La empresa Diseños y Decoraciones Aby está revolucionada por las horas de trabajo. Todos están empeñados en acabar y terminar toda la producción que está pendiente y que deben entregar en las próximas horas.
Los forros de muebles, sillas, cortinas y el trabajo en la madera se ven por todos lados. Son pocos los trabajadores pero realizan un trabajo eficiente para la pequeña pero creciente empresa.
Una joven esta trepada en una escalera que utilizo para alcanzar uno de los rollos de tela para muebles pero el peso de está puede con ella y la amenaza con lanzarla fuera de la escalera.
-¡Manuel por favor! ¡Ayúdame! - Grita la joven asustada por la eminente caída. Está por caer le encima un gran rollo de tela que la golpeará de manera fuerte - ¡Ay!
Manuel que se encontraba trazando unas medidas en un gran caballete. Con un metro cruzado en el cuello al oír los gritos de Abigail soltó lo que tenía en las manos y corrió a socorrerla. El corazón de Manuel latió apresurado al escuchar el estropicio de la caída, pensando lo peor.
Ahí estaba la joven tirada en el suelo con un gran rollo de tela encima, que por ser pequeño no causo gran daño.
-¡Estás bien, querida! – rápidamente se puso a su lado y dándole la mano la ayudo a levantarla del suelo. La miraba preocupado y le revisaba el golpe que recibió en la frente- ay, chiquita, tamaño chichón te hiciste - secaba la gota de sangre que salía del golpe.
Ella se dejaba hacer. El golpe la mareo un poco más el susto que se llevó.
-Se me enredo la tela, con el rollo que estaba arriba - decía algo molesta - ¿Estamos muy atrasados con el pedido?
Abigail García era muy responsable con sus trabajos y era necesario estar a tiempo para poder recibir los pagos que eran muy necesarios para mantenerse a flote. Ella amaba la empresa que era un sueño y con su socio Manuel estaban haciendo un duro trabajo. El inicio no había sido fácil pero lo estaban logran poco a poco.
-No, querida si ya casi terminamos, esto nos salió fabulosos - giraba emocionado- le dio un vaso con agua para que ella pasara el susto de la caída.
Manuel la miraba con curiosidad y de repente dijo.
-¡Deberíamos celebrar! - dijo Manuel con su forma peculiar de ser, su brazo cruzado y el codo montado sobre este y dejando caer la mano, hacia atrás, contra el cuerpo- terminamos a tiempo y esto nos dejó bien lucrados.
Abigail lo miro. Tenía un trapo sobre el golpe y ella lo sostenía. Suspiro sonriendo.
-Si es verdad, todo nos salió bien- acordó con él – y tú siempre pensando en fiesta - decía mientras se sobaba la gran protuberancia en la frente y de vez en vez miraba el trapo para checar la sangre.
Manuel la tomo de la mano y reviso la herida nuevamente.
-Todo está bien- dijo – solo vas a tener un hermoso chichón- se burló de la joven – entonces ¿Nos vamos de rumba?
El hombre hizo un puchero haciendo reír a la joven. Ella lo adoraba.
-Y ¿Qué? ¿Tu novio te dio permiso? – le pregunto de manera irónica- ese man es muy celoso, y lo peor de todo te cela conmigo. Con tu mejor amiga.
Manuel se alejó un poco de ella y comenzó a recoger lo que se había regado por el lugar al momento de ella caer.
-Ay, no mi amor- movía la mano para quitarse unas hebras de cabello que caían sobre su rostro - que se vaya con sus celos a otra parte, además las amigas no se deben enamorar- lanzo una carcajada.
Abigail al ver que él estaba recogiendo también se puso a trabajar con él.
Ella solo lo miraba de reojo, él era una persona genial, eran amigos desde la universidad y socios en la empresa que crearon de diseños de interiores y congeniaban de maravillas.
Ella suspiro melancólica.
-¿No crees que entre amigos se deben enamorar? - lo miraba con curiosidad.
Manuel estaba concentrado organizando los rollos de tela que no vio la expresión de tristeza de la joven.
-Ay, amor, sinceramente en el corazón no se manda- suspiro tristón - cuando él se empecina en amar, y la persona es la equivocada, solamente sufre es el dueño de ese corazón- él dejo de hacer movimientos y la miraba fijamente -él tiene vida y voluntad propia - se tocaba el pecho mientras decía las palabras.
Abigail analizaba tanto las palabras como los ademanes que hacía. Se notaba la tristeza en su expresión facial.
-¿Lo dices por experiencia? - lo miraba ahora tenía mucha más curiosidad.
Manuel dejo de hacer y se sentó en una esquina del escritorio de Abigail y suspiro con tristeza nuevamente.
-Sí, mi amor - su rostro se ensombreció por unos segundo- eso paso hace mucho tiempo. Él era mi mejor y gran amigo, pero yo me equivoque enamorándome de él. Él fue mi primer amor- de repente Manuel cambio de posición y la tomo de la mano -ven vamos a curarte no se vaya a infectar – y así corto el tema y volvió a ser el mismo hombre feliz.
Después de curarla salieron al gran salón donde se encontraban trabajando el personal.
-Ya está todo listo para montar, solo debemos esperar el lunes y pum, pum acabamos- decía él de manera folclórica - entonces...- miraba de manera coqueta y suplicante - vamos a la disco, realmente tengo ganas de bailar, y déjame decirle querida, que tu bailas fenomenal.
Ella solo se ríe de ver lo que él se inventa y los gestos que hace, son realmente cómicos.
-Ya te dije que fui bailarina folclórica cuando estuve en el último año de bachillerato – ella comenzó a bailar. Le movía la cadera con gracias y facilidad al bailarle una cumbia e invitándolo a que bailara con él.
El hombre le seguía el paso y bailaba alegre al lado de ella.
-Entonces ¿Vamos? - le insistía guiñando el ojo - te colocas ese top nuevo que compraste ayer. Me encanta. Te hace ver las tetas hermosas muy virginales, como si ninguno hombre las hubiera deleitados.
Abigail, dejo de bailar y avergonzada bajo la mirada para esconder sus ojos de la mirada de Manuel. Que hombre para dar siempre en el clavo.
Manuel leyó el comportamiento corporal de la joven y sorprendido dijo.
-¡Nadie Abigail! ¡No has estado con nadie!- grito pasmado.
-¡Ni que fuera para tanto!- corto la joven. Las palabras de Manuel la estaban avergonzando más. Cada vez que alguien se enteraba que ella era virgen a sus veintiséis años la veían como una cosa rara.
-Déjame decirte querida - movía sus manos exageradamente - que a tus veintiséis años que seas aun virgen, en este tiempo, en esta ciudad, eres un animal en vía extinción.
Ella torció la boca y le saco la lengua.
-No soy un animal en vía de extinción. Soy única- rio al verle abrir los ojos.
Ella sonríe, le parece gracioso la forma en como quiebra la mano y se la lleva a la boca por la sorpresa.
-Aby, ¿Nadie te ha enamorado? ¿No te has enamorado de nadie? - quería saber. Ella era una persona muy carismática. Se hacía querer, era sincera, dulce, en fin tenía muchas cualidades. Y ¿Qué no la enamorara nadie? Era algo muy inusual.
Ella resoplo. Ahí venia el interrogatorio. Ya estaba acostumbrada a ese tipo de reacción en las personas. Lentamente se sentó en el escritorio.
-Nadie – dijo con un suspiro.
-¡Nadie!- exclamo el hombre de manera exagerada.
Ella se removió incomoda. No le gustaba hablar del pasado. Era algo que aún le dolía a pesar de haber pasado tanto tiempo.
-Bueno, si hubo un chico, pero él tenía novia y la amaba muchísimo - alzo los hombros apesadumbrada - y él jamás me vio como mujer, ni como amiga, así que... lo olvide.
Manuel se sentó al lado de ella.
-Y ¿Te enamoraste de él? - Sus dientes como perlas los mostro enseguida.
Ella simplemente hundió su cabeza en los hombros sin pronunciar una palabra.
-¿Cómo sabes que estabas enamorada de él?
Ella solo sonrió. Al hombre cuando le interesaba un chisme no soltaba prenda.
-¡Yo no sé si me enamore de él! Digo que solo me gustaba. Cuando lo veía me daba dolor de barriga, las manos me sudaban y si me hablaban, no entendía nada, ni oía nada. Solo existía él- soltó una carcajada - ahora que lo pienso, sí que era tonta por ponerme así. ¿No crees?
Manuel la miraba con gran cariño, ella era como la hermana que nunca tuvo.
-Si lo llegaras a ver nuevamente ¿Crees poder resistir la tentación?- pregunto malévolo Manuel.
-¡Ja! Como si eso fuera posible- dijo ella riendo con él.
-Una nunca sabe- dijo Manuel mirándose las uñas – el mundo gira y gira y muchas cosas pasan.
Dejaron de hablar y emprendieron nuevamente el trabajo. Mientras que Abigail en el silencio de su oficina recordó aquel amor que nunca tuvo una oportunidad de ser.