CAPÍTULO 03| "Bienvenida"

1001 Words
El cielo nocturno estaba nublado, al mirar por la ventana me perdía en mis pensamientos, Sam se había ofrecido a llevarnos a casa. Habíamos llevado a Darla y ahora Sam me llevaba a la mía. Jugando distraídamente con el dije de mi collar, bostecé, Sam se volteó a verme rápidamente por unos segundos antes de volver su vista a la carretera. —Si quieres puedo quedarme esta noche contigo, mi madre se quedará con Lidia, así que tú y yo podremos hacernos compañía ¿Qué te parece? —Mencionó, lo miré con una sonrisa y asentí, poniendo una mano sobre su entrepierna. —Me parece bien, necesito relajarme, todo esto con mi abuela me tiene muy tensa, además debo darte la bienvenida ¿no? —Creí que eso habías hecho en la oficina de mi madre, pero podemos repetirlo cuando quieras —sonrió, el piercings en su labio inferior se veía delicadamente sexy. Su celular empezó a sonar, rápidamente lo contestó, mientras él hablaba yo seguía viendo por la ventana, la luces de la ciudad pasaban como estrellas fugaces. Al llegar al apartamento, thanos me recibió con agresión, pero en cuanto vio a Sam su humor cambió en seguida. Puse las lleves sobre la isla de la cocina y caminé hacia la ventana, donde me daba una vista perfecta al muro de mi vecino, cubriendo sus exóticas plantas de las demás personas. ¿Cómo le llevaría de esas flores a mi abuela? Sam me abrazó por la espalda y empezó a besar delicadamente mi cuello, cerré los ojos ante la humedad de sus labios y sonreí. —Me hiciste mucha falta en Francia —mencionó. Sus traviesos dedos empezaron a curiosear bajo mi vestido hasta llegar a mis pechos, los apretó con delicadeza, no eran tan grandes, así que cabían perfectamente entre sus manos. Me lamí los labios y me volteé para besarlo. Nuestras lenguas se encontraron, avivando la excitación. Sam se inclinó un poco para levantarme, me aferré a su cuello y entrelacé mis piernas alrededor de su cintura. Sus manos apretaron mi trasero para sujetarme y caminó con cuidado hacia la habitación sin apartar su boca de la mía. Mi vestido quedó rápidamente en el suelo y lo ayudé a quitarse la camiseta, teniendo una excelente visión de su abdomen. —Ven aquí —Volví a juntar nuestras bocas, chupé y mordí sus labios hasta soltar un gemido al sentirlo dentro de mí, levantó mi pierna derecha y la colocó sobre su hombro. Puse los ojos en blanco con cada embestida, sus movimientos eran rápidos, precisos y me hacían perder el control. (...) Los dos nos tumbamos en la cama con la respiración entre cortada, exhaustos. —Te Amo —susurró él, tenía sus ojos cerrados y apoyó la cabeza en mi pecho desnudo. No respondí, nunca lo hacía. Yo sabía que lo amaba, estaba segura, pero esas cinco palabras eran tan fuertes para mí, que me asustaba pronunciarlas. Sam y yo habíamos crecido juntos desde que éramos niños, se podría decir que como hermanos, pero siempre existió una barrera entre los dos, nunca estábamos de acuerdo en algo, discutíamos por todo. Hasta los perros y gatos se llevaban mejor que él y yo. Esta chispa entre ambos surgió hace unos años, cinco para ser exacta, fue en mi cumpleaños número dieciocho, él me besó. Desde ese entonces nos veíamos en secreto, Elena y mi abuela nunca se enteraron, al frente de ellas Sam y yo actuábamos de lo más normal y a sus espaldas éramos dos tortolos enamorados. Sam siempre tuvo la intención de hacer nuestra relación pública, pero yo no, tenía miedo, miedo de que Elena dejara de quererme por meterme con su hijo, ella siempre fue como una madre para mí. ¿Qué pensaría si descubre que traicioné su confianza y me he estado acostando con su hijo estos últimos años? Sam se quedó profundamente dormido, acaricie su cabeza y me levanté con cuidado de la cama para no despertarlo. Me puse su camisa y me dirigí a la cocina. Eran alrededor de las dos de la mañana, me serví un vaso de agua y me senté frente a la ventana. Unas de las razones por la que estudio Botánica es por ese jardín que ya no puedo contemplar, el señor Gómez solía darme pequeñas clases cuando era niña, él me explicaba con emoción cada característica de cada planta nueva que traía de sus viajes, era un biólogo que amaba lo que hacía. Me terminé el vaso de agua y volví a la cama con Sam, se veía tan tranquilo y adorable mientras dormía. En la mañana Sam me llevó el desayuno a la cama, le sonreí en muestra de agradecimiento y le di un beso de buenos días. —Qué romántico te despertaste hoy —mencioné, le di un mordisco a los panqueques y cerré los ojos mientras degustaba de la comida. Desde que mi abuela quedó en el hospital no había podido comer bien, pero ahora que Sam estaba aquí de seguro se encargaría de velar por mi alimentación. —Espero te guste. —Esto me encanta —respondí. Saboree cada bocado, terminé mi desayuno con un delicioso jugo de piña. Tomé una larga ducha, al salir rodeé mi cuerpo con una toalla y me detuve en el espejo, un poco empañado que deformaba el reflejo de mi rostro. Le pasé la mano para verme mejor, mi cabello mojado casi rozaba mis hombros y el color verde de mis ojos se veían opacos, quizás por la poca luz del baño o por la simple razón de la acumulación de estrés, porque según una vieja revista que leí hace años, el estrés puede disminuir el brillo y la intensidad del color de tus ojos, aunque no sé si eso sea cierto, pero lo que no estaba en duda es que mis ojos tenían un problema llamado "estrés visual", ya que estaban cansados todo el tiempo, mis párpados temblaban constantemente y se enrojecían por motivo alguno.
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