27| Bosque.

1937 Words
"De madrugada todo duele el doble" —Gilraen Eärfalas. Capítulo XXVII — • — —Vamos, quédate quieto —intenté calmar a Astro, quien estaba demasiado inquieto en el asiento trasero del auto. —¿Crees que le duela algo? —preguntó Blas, bajando la velocidad mientras el perro se pasaba hacia adelante, era tan grande que casi no cabía entre mi regazo. —No lo sé —Astro se calmó una vez empecé acariciar sus orejas —Su pata parece estar sana del todo —me encogí de hombros, inspeccionándolo. Después de un rato llegamos a la casa, el sol ya se había ocultado hace varias horas, cubriendo con oscuridad el cielo. —Entonces ¿Irás mañana? —la pregunta de Blas me tomó distraída. Encendí la luz de la sala de estar, rápidamente Astro entró y se subió sobre el sofá. —¿Mañana? —Si, al curso pueblerino. Solté una risa sin un poco de gracia. El curso pueblerino para poder entrar a la universidad parecía un chiste con todo lo que estaba ocurriendo, ya había perdido la cuenta de las veces que había faltado, ni siquiera tenía pensado continuar, no tenía caso. —Con todo lo que está pasando ¿En serio me preguntas eso? —puse los ojos en blanco, Blas se encogió de hombros y tomó uno de los libros filosóficos de mi padre, acomodándose a un lado de Astro para empezar a leer. —Iré a cambiarme de ropa —agregué y corrí escaleras arriba. No tenía mucho tiempo, debía prepararme para mi encuentro con Colt, era mi única oportunidad de salvar a Emily. Tomé la fotografía de mis padres y suspiré, ya no tenía nada que perder y estaba segura que si algo me llegase a pasar, Blasius cuidaría muy bien de Astro, o Donovan, después de todo era un animal muy querido por el pueblo. Dejé la fotografía a un lado y tomé papel y un bolígrafo, empezando a escribir mi carta, en caso de que no sobreviviera esta noche. Mi mano temblaba con cada palabra que dejaba sobre la página y una lágrima cayó sobre ella, siendo absorbida rápidamente por la delgada textura. —Todo saldrá bien, estás haciendo lo que debes haces —murmuré para mí misma. Intentado controlar los nervios que consumían lentamente mi ser. Al terminar me coloqué una ropa cómoda, mi cabello lo tejí en una trenza, recordándome mis se tiempos en el internado. Con el pecho apretado y los nervios a punto de traicionarme, bajé hacia las escaleras, Blas solo levantó la vista para verme unos segundos y luego seguir con su lectura. —¿A dónde vas? —preguntó, sin apartar la vista del libro. Me sobresalté e intenté controlar mi voz, para que no descubriera lo nerviosa que estaba. —Haré la cena —mentí, me tensé al verlo levantarse y dejar el libro a un lado, metió sus manos en sus los bolsillos y se paró frente a mí, su mirada desconfiada me observaba atentamente, en busca de algo. Él sabía que mentía, pero solo le mordió un poco su labio inferior, ganándose mi atención justo en esa parte. —¿Qué estás tramando? —preguntó en un murmuro, inclinando un poco su cabeza y frunciendo el ceño. Blas volvió abrir la boca para decir algo, pero lo interrumpí con un beso. Vaya mi manera de distraerlo. Atrapé sus labios tomándolo por sorpresa, otra vez. Apreté su rostro entre mis manos y el rodeo mi cintura con una y con la otra exploró mi cabello, sin que tuviera oportunidad de alejarme de él en cualquier instante, algo que estos momentos no tenía intención de hacer, porque además de agarrar el beso como distracción, me gustaba besarlo, sentir como puedo traspasar su muro de frialdad. Me separé de él, ganándole una mira de incredulidad y admiración. Nos miramos por unos segundos, fui la primera en apartar la mirada y retrocedí. Blas estaba a punto de volver hablar cuando la patrulla de Donovan se estacionó frente a la casa. Intercambie una mirada fugaz con el pelinegro, él salió para recibir al oficial y yo me apresuré a la cocina, esta era mi oportunidad para escapar, Blas nunca me dejaría ir y si llego a sobrevivir, espero que algún día él pueda perdonarme por la decisión que estoy tomando. Al llegar a la cocina tomé un pequeño cuchillo y lo guardé en el bolsillo delantero de mi abrigo. Tenía que estar preparada. Astro ladró a mi lado, asustándome, me arrodillé frente a él y puse la carta en su collar, así sería más fácil para Blas verla. —Estarás bien, lo prometo —le susurré al canino, acaricié sus orejas para después miré por la venta, Blas mantenía una postura tranquila y su semblante frío, mientras que Donovan estaba inquieto. > Le lancé una última mirada a Astro antes de salir por la puerta de la cocina, que llevaba a un costado de la casa, frente al bosque. Mientras me echaba a correr, escuchaba los ladridos de Astro, la oscuridad del bosque me golpeó al atravesar los arbustos, rasguñando mi ropa. Con manos temblorosas saqué la linterna y la encendí, caminando sin rumbo podía escuchar el canto de los búhos y algún que otro animal. Colt aparecería en cualquier momento, siempre tomándome por sorpresa, provocándome un casi infarto. El olor a humedad era fuerte y el frío que hacía era incontrolable, aún cubierta por el abrigo podía sentir la frialdad en mis huesos. Dejé de caminar al escuchar un ruido, mi piel se erizó al escuchar el silbido a la perfección, casi en mi nuca. Me volteé, alumbrando a mi alrededor, pero no podía ver nada, como por arte de magia, como si la naturaleza hubiera leído mis pensamientos, la luz de la luna llegó en el momento preciso, aclarando un poco mi alrededor. Por un momento dejé de respirar al notar una silueta entre los enormes árboles, que desaparecía de vez en cuando y volvía aparecer en otro lugar, jugando con mi mente. —Ya basta Colt, se que eres tú —literalmente estaba dando vueltas en el mismo lugar, intentado encontrar aquella silueta en la oscuridad. En mi interior rogaba por que solo fuera parte de mi imaginación. Mi respiración estaba agitada, casi al nivel de tener un ataque de asma. La respiración de alguien contra mi cuello me heló los huesos, me aparté bruscamente, cayendo hacia un lado, perdiendo el control de mi linterna, con manos temblorosas la levanté de la húmeda tierra, dejando a la vista unos zapatos, lentamente fui alumbrando a la persona frente a mí, hasta llegar a su rostro, un sonriente Colt me observaba atentamente, sus ojos mieles brillaban y su sonrisa siniestra me impedía hablar, sentía como si tuviera navajas en mi interior. —En el piso, como un desagradable e inútil escarabajo —mencionó, escupiendo cada palabra con tranquilidad disfrazada de desprecio y arrogancia. Retrocedí en el suelo, golpeándome con las enormes raíces de los árboles al ver su cuerpo transformándose en esa niña, pero su sonrisa siniestra seguía estando allí —¡Ven y atrápame! —gritó, usando la voz angelical antes de soltar una carcajada y correr hacia la oscuridad. Por el Divino, mi corazón está a punto de salirse a causa de los nervios acumulados. —Ya basta —balbucee, controlando el temblor de mis piernas. Logré levantarme con ayuda de un árbol —Aquí estoy, devuélveme a Emily —exigí. —¿No te enteraste? —Colt apareció a mi costado, volviendo a helarme los huesos. Me mantuve callada, esperando que continuara —La madrina de la mocosa la encontró esta tarde cerca del lago ¿Acaso tu amigo el oficial no te lo dijo? —sus palabras estaban llenas de burla. Donovan había ido a mi casa para decirme y yo escapé antes de que lo hiciera y Colt lo sabía. Ahora estaba aquí, al borde del miedo, en medio del bosque y envuelta en la espesa oscuridad con el monstruo dispuesto a quitarme la vida. Que tonta había sido. —No, no, no —dijo, acercándose a mí, al intentar retroceder choqué con el árbol, impidiendo mi escape y facilitándole su amenaza —No debes llorar —agregó al escucharme sollozar. —Qué quieres de mí —no lo soporté más y rompí en un llanto silencioso. —Esto —presionó mi pecho con su dedo —Tu alma, esa alma pecadora y sucia, pero no debo ser yo quien la tome, así que repasemos los acertijos —cada vez apretaba mucho más mi pecho, pegándome por completo al árbol —En el bosque una criatura surgió, que a los humanos su fortuna les dio... —La bruja, la bruja que vivía antes aqui —respondí rápidamente, ganándome una sonrisa de aprobación de su parte. —Los padres a sus hijos cuidarán, si el peligro cerca está, a un lugar seguro los enviarán. —Mis padres —solté un suspiro tembloroso antes de continuar —Mis padres me enviaron al internado,la bruja les dijo que allí estaría a salvo. —Muy bien mi querida Hayden, ahora ¿De quién te protegían? —preguntó, enterrando su uña en mi pecho. Cerré los ojos con fuerza, intentando no demostrarle mi dolor, pero era inútil —Al robar un alma, completo estarás, más si solo robas la mitad, diferente serás. Mi silencio lo hizo enojar, clavando más su uña entre mi piel. —No lo sé, aún no lo descifro —las lágrimas nublaban mi vista. —Oh, vamos Hayden, sé que puedes —quién a tu alrededor es diferente, quien tiene alguna característica diferente al resto de las personas de ese inmundo pueblo ¡Dímelo! —su uña, o más bien garra, había atravesado el abrigo y el suéter, ahora empezaba a perforarme la piel. —En serio no lo sé —balbucee ante el dolor. En un brusco y rápido momento jaló de mi cabello hacía un lado, dejando al descubierto mi cuello. Me revolví bajo su cuerpo y grité al sentir la humedad de su lengua recorrer un lento camino a lo largo de mi cuello hasta mi mejilla. En ese instante un estruendo desde el cielo nos sorprendió a ambos. Tras un relámpago y otro trueno, logré sacar el cuello que tenía en el bolsillo y sin pensarlo dos veces enterré el objeto en su abdomen. Cold retrocedió debido al dolor, se tambaleó un poco y miró con diversión el cuchillo en cuerpo. “Corre Hayden, corre” Y así lo hice, mis zapatillas resbalaban con cada paso que daba, las ramas empezaron a golpearme los brazos y rostro, con la oscuridad inmersa y débil luz de la linterna no sabía a dónde me dirigía. La risa de una niña resonó por el bosque, convirtiéndome presa del miedo. Esto se había vuelto una casería. Tras caer varias veces a causa de las raíces, mis manos dolían por las raspadas, pero no me detendría. Divisé una luz, por un momento la esperanza de que fuera la casa de Blas me traía un poco de calma, pero cada que me acercaba mis esperanzas se esfumaban, porque eso no parecía una luz de alguna casa. Corrí tanto que al llegar tropecé y caí de cara cerca de aquella luz que había visto en la distancia, era una fogata, y al rededor de ella habían seis personas cubiertas por capas negras, creando un círculo al rededor del fuego, pronunciado palabras en un idioma que desconocía. ¿En qué otro lío me había metido?
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