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1551 Words
Quién necesita disfraz si el hecho de ser uno mismo ya asusta a cualquiera. —Elena Poe — • — El sudor podía llegar a ser muy irritante en ciertas ocasiones, más cuando se expulsaba el líquido a través de los poros de las manos y no te dejaba sostener bien las cosas. Volví a secarme las palmas de las manos contra mi jeans y sostuve la página nuevamente, el camino al "tesoro" era por el bosque, pero llegaba al árbol de flores amarillas, cerca del lago. No volvería a entrar al bosque, así que giré el volando por la calle que los hermanos Blak tomaron el día anterior, memoricé su apellido cuando el profesor le hizo una pregunta a Cris, llamándolo por aquel en vez de su nombre. Astro venía a mi lado, sacando la cabeza por la ventana del copiloto, la calle era un poco estrecha y rodeada de árboles tan grandes que cubría el cielo y solo dejaba entrar pequeños rayos de luz por las aberturas de las ramas. Esta mañana me había levantado de buen humor, lavé mi cabello y lo cepillé con delicadeza para hacerme mi acostumbrada trenza de lado, ahora me sentía un poco yo misma. Bajé la velocidad al ver dos patrullas estacionadas a un lado de la calle, Donovan Llevaba su sombrero y sonrió al reconocer mi viejo auto. —Señorita Ford, siempre es un placer verla —saludó mientras apoyaba su brazos en mi ventana. —Lo mismo digo, oficial Donovan —Sus ojos oscuros me analizaron. — ¿Puedo saber qué haces sola por aquí? Esta calle solo lleva a la casa de la familia Blak —frunció el ceño. Iba a decirle que no era de su incumbencia, pero desde que llegué al pueblo él ha sido muy amable conmigo y yo grosera y cortante. — ¿Recuerdas que ayer empecé el curso pueblerino? —Asintió —bueno, nos dejaron un trabajo y tengo que resolverlo con Cris —Mentí. No quería decirle que jugaría a la búsqueda de tesoro que inventé de niña. —Al menos te tocó con el bueno —sonrió y esta vez fue mi turno de fruncir el ceño. — ¿Blasius es el malo? —pregunté intrigada. —Él es... extraño —respondió, nada de lo que no me hubiera dado cuenta antes. Astro ladró para prestarle atención y Donovan se alegró de verlo. —Qué suerte tengo de verte Astro, de hecho nos falta un perro guardia —Sus ojos cayeron en los míos — ¿Te molestaría prestármelo hoy? Sería de buena ayuda otra nariz perruna y Astro conoce muy bien este pueblo. —Por supuesto, creo que le gustaría más eso ah que verme estudiar —Astro pasó por encima de mí cuando Donovan abrió mi puerta —Lo ves, le agradas mucho —Vi por el retrovisor como Astro corría a saludar al oficial Jones —Pero creo que ya sabemos quién es su oficial favorito —sonreí. —Vaya... —Donovan me miró sorprendido —sonreíste.... —dijo con entusiasmo. —No hay nada de malo hacerlo de vez en cuando —miré al frente, tal vez debería repetirme esas mismas palabras en cada momento— ¿puedes llevar a Astro después de las siete? —él asintió y no dudé en poner el auto en marcha. La casa se veía colorida y viva gracias a las plantas en ella que trepaban sus paredes, también tenía potes de distintas flores y colores con un jardín muy organizado en todo el frente. "Lo horrible siempre se disfraza de hermoso" Las palabras de la Hermana suprema invadieron mi mente, y aunque odiará que ella tuviera la razón, la tenía. Me estacione entre un auto grande n***o y uno blanco, suponía que les pertenecían a los hermanos Blak, ya que la señora Estella se veía muy mayor para conducir. Baje del auto y me puse la gorra de papá, era marrón y vieja, pero no importaba... era de él y eso era lo que importaba. Había encontrado una pequeña pala en la casa, eso me ayudaría a escarbar. Di tres toques a la puerta principal, rezando para que fuera la señora quién me abriera la puerta y no ninguno de sus hijos e hija. Me relajé al ver su rostro cansado y marcado por la edad, sus ojos mieles se alegraron al verme y mostró una amable sonrisa. —Sabía que volverías pequeña, nadie puede contenerse a probar mis pastelillos de ciruela —sonrió. —buenos días señora Estella, quería disculparme por mi actitud de la vez pasada, no quise faltarle el respeto en su propia casa —Ella sacudió las manos para que me callara. —No te disculpes mi niña, estoy segura que le diste su merecido a mi querido Blas por alguna razón, ya era hora de que alguien lo hiciera —empezó a reír —ahora entra para darte algunos pastelillos —la seguí hasta llegar a la cocina y me sentí agradecida al no ver a nadie más en la casa. —De hecho quería pedirle permiso para escarbar junto a este árbol —le entregué el mapa para que lo viera —lo hice cuando era niña antes de irme del pueblo y no tengo ni la más mínima idea de que fue lo que oculté allí. —No hay nada mejor que una búsqueda del tesoro —tomó un poco de limonada después de ofrecerme un vaso —Claro que puedes, ahora también tengo intriga de lo que hay en ese cofre. Después de comer agarré la pala y me dirigí al árbol, mi estómago estaba lleno, esos pastelillos estaban deliciosos tal y como ella había dicho. Bajo el árbol había muchas de sus flores sobre el pasto, ahora la pregunta era ¿dónde empezaría a escarbar? Me puse de cuclillas para observar bien, tenía que haber alguna pista, marca o algo, además no comprendía el porqué de enterrar algo tan lejos de la casa, apenas era una niña y dudaba que mis padres me permitieran andar sola por el bosque, o quizás ellos estuvieron conmigo y me habían ayudado. Eso hubiera sido un hermoso recuerdo. Quité un poco de hojas e hierbas del piso hasta que vi un montón de pequeñas piedras formando una cruz ¿o era una equis? Aparté las piedras y empecé a excavar con la pequeña pala hasta golpear algo. Me levanté chocando con algo, o más bien con alguien, me giré para pedirle disculpas a la señora Estella pero me callé al ver que no era ella. — ¿Qué estás haciendo? —miró atrás de mí, viendo la pala y el hueco en la tierra. —Le pedí permiso a tu Madre, así que no tengo que darte explicaciones —me giré dándole la espalda. — ¿Puedes dejar de ser grosera? —su voz era fría. — ¿Me dirás lo que pasó esa noche? —respondí con otra pregunta, él se puso a mi lado así que levanté la cabeza para verlo, sinceramente era extraordinario ver sus ojos y creo que nunca me cansaría de hacerlo, aunque su presencia me irritara de vez en cuando. Se puso de cuclillas y con su mano terminó de quitar la tierra para sacar una pequeña caja y limpiarla con sus dedos. —Aquí tienes tu tesoro —agarró mis manos entre las suyas y puso la caja allí —No vuelvas a venir a mi casa otra vez —sus ojos perforaron los mío. Me aparté de él bruscamente, tome la pala junto al mapa y caminé lejos de él. — ¿Te vas tan pronto? —la voz de la señora Estella me detuvo y volteé a verla. Blasius llegó a ella con una sonrisa en su rostro y las manos en sus bolsillos. —Tengo prisa, lo siento —miré al chico cuyo cabello caía en su frente y lo fulminé con la mirada —pero volveré, quiero más de sus pastelillos —sonreí intentando ser simpática al ver que la sonrisa de Blasius desaparecía. Maneje rápido hasta casa, quería saber qué había en aquella caja, quería recordar algo más de mi pasado, con la esperanza de encontrar alguna pista de la muerde de mis padres. Apenas entré a la casa corrí a la cocina para limpiar la caja y me senté en el sofá, ansiosa. Tragué grueso y con ayuda de un cuchillo la abrí, de él saqué un bonito collar con un medallón pequeño, tenía como un zafiro azul en el centro, era hermoso, le pasé un trapo húmedo y su brillo resaltó. No había visto muchas joyas, pero esta podría ser la más hermosa que vería en mi vida. Pasé unos minutos observándolo y me lo coloqué, quizás era de mi madre y ella me lo había obsequiado ¿pero por qué lo enterraría? Me recosté y eché la cabeza hacia atrás para mirar al techo. —Desearía tener todas las respuestas —susurré y cerré los ojos. Por un momento me sentí cansada, mi cuerpo solo quería descansar y olvidarme de mi alrededor. Sentía que el pecho me quemaba, como si me impidiera respirar, de un salto abrí los ojos, y toqué mi pecho pero ya no dolía y el medallón seguía ahí.
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