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1204 Words
Mantén tus ojos en las estrellas, y tus pies en la tierra. —Theodore Roosevelt — • — El sudor corría por mi frente, cuello y brazos, había estado arreglando la casa durante todo el día y para mi desgracia aún no terminaba, pero al menos había arreglado lo necesario para habitarla. Me tomé la mañana para ir al pueblo y comprar comida para Lest y para mí con el dinero que mis padres tenían ahorrados, no eran de guardar su dinero en el Banco como una persona normal, ellos lo guardaban en un pequeño cofre bajo una tabla de las escaleras, menos mal que nadie sabía de su existencia. Le di el nombre de "Lest" al perro, ya que se quedaría conmigo tendría que tener un nombre, saqué las cuatro letras del nombre de Celeste, así me recordaría siempre a ella, además no era buena poniéndole nombres a los animales. Después de todo era mi primera vez. Estaba por anochecer así que decidí hacerme un emparedado y darle a Lest, se sentía tan bien tener a alguien a tu lado cuando el mundo estaba en tu contra. — ¿Tu no me dejarás sola verdad, Amigo? —acaricie su pelaje, después de haberle dado una ducha el color blanco de sus patas se apreciaban más. Me senté en el sofá, la televisión no encendía, así que solo me limité a terminar mi cena y acariciar a mi perro. Levanté la cabeza sorprendida al escuchar el timbre de la casa, era extraño así que me mantuve quieta y alerta, esperando a ver si volvían a tocar. Lest corrió a la puerta dando algunos ladridos, pero su cola se movió con Alegría por lo cual fruncí el ceño. ¿Podrían de casualidad ser sus dueños? Abrí un poco la puerta, dejando visible solo la mitad de mi rostro, un joven alto y agarrado se encontraba de espaldas, su cabello era casi visible, al girarse sólo noté curiosidad en sus oscuros ojos. —Soy el oficial Donovan —se presentó — ¿puedo hacerte unas preguntas? —metió sus manos en los bolsillos, su expresión era seria, o sólo quería dar una impresión intimidante. Abrí la puerta lo suficiente para que entrara, dio un paso adentro y se sorprendió cuando vio a Lest. —Astro, hola amigo —se puso de cuclillas para acariciar al perro que se veía feliz —mírate, estas muy limpio y oloroso, quién te dejó así... —dejó de hablar cuando alzó la mirada encontrándose con la mía. —Disculpa, no sabía que era tuyo —hice énfasis al perro, el oficial se levantó con una sonrisa, sin desviar la mirada de mí, él era muchísimo más alto que yo, tanto que me intimidaba un poco, pero no iba a demostrarlo. —Vaya... si me hubiesen dicho que el intruso sería una hermosa chica, hubiera aceptado de inmediato y no perdería mi tiempo jugando piedra, papel o tijeras con mi compañero para ver a quién le tocaría venir—dijo sin dejar de sonreír — me alegra haber perdido. — ¿Intruso? ¿Piedra y tijeras? Lo siento pero no entiendo —respondí, en serio no entendía lo que me estaba diciendo y mucho menos ah qué había venido. —No, yo lo siento, como dije soy el oficial Donovan, he venido porque hemos recibido una llamada de uno de los vecinos, esta casa no ha sido habitada por más de tres años y eso preocupó a los de su alrededor pensando que habría algún intruso, ya sabes, algún ladrón dentro de la casa —terminó de decir, ahora si había quedado claro lo que él hacía aquí. —Oh —fue lo único que logré decir, puse un mechón de cabello detrás de mi oreja —Mis padres vivían aquí —Me senté despacio en el sofá, el oficial se sentó frente a mí. —Eres la hija de Marcos y Elisabeth —asentí —Entonces esta es tu casa por derecho —mostró una agradable sonrisa de medio lado. — ¿Conocías a mis padres? —susurré. —Claro, eran muy amigos de los míos, apuesto a que tú y yo tuvimos que jugar de niños —se levantó y puso sus manos sobre su cadera. —Seguro —me levanté también y miré a Lest —entonces.... —oh, no, no es mío, es del pueblo, todos adoramos a Astro, nunca ha querido vivir con nadie, pero nos cuida a todos —miro al perro —Tal vez solo estaba esperando a la persona correcta —volvió a mirarme y cuando no obtuvo reacción de mi parte caminó hacia la puerta —Lamento haberte molestado, pero si puedo recomendarte algo es que vayas al banco y pidas los papeles de este lugar, ya sabes, para futuros malentendidos —sus ojos observaron mi rostro y le agradecí su consejo. —Gracias, iré mañana mismo —le aseguré —Soy Hayden, por cierto. —Gusto en conocerte Hayden y bienvenida nuevamente al pueblo, tengo un amigo que limpia el pasto, puedo enviarlo si quieres para limpiar tu jardín— asentí, él sonrió y se retiró con las manos en sus bolsillos hasta el auto patrulla. Me apresuré a cerrar la puerta y recostarme sobre ella, por un momento creí que me echarían de mi propia casa. Pero el oficial tenía razón, no quería problemas con nadie más así que me aseguraría de tener los documentos legales de mi hogar, la casa donde tenía muchos recuerdos de maravillosos momentos e iba a luchar por ella si debía hacerlo. Distraje un poco la mente lavando los pocos platos y vasos que usé durante el día. Había querido llegar y reencontrarme con mi antigua habitación, esa que recordaba con paredes rosa y una cama con muñecas sobre ella, pero al entrar solo encontré la habitación vacía y ni siquiera el color rosa se distinguía, no estaba segura de que aquel color que forraba las paredes existiera científicamente. —Así que tu nombre es Astro amiguito.... —acaricie su pelaje y subí las escaleras hasta la habitación que solían compartir mis padres, la cama era enorme y tenía muchas almohadas sobre ella, tenían mucho polvo así que las había lavado, mi madre guardaba muy bien sus sábanas, por eso tomé un par que olían un poco a guardado, pero no a polvo y arreglé la cama. Astro se subió en ella y sonreí, no iba a dormir sola y eso llenaba un poco el vacío que había en mí. Mi cabello estaba húmedo y oscuro, sabía que estaba largo, pero a diferencia de eso no tenía idea del aspecto de mi rostro, de mis ojos.... en el internado no había ningún espejo, porque era un pecado ver tu reflejo por cuestiones que nunca entendí y no me importaba entender. Había tomado una ducha unos minutos antes que Donovan tocara mi puerta, hasta ahora el había sido el único humano de este pueblo que había sido amable y agradecí internamente por ello. Me acurruqué bajo la sabana y abracé a Astro, dejándome cerrar los ojos y olvidarme del vacío y dolor que sentía por dentro. Y por primera vez en mucho tiempo dormí de maravilla.
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