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622 Words
Permanecí mucho tiempo sentada con la espalda apoyada a la puerta, abrazando mis rodillas contra mi pecho y mi cabeza inclinada, mis ojos estaban pegajosos e hinchados de tanto llorar y mi garganta seca. No era así como debía terminar esto, ahora no tengo a nadie y me rehúso a volver al internado, el día que vaya a ese lugar será solamente para sacar a Celeste, punto. Me levanté del suelo y miré hacia la puerta aún cerrada, que se pudra, estuve diez años sola, puedo seguir soportándolo. Corrí al auto, las gotas de lluvia empezaban a caer y había dejado las ventanas abajo. Al entrar cerré las ventanas y me disculpe con el perro por haber demorado, su lengua estaba afuera y me miraba con la cabeza inclinada. —Vámonos de aquí —Hablé para poner el auto en marcha. ¿A dónde iba? Al lugar del que nunca debí haber salido. El cielo era alumbrado por los relámpagos, bajé del auto frente a mi casa, estaba oscura y por las tablas en la puerta sabía que iba hacer difícil abrirla, no quedaba de otra, me subí nuevamente al auto pero esta vez en a la parte de atrás para acostarme, encendí la calefacción y miré por el cristal de la ventana como las gotas caían más fuertes y el viento movía los árboles del bosque. No logré dormir toda la noche por estar pensando en mi trágica vida, pero a pesar de todo tenía que salir adelante, no iba a morirme por esto, si aguanté estar encerrada donde mirarte a un espejo era uno de los pecados más graves, estaba segura que saldría de esta ¿verdad?. Los párpados ya pesaban pero antes de cerrarlos del todo los rayos del sol mañanero se infiltraron por el cristal hasta llegar a mi rostro, me enderecé y salí del coche donde el frío abrazó cada parte descubierta de mi cuerpo. —Vamos amigo —llamé al perro quien me siguió hasta acercarme a la cerca y abrir la pequeña verja oxidada. El jardín estaba muy descuidado, la hierba casi ocupaba todo el lugar así que caminé con cuidado hasta llegar al porche y observar las tablas sobre la puerta. Las toque para ver si lograba quitarlas, para mi suerte se veían viejas y deterioradas, las agarre con más fuerza y las arranqué cayendo con ellas hacía atrás. Mi cabeza palpitó a golpearse con el piso y solo lograba escuchar un fuerte pitido y unos ladridos lejanos..... Una lengua estaba en mi cara, lambiendo mi ojo izquierdo y mi frente, me levanté despacio, soportando el dolor que me transmitía mi nuca. Aparte al perro por si me volvía a caer, no quería lastimarlo. Tiré de la tabla varías veces hasta quitarla, cuando terminé con la última sacudí mis manos, la puerta estaba con seguro, genial. — ¿Y ahora qué amigo...? — el animal me ladró en forma de respuesta. Mire el jardín destrozado y recordé cómo mi madre escondía una llave de repuesto bajo rocas blancas a un lado de la casa, me puse de cuclillas al encontrar aquellas piedras cubiertas por pasto, levanté una de ellas, dejando visible muchos insectos y gusanos, que asco. — ¡Bingo! —la lleve estaba bajo la otra piedra y corrí hasta la puerta para abrirla, mis manos temblaban sobre la manilla, pero logré abrirla. El olor a guardado y viejo inundó mis fosas nasales, algunos finos y delgados rayos de sol se escabullían por los huecos que dejaban las tablas en las ventanas, solo eso iluminaba un poco el interior de mi casa. Mi casa..... Aún con mucho polvo y sábanas blancas cubriendo los muebles, era mi hogar y no estaba dispuesta a abandonarla.
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