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1100 Words
Subí a la camioneta negra y lo observé a Blas de vez en cuando mientras conducía rápido a casa. Me mordí los labios, quería hacerle tantas preguntas pero no quería que se molestara y activara su modo bipolar, así que permanecí callada hasta que se estacionó frente a mi hogar. — ¿Tienes algún problema con el oficial Donovan? —pregunté al entrar a la casa y encender la luz. —No de mi parte —se puso de cuclillas para acariciar a Astro. —Cuéntame —pedí. Fui a la cocina para preparar emparedados y me senté junto a él en el sofá. —Hace un año su hermana desapareció, dicen que estaba enamorada de mí en secreto así que me envió una nota con Cris, decía que la fuera a ver al bosque cuando el sol se pusiera. — ¿Y fuiste? —No, no lo hice —negó con la cabeza —después de esa tarde nadie volvió a verla. —Y él piensa que fuiste el responsable —ahora la actitud de Donovan era comprensible, cree que Blas me hará daño —Fue... ya sabes, entonces fue uno de ellos... El asintió. —Ella tenía dieciséis años, pero tenía la marca en su mano y eso le costó su alma —dijo después de darle la última mordida a su emparedado —Los niños son mejores porque tienen almas puras, no tienen malicias ni pecados, son inocentes, pero eso no salva a los demás, todo aquel que tenga la marca está en riesgo —se levantó y caminó hasta la puerta —es por eso que te protejo y lo seguiré haciendo. — ¿Por qué? ¿Por qué te importo tanto? —pregunté viendo su mirada oscurecerse. —No lo entenderías, ni siquiera yo lo hago —se encogió de hombros —deberías ir a descansar —Lo estaba haciendo de nuevo, estaba evitando el tema. — ¿Por qué no la salvaste? Así como me salvaste a mí —No podía pensar en lo que debió sentir Donovan tras la pérdida de su hermana y no poder hacer nada al respecto. —Es diferente, ni siquiera la conocía. —A mí tampoco me conoces —dije rápidamente. —Te dije que no lo entenderías, eres un niña tonta que pretende saber todo cuando no sabes absolutamente nada —Sus ojos fue lo último que vi antes que desapareciera tras la puerta. Puse los ojos en blanco, ya me estaba acostumbrando a sus cambios de humor, no tenía por qué aguantarlo, pero debía hacerlo si quería sobrevivir. Cuando me acosté ya era tarde, me emocionaba y aterraba la idea de ir a una fiesta. En el internado llegaban chicas que nos contaban como era su vida antes de que se las arruinaran enviándolas allí, mencionaban cosas como: novios, citas, fiestas, drama escolar y diversión. Mientras las que habíamos estado en el internado desde pequeñas las escuchábamos con atención. Abracé a Astro para dormirme en un parpadeo. . . . Sentía mis párpados pesados mientras los rayos de sol se colaban por la ventana, unos ojos de diferentes colores se posaron en mi mente haciéndome sonreír un poco, sin motivo alguno. Me quité la sábana y me levanté de la cama frunciendo el ceño. ¿Por qué estaba pensando en Blas? Intenté borrarlo de mi mente mientras tomaba una larga ducha. Me vestí y desayuné junto a Astro antes de bajar al sótano y limpiar aún más, para ver si encontraba algo interesante, estuve así hasta que subí por algo de comer y beber hasta que noté que había anochecido, dejándome sorprendida por la rapidez en la había pasado el tiempo. Escuché un automóvil estacionarse frente a mi casa y corrí hacia la ventana. Maldecí al ver el auto del chico pelinegro cuyos mechones caía sobre su frente. Caminaba hacia aquí con las manos dentro de sus jeans y una camisa arremangada en los brazos cubría su muy formado dorso. Abrí la puerta antes que la tocara, dejándolo con la mano levantada. —Sabes que para ir a una fiesta debes ponerte algo bonito ¿verdad? —puse los ojos en blanco sin importarme que me viera con un suéter de mi padre, descalza y con el cabello en un intento de cola alta. Eso de poner los ojos en blanco a causa de él, se estaba volviendo un poco nefasto. —Perdí la noción del tiempo, iré a cambiarme —subí las escaleras hasta entrar al baño para tomar una ducha rápida. Me puse un jeans, junto con una blusa y mi par de zapatillas —Lista —mencioné al bajar. Su mirada estaba perdida y su cabello alborotado mientras acariciaba a Astro en el porche. Sus ojos viajaron de arriba abajo y de abajo hacia arriba, echándose a reír, mostrándome sus hoyuelos los cuales no había podido ver antes. — ¿Qué pasa? —pregunté incrédula. —Eres adorable Hayden —volvió a reír —tu cabello es un desastre. Corrí dentro en busca de un cepillo para desenredar mi cabello, estaba exageradamente idéntico a un nido de pájaros. —Ahora sí, vámonos —me hice una trenza rápida con las manos mientras subía al auto de Blas. La luna llena iluminaba el cielo oscuro, como siempre las calles yacían vacías. Estaba tan compenetrada viendo por la ventana que al caer en cuenta ya estábamos estacionados frente a la casa del alcalde. Una casa grande y lujosa. — ¿Qué pasa? —escuché preguntar —Si es por tu seguridad, te di mi palabra que te protegería. —Sé que lo harás.... — ¿Cuál es el problema entonces?—apoyó su brazo en el timón. —Cuando pasas la mitad de tu vida entre paredes religiosas y monjas diciéndote lo que hacer o no hacer, es difícil imaginarse como seria tu primera fiesta porque crees que nunca estarás en una... —Te prometo que te divertirás —salió del auto para abrir mi puerta. Todo un caballero, pensé. — ¿Crees que habrán pocas personas? —Es la hija del alcalde, créeme que no, puedes tomarla si estás nerviosa —me tendió su mano, quería aferrarme a su brazo igual que cuando me bajé del bote, pero me negué hacerlo. —Estoy bien, gracias. —Si de algo te sirve, también es mi primera fiesta —me guiñó su ojo miel y tocó el timbre. Suspiré. Tal vez no importara el peligro que me rodeara, quizás debería empezar a vivir más y salir un poco de la monotonía de mi día a día.
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