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1059 Words
— ¿Por qué te importo tanto? —quise saber. —Como te dije, tienes suerte, eres muy especial Hayden. —Es difícil asimilar todo esto —dije honestamente. —Y para mi es difícil asimilar que no me estés gritando o insultando, eso es nuevo, creo que vamos progresando —frunció el ceño —Pero aún sigues en peligro, no se detendrán hasta verte convertida en polvo. —Pero ¿por qué? —Aún tenía mil dudas en mi cabeza. Blas se levantó quitándose la capa y dejándola caer al suelo, seguido por su suéter n***o ¿Qué estaba haciendo? —Creo que ya te he dicho mucho por hoy, tienes que relajarte y vivir un poco. —dijo quitándose los zapatos y caminando hasta el agua. —Cómo voy a relajarme, si quieren matarme — puse los ojos en blanco. —Mientras yo esté cuidándote no tienes de qué preocuparte —mencionó antes de meterse por completo al agua. Suspiré y froté mi rostro. Esto era demasiado. Permanecí sentada con la manta alrededor de mi cuerpo, ya no hacía tanto frío, pero aún estaba ahí, intentando tomarme con mucha calma todas sus palabras. Lo vi salir del lago alborotando su cabello, su piel se veía pálida y sus ojos eran hipnotizante. Él era realmente hermoso y atractivo. Pasó por mi lado y volvió con las mantas donde estaba antes acostada, después de guardar todo en su mochila empezó a quitarse el pantalón, rápidamente aparté la mirada. Estaba claro que él no tenía vergüenza, quién lo tendría con ese cuerpo. —Sígueme —ordenó una vez vestido con ropa seca, me pare sacudiendo mi trasero y lo seguí, detrás de unos palos y arbustos sacó un pequeño bote, no podía creer que él me cargó y me trajo hasta aquí en eso. Para llegar al otro lado no era mucho, tan solo unos cuantos minutos. — ¿Por qué me trajiste hasta aquí? ¿No crees que era más fácil decírmelo en mi casa? —tomé su mano para ayudarme a bajar del bote. —No era seguro, están en todos lados, hasta podrían estar aquí mismo observándonos —me tensé al escucharlo y me aferré a su brazo. Por mucho tiempo había actuado como si fuera valiente, pero en realidad no lo era. Había vuelto a mi hogar para empezar una nueva vida, no para que me la quitaran y si era verdad todo lo que Blas decía, tenía que quedarme a su lado. —Dijiste que no dejarías que me hicieran daño —contesté aún agarrada de él mientras caminábamos. Quién lo diría, yo aferrada del brazo del chico que maldecí muchas veces. —Así es, pero podrías dejar de enterrarme las uñas —me solté, pero me mantuve a su lado hasta llegar a su auto, era grande, n***o y muy bonito, en el único auto que me había subido ha sido a mi querida Martha, además del de mis padres que se destruyó en el accidente, suponía. Una vez dentro respire profundo y me froté las palmas de las manos. —Cuéntame más de ellos —pedí. Puso el auto en marcha, esquivando varios árboles hasta llegar a una carretera de piedras. El silencio reinó el lugar mientras veía los árboles pasar rápido por mi ventana, después de un momento pensé que no hablaría pero escuché su suspiro y lo miré atenta. —No tienen almas hasta que roban una, pueden vivir así pero la vanidad es su primer defecto, pueden verse como las personas a las que le robaron y también convertirse en un animal y no tienen remordimientos, bueno, existen varias excepciones. —Y tu... ¿Cómo sabes eso? ¿Eres algún tipo de cazador de duendes o algo así? —necesitaba saber todo. —Hayden... te dije que te contaré todo a su debido tiempo, no me presiones —sonó enojado —ya estás en casa, vete —se inclinó para abrirme la puerta. —Solo hay una sola palabra que te describe —me miró esperando —bipolaridad, eres un maldito bipolar —me bajé del auto y tiré la puerta, tal vez el auto no tenía la culpa, pero el dueño amenazaba con terminar la poca paciencia que tenía. Abrí la verja oxidada con mi pies, no volteé al escuchar el auto alejarse, Blas me hacía sentir muchas cosas, era mentira cuando le había dicho que no tenía ni un sentimiento, porque cada vez que hablaba con él lo conocía un poco más. Me agradaba pero a la vez me irritaba. Donovan estaba apoyado en la puerta, respire profundo al verlo. Esperé recibir la acostumbrada sonrisa de siempre, pero me recibió con el ceño fruncido y una mirada oscura. —Hola para ti también —Saludé poniendo la llave en el cerrojo y abriendo la puerta, sonreí al ver a Astro y me agaché para acariciarlo. — ¿Qué hacías con él? —preguntó el oficial, lo miré seria desde del suelo. — ¿Por qué tendría que darte explicaciones? —pregunté aun dándole cariño a mi fiel amigo. — ¿No puedes responder por una vez en tu vida? —levantó la voz sorprendiéndome. Me apartó de Astro de un jalón, sus dedos marcando mi antebrazo. Intenté empujarlo pero fue inútil, solo provoqué que su agarre fuera más fuerte. —Suéltame —hablé, no tan alto pero si para que notara mi enojo. — ¡respóndeme! —Su gritó me hizo dar un pequeño salto y escuché al animal a mi lado gruñirle. Sus ojos estaban sombríos, no entendía cuál era su problema. —Suéltame —repetí, esta vez me soltó y dio un paso atrás. —Él no es bueno para ti, él puede lastimarte, solo estoy tratando de protegerte, no te dije nada cuando fuiste a su casa porque me dijiste que estarías con Cris, creí en ti, pero me mentiste, fuiste a verlo a él ¿verdad? —dijo casi en un susurro. —Vete de mi casa, ahora —señalé la puerta abierta. Sus ojos cambiaron de furia a tristeza y dio media vuelta para salir, apenas lo hizo cerré la puerta con seguro y me senté en el suelo con la espalda contra ella. Astro me lamió un poco y lo abracé. Blas tenía razón, el pueblo no era extraño, las personas sí.
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