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1091 Words
Me tensé cuando noté la puerta abierta, fui hasta ella con cuidado, alerta a cualquier ruido y me sorprendí al ver mi exterior, el atardecer ya estaba por su segunda fase; pronto anochecería. Me había quedado dormida sin haber querido y había faltado a mi segunda clase. Vaya, que responsable era. Encendí la luz del porche y al girarme me paralice, estuve quieta por varios segundo con el corazón queriendo salirse de mi pecho, era un niño, un niño al lado de la puerta, mirándome fijamente sin parpadear. Un escalofrío recorrió mi nuca y bajo por mi columna al saber quién era, su cabello rubio llegaba casi hasta sus ojos y cuando me sonrió logré ver sus diente y la falta de algunos de ellos, tal y como vi en la fotografía de su expediente. —Juguemos, ven y atrápame —mencionó antes de salir corriendo, no debí correr tras él, pero lo hice. — ¡Espera! —me detuve un momento antes de entrar al bosque e igual el niño a unos pasos de mí —Eres Looke Simon ¿Verdad? —El solo seguía sonriendo —tus padres están muy preocupados por ti, te llevaré a casa —hice señas con mis manos para que se acercara a mí, pero solo inclinó su cabeza hacia atrás y echó a reír a carcajada. ¿Qué le parecía tan gracioso? Volvió a correr y no dudé en seguirlo, cada vez se oscurecía más y yo iba directo a la boca del lobo. El niño se detuvo y se giró hacia mí, retrocedí al verlo, sus ojos ya no eran verdes, eran blancos, totalmente blancos. Un sabor amargo se trasladó a mi boca y me costaba tragar mi propia saliva. El pequeño avanzó hacia mí pero un sujeto con capa negra lo detuvo, se pegó a la espalda de Looke y lo agarró por el cuello con una mano y con la otra sacó un cuchillo. El pánico invadía todo mi cuerpo. — ¡No! —grité al mismo tiempo que el desconocido enterraba el afilado cuchillo en la mejilla del niño y trazaba una línea por su boca hasta llegar a la otra mejilla, como si tuviera una larga sonrisa macabra. Dejé de respirar y vi caer al pequeño looke al piso con los ojos aún abiertos y su rostro, cuello y cuerpo eran manchados por su propia sangre. Las lágrimas incontrolables salieron de mis ojos y me atreví a mirar al asesino frente a mí, tenía guantes negros en sus manos y la capucha negra no me dejaba ver su rostro, hasta que se lo quitó y de mis labios se escapó un jadeo. No, Blasius no podía ser el asesino, él no podía ser el monstruo del bosque, no me agradaba pero algo en mí me hacía confiar en él, hasta ahora. Abandoné sus fríos ojos y miré al niño en el suelo y la confusión creció en mí una vez más, aquel niño ya no lo era, su cuerpo era reemplazado por el de un adulto, un adulto de cabello oscuro y ojos mieles. Donde. Demonios. Estaba. Looke Simon. Miré nuevamente a Blasius, atónita y pasmada. —Hayden... —dijo mi nombre en un susurro y eso me bastó para salir corriendo, corrí aún sin ver nada por las lágrimas empañando mi visión y corrí por miedo. Alguien me agarró de los hombros y forcejeé con él, golpeando su cara y pecho, no quería que me tocara. —Hayden mírame, soy Donovan, tranquila —al escuchar su voz abrí los ojos, ya había salido del bosque y hundí mi rostro en su pecho para llorar —Tranquila, estás a salvo —acarició mi cabello mientras me consolaba —Vayan a ver —lo escuché dar órdenes y me llevó hasta la casa, ayudándome a sentarme en el sofá donde hace unos momentos atrás me había quedado dormida. Dejé salir la adrenalina en llanto y me separé de él para apoyar mis codos en mis piernas y agarrarme la cabeza. No podía ser real ¿Entonces qué fue lo qué pasó? Donovan salió y volvió a entrar para arrodillarse a mi lado —Los oficiales no encontraron nada, Hayden necesito que me digas lo que viste para poder ayudarte. Estaba intentando controlar mi respiración, nunca había visto a alguien desangrarse, o peor, morir. Claro que le contaría lo que pasó y así pensaría que estoy loca. Nadie me creería que vi morir a un niño y que por arte de magia aquel pequeño se convirtió en un hombre en su lugar. Además si quería respuestas Blasius no me las daría encerrado en prisión, pero si no le decía nada habría sido cómplice de un asesinato. Que me lleve el divino ahora. —Quiero estar sola —logré decir. —Tienes que decirme lo que viste, Hayden —su voz era seria. — ¡No sé lo que vi! ¿Ok? —le grité, su expresión me dejó claro que estaba enojado y no podía culparlo. —Bien, te dejaré sola, descansa —se levantó y lo escuché cerrar la puerta de un portazo. No me había sentido tan frustrada y vulnerable desde la muerte de mis padres, al saber que no podía hacer nada al respecto. Astro descansó su cabeza en mi regazo y lo acaricié, ojalá el pudiera darme todas las respuestas que necesitaba. Me dirigí a la cocina para calmarme y lavé mi cara, había una pequeña ventana sobre el fregador y solo se veía oscuro afuera y mi reflejo en él, volví a lavarme el rostro hasta que mi nuca se erizó otra vez, levanté la mirada suavemente tomando un tenedor sucio del lavamanos para voltearme y presionarlo contra su cuello, Blasius levantó sus manos en forma de rendición. —Llamaré a la policía —amenacé enterrando aún más el cubierto en su manzana de adán. —Hayden, él debía morir. — ¡Era un niño! —volví a alterarme. —Él quería que pensaras eso —Sus ojos no abandonaban los míos por ningún momento. —No te creo ¿Por qué haría eso?—mis manos empezaron a temblar. —Porque es lo que hacen, confunden a sus víctimas hasta perderlos y que no puedan regresar a sus casas —bajé el tenedor ante sus palabras. — ¿Qué...? —mi voz sonó débil. Blasius suspiro y se quitó los guantes, esos guantes con los que había asesinado a alguien. — ¿Crees en los duendes? —Su pregunta fue inesperada, dejándome totalmente anonadada.
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