermana entre la multitud —Blas —alcé la voz y tiré de su manga, ganándome su atención. —¿Sí? —Te pregunté que si quieres bailar —su rostro se suavizó y entrelazó nuestras manos. —Nada me gustaría más que eso. Sonreí y algo dentro de mí gritó de emoción. Mientras esperábamos el siguiente baile caminamos por el parque, todo estaba bien iluminado y en cada esquina había un puesto de comida. También vi a Maikel, él se emocionó al verme, pero solo levantó la mano en forma de saludo y se perdió detrás de un carrito de hotdog. —Asustas a mis amigos —le mencioné a Blas, porque claramente Maikel no vino hablarme al darse cuenta de que mi acompañante era nada más que Blasius Blak. —No parece ser un chico que se asuste fácilmente —comentó, sonriendo con su respuesta. Puse los ojos en blanco ante su sarcasmo, el pelirrojo claramente tenía postura de asustadizo. La música terminó y algunas personas abandonaron la pista de baile mientras otras solo se quedaban en su sitio esperando la próxima pieza. Blas me guio hacia el centro y me tomó por la cintura, acercando nuestros cuerpos, su mano descansó en mi espalda baja y la otra sostenía mi mano derecha. Y allí, bajo las estrellas, él y yo nos miramos fijamente mientras nos movíamos al ritmo de la música. Celeste tenía razón, debía seguir a mi corazón, y este me guiaba directamente al chico frente a mí, ya no tenía dudas sobre eso.
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