Julieth.
Desperté a las seis de la mañana, justo cuando mi cuerpo se estrelló contra el frío suelo, gracias al sonido de mi alarma.
¡Vaya manera de comenzar la semana!
Tenía el leve presentimiento que este no sería un buen día y seguramente porque me caí de la cama empezando la mañana.
Cada vez faltaba menos para graduarme e ir a la universidad, estaba tan ansiosa que quería que los días pasaran más rápido.
En menos de media hora estuve lista para empezar este día, vestía una sudadera gris con un jeans n***o y mis converse, no acostumbraba a arreglarme mucho, tampoco es cómo si alguien lo notara.
—Buenos días, Alfred. -saludé a mi hermano mayor cuando entré a la cocina y lo vi preparando el desayuno.
Él es la única familia que me queda, aparte de mi tía Lily, tiene veintiún años es bastante apuesto aunque yo siempre le diga lo contrario, ojiverde cabello rubio oscuro, es todo lo opuesto a mi, estudia periodismo en la Universidad de los Ángeles y a pesar que siempre está ocupado con sus clases, se preocupa por mi como si fuese su hija, por eso lo admiro y lo adoro.
—Buenos días, mi pequeña Juli. -pellizcó mis cachetes como si fuera un bebé, cosa que en verdad detesto y él lo sabía perfectamente, pero le gustaba acabar con mi poca paciencia.
—Ya deja de hacer eso, sabes que no me gusta. -bufé sonoramente, mientras me sentaba en uno de los taburetes esperando por mi comida.
—Qué amargada. —rió mientras le daba un mordisco a su sándwich, yo lo veía en silencio desde mi asiento como devoraba su comida muy despreocupado de la vida, mientras mi estómago me imploraba a gritos por un bocado. —¿Qué? ¿Quieres? —preguntó casi con la boca llena, sentándose en uno de los taburetes a mi lado, luego de un rato en el que yo lo fulminaba con la mirada, casi gritándole con la mirada que me diera un sandwich.
—No, que va, sólo me senté a ver cómo comías con la boca abierta. —puse mis ojos en blanco. —Claro que quiero un sándwich, un poco más y muero de hambre.
—Pues házlo tú. —soltó una carcajada que resonó por toda la cocina, lo fulminé con la mirada, a veces, sólo a veces pienso que yo soy la más madura entre él y yo. —No es cierto, allí está tu sándwich, también hay café. —señaló un plato en la encimera.
—Gracias Alfred, por eso te amo. —lo abracé rápidamente y fuí hacia mi sándwich. Me senté junto a mi hermano y no lo pensé ni un segundo en devorar mi sándwich mientras él me miraba con detenimiento.
—Vaya, sí que tenias hambre. —sonreí angelicalmente mientras limpiaba rastros de comida en mis labios.
—Se me hace tarde, debo irme, tengo que buscar a Sophie. Por cierto ¿Has visto las llaves de mi auto? —pregunté mientras buscaba con la vista, juraría que las dejé encima del microondas .
—Quizá. —dijo con la vista clavada en su comida y una sonrisa malvada.
Ay no.
—Alfred mis llaves, ahora. -lo fulminé con la mirada, sin embargo este seguía mirando su comida como si fuera lo más divertido que hubiese visto en su vida. —Se me hace tarde, por favor. -hice un puchero pero no funcionaba. —Por favor, hermanito. -puse ojos de perrito triste, era mi arma mortal.
—Oh, está bien, toma. —extendió sus manos dejando a la vista mis llaves y aplaudí mentalmente felicitandome, las iba a tomar pero él las quito de inmediato. —¿mi beso señorita? Puse los ojos en blanco divertida y le di un beso en la mejilla. —que te vaya bien fea.
—Y a ti igual feo -le saqué la lengua y me fui a buscar a mi mejor amiga, Sophie, ya se hacía tarde para ir a clase, por suerte la casa de ella queda a dos cuadras de la mía.
Toqué la corneta del auto un par de veces, hasta que ella abrió la puerta de su casa apresurada aún peinándose con sus manos sin éxito y se subió en el auto.
—Hey Soph, disculpa mi tardanza, Alfred de nuevo con sus bromas. -me excusé mirando por el retrovisor, asegurándome que no hubiese un carro cerca para poner el auto en marcha.
—Hola Julieth. —miró la hora en su móvil y abrió sus ojos en desmesura. —Vamonos de una vez por todas, que se nos hace tarde.
Sin más, conduje hasta la preparatoria. Justo tocaban el timbre cuando me estacioné en el primer lugar que vi libre, nos bajamos y corrimos como alma que lleva el diablo hasta nuestros respectivos casilleros en busca de los libros de hoy. Al entrar al salón de clase me percaté que aún no había llegado la profesora de matemática y pude respirar con normalidad, pero para mi mala suerte tropecé con la persona que más detestaba en el mundo.
—Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? - preguntó el idiota de Austin con aires de superioridad creyéndose el rey del mundo, como siempre, no había palabras para describir el desprecio que sentía por él. —Pero si es nuestra querida nerd. —rió y sus amigos los secundaron como los perros falderos que son.
Idiotas.
—No me molestes idiota, o te dejaré sin día del padre. —amenacé lo más seria que pude, sin embargo, el rió aún más y eso a mi me estaba sacando de quicio, quería golpear su perfecto rostro.
—Pero qué agresiva amaneció hoy la pequeña Julieth, no me asustas niña. —me miró desafiante, yo lo miré de igual forma por unos largos segundos que parecían eternos, ni se imaginan las ganas de golpearlo que corría por todo mi cuerpo con sólo ver a este cabeza hueca.
—Buenos días chicos, tomen asiento, ya empezó la clase. -llegó la profesora haciendo que nos quitáramos la vista de encima y cada quien se sentó en su lugar. Yo como de costumbre me senté al fondo del salón con Sophie.
Podía notar como Austin volteaba a mirarme a cada que podía fulminándome con su mirada, yo sólo lo ignoraba, esa era mi arma mortal contra idiotas egocéntrico como él, agradecí que la clase haya pasado rápido porque no podía aguantar un minuto más las miradas despectivas de Austin.
Sonó el timbre del recreo, todos salían del salón, mientras yo aún guardaba mis cosas en la mochila. Sí, era bien lenta.
—Juli, te espero afuera hablaré con Adam. —Asentí sin mirarla.
Adam es su novio y según ella anda algo raro, no sé nada de eso ni quiero saberlo, es su relación no la mía y no me gusta meterme en sus noviazgos, aún así, ese chico no me caía del todo bien.
Terminé de guardar mis cosas, dejando por fuera unos libros que llevaría en mi mano y fui a la cafetería, pedí una ensalada con zumo de naranja y me senté en una mesa desocupada, pocos minutos después llegó Sophie con una sonrisa en su rostro que asustaba.
—¿Y bien? —pregunté mirándola, esperando que me contara la razón de su gigantesca sonrisa.
—Su mamá está enferma y por eso está un poco alejado. -sonrió aún más, si eso era posible, esta chica a veces me asusta, seguía sin entender nada.
—¿Y ya? Eso es todo? -pregunté antes de meter un bocado de ensalada en mi boca. Se acercó a mi oído como para decirme un secreto, y me arrepentí de haber insistido cuando la escuché.
—Lo hicimos en el baño. -susurró. Casi me atoro con la ensalada y tuve que tomar de mi zumo para poder tragar la comida.
—No quería saberlo, demasiados detalles, suena tan asqueroso, hasta me dieron ganas de vomitar. -inflé mis cachetes para simular que iba a vomitar.
¿Qué clase de persona hacía tal locura?
Oh, cierto, Sophie.
—No seas tonta, es lo mejor que existe. -dijo con brillo en sus ojos, como si estuviese hablando de algo emocionante. —Tú porque no lo has probado, pero cuando lo hagas te volverás adicta a ello. -rodé mis ojos y negué con mi cabeza.
—Definitivamente estás loca, deberías ponerte a estudiar para los exámenes finales. -dije tratando de convencerla, algo que es inútil, ella jamás estudia y es un milagro cuando lo hace.
—Por supuesto que no. -dijo como si la hubiera insultado y luego se me quedo mirando con la boca levemente abierta como si estuviera pensando algo descabellado sobre mi, conozco esa expresión, esa mirada, está planeado algo y sus ideas suelen ser pésimas, las peores, lo digo por experiencia. —Y dime Julieth, ¿siempre vistes así? —preguntó mirándome de pie a cabeza con cierto disgusto.
—Eh, si ¿por qué? -pregunté nerviosa, sus ideas me dan escalofríos. —Sophie desde que nos conocemos me has visto vestida de esta manera, qué te sorprende ahora. -no me gusta para nada esa mirada, ¿qué demonios estaba tramando?
—¿No quieres un cambio de look? -preguntó alzando una de sus cejas, la miré confundida sin entender del todo a que se refería. —Oh vamos Julieth, ya vamos a graduarnos y tu aún vistiendo con ropa que casi te dobla la talla, deberías lucir las curvas asesinas que tienes, a veces hasta me da pena ser tu amiga. -soltó una carcajada y la fulminé con la mirada. —No es cierto, no me creas, pero te vendría bien un cambio de look, en serio y sé cuándo será.
-¿Ah si? Ya estás planeando todo en tu mente, ¿hasta como me veré? Pues ni lo sueñes, no soy así y tú lo sabes, así me siento muy cómoda, pero gracias por la oferta -dije segura de mi misma, mientras terminaba mi ensalada.
-Ay, Juli, por favor, aunque sea un solo día y ya no te molestaré mas, será como un experimento, por favor ¿si? -suplicó juntando sus manos y haciendo caritas triste, puse mis ojos en blanco.
-Demonios, Evans, sólo para que quites esa fea cara aceptaré, pero solo un día, UN DÍA ¿ok? -ella dió brincos de emoción en su asiento. -Y bien ¿cuándo será la masacre? -pregunté dramatizando el momento.
-Será este viernes en la fiesta de Daniel. -abrí mis ojos desmesuradamente, ya se le salió el último tornillo que le quedaba a esta loca.
-¡¿QUÉ?! ¿Estás demente? Estarán todos los populares y prácticamente toda la preparatoria. No, no lo haré ni de broma, estás loca. -me crucé de brazos ignorándola, cómo se le ocurría semejante locura.
-Ay por favor, será genial te lo juro, yo te cuidaré y estoy segura que nadie notará tu cambio, por favor, Juli. -me movió una y otra vez por el hombro mientras me rogaba con su expresión de perrito triste. -Por favor, nadie lo notará y estarás conmigo, nada malo pasará, por favor amiga. -la fulminé con la mirada.
-Bien, está bien, pero no me dejarás sola ¿cierto? -dije resignada, sabiendo que me arrepentiría después de esto. -Pero solo será una noche, unas cuantas horas ¿o no?
-Quizá unos minutos mientras me voy con Adam. -Levantó sus dos cejas una y otra vez, hice una mueca de asco, no quería ni imaginarme las cochinadas que pasaban por su mente pervertida.
-Ya, ya, ya, para, no quiero saber más. Pero después de la fiesta me quedaré en tu casa, no quiero que mi hermano me vea de tal manera. -sonrió mostrando todos sus dientes.
-Bien de acuerdo, vamos al casillero, necesito dejar unos libros. -asentí y salimos de la cafetería, yo aferraba mis libros a mi pecho.
Íbamos por los pasillos hablando de mil cosas distraídamente, cuando un pie se atraviesa en mi camino sin darme tiempo a esquivarlo, tropecé con él haciendo que cayera junto con mis libros y mi dignidad.
Maldición.
-Oh demonios. -susurré para mí. Iba a ver quién había sido el responsable pero veía borroso. -Ay no, mis lentes. -miré por el piso tratando de encontrar mis lentes pero era en vano, no los podía encontrar por ningún lugar, no pudieron a ver caído tan lejos.
-¡Idiota que no te fijas! eres un imbécil, Austin. -reclamó Sophie muy alterada.
Así que fué el estúpido de Austin, esta vez no lo perdonaría, en un rincón encontré mis gafas y me los puse recuperando por fin mi vista, levanté los libros que estaban en el suelo y me levanté quedando frente al imbécil, mi mano estuvo a punto de estrellarse con su mejilla, pero él fue mucho más rápido y la tomó en el aire.
-¡Eres un estúpido! ¿qué no te cansas de molestarme? ¿qué es lo que quieres de mi, Evans? -lo miré con odio, con mucho mucho odio, él también lo hizo pero no emitió ni una sola palabra, me zafé de su agarre que ya comenzaba a quemarme y seguí mi camino sin esperar que él dijera algo más, a la mitad voltee y lo fulminé con la mirada por última vez.
Llegamos a los casilleros, de inmediato se nos acercó, Joseph.
Él es un chico popular muy guapo en realidad. Es de ojos celestes, cabello castaño, piel blanca, y un cuerpo bien definido. Siempre le digo que se aleje de mí por su reputación, pero él dice que no le importa su reputación, que solo le importo yo.
Muy cursi, lo sé.
Y si, está de más decir que yo le gusto, me lo dice cada vez que tiene oportunidad, o bueno, trata de decirlo, pero le he dejado claro que no quiero ser su novia o algo parecido, no estoy preparada.
-Hola, Juli. -me saludó besando mi mejilla. -Hola, Sophie.
-Hola, Smith. -dijimos Sophie y yo al unísono.
-Juli, voy al baño nos vemos en el salón ¿si? -dijo Sophie con sonrisa de complicidad, Dios, qué mujer.
-De acuerdo, nos vemos. -giré para cerrar mi casillero y caminé junto a Jos, hacia la siguiente clase.
-¿Cómo estas, pequeña? -preguntó con una de sus encantadoras sonrisas.
-Pues no muy bien que digamos. -bajé la mirada al suelo, al pensar en todas las cosas que los populares me hacen, sobre todo Austin.
-¿Qué? ¿Por qué? -me tomó del mentón y subió mi rostro para que lo mirara.
-Lo mismo de todos los días. El idiota de Austin. -puse mis ojos en blanco con sólo mencionar su nombre, él se tensó y el brillo de sus ojos desapareció como por arte de magia, ahora se veía realmente enfadado.
-Ahora si le voy a partir la cara a ese maldi... -se iba ir, pero lo tomé del brazo haciendo que girara quedando al frente de mi, no iba a dejar que cometiera una locura, teniendo en cuenta que ellos dos son amigos desde hace mucho tiempo.
-No lo hagas, Joseph. Por favor, ¿si? No quiero que rompan su amistad, ni mucho menos quiero más problemas. -apreté su mano entre la mía, como si así pudiera convencerlo.
-Me importa un pepino nuestra "amistad". -dijo haciendo comillas con sus dedos. Lo miré con cara de suplica, esperando un milagro para que me hiciera caso. -Está bien no haré nada, sólo porque tú me lo pides. -sonreí sin mostrar mis dientes. -Pero con una condición.
-Ah ¿si? ¿Cuál? -tartamudeé torpemente al ver su sonrisa de medio lado.
-Sophie me dijo que irás a la fiesta de Daniel. -maldije en mi mente, es una traidora ¿Cómo le dijo tan rápido? seguro tenía todo planeado antes de consultarlo conmigo. -¿Vas conmigo?
-Eh, no creo que sea buena idea, que dirán los populares, Jos...- se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño, entonces recordé la parte de que no le importa el que dirán. -Está bien, de acuerdo. -rodee los ojos.
-Genial. Paso por tí a las nueve de la noche. -asentí no muy convencida de que fuera buena idea. -Bien. Vamos ya al salón.
La clase se había pasado rápido como de costumbre, y más que todo, con los chistes malos de Joseph. Ignoré a Austin en toda la clase, el cuál me molestaba tirándome papelitos y riéndose de mí con sus amigos demostrando lo inmaduro e imbécil que es.
Caminamos al estacionamiento ya para irse cada quien a su casa, Sophie se irá con Austin, así que yo me iré sola.
-Adios Soph, adiós Jos. -nos despedimos con un abrazo, el cual disfruté mientras duró y un beso en la mejilla.
-Nos vemos mañana, nena. -asentí mientras me subía al auto.
Conduje hasta mi casa, pensando en toda esta locura que no traería nada bueno, todo por las malas ideas de Sophie.
Y si Jos se aleja de mi por mi 'nuevo look' negué con mi cabeza, solo será una noche. ¿Verdad?
¡¿VERDAD?!
Llegué a casa y subí a mi habitación a descansar un poco, pero miles de pensamientos invadían mi mente.
¿Cómo reaccionarán todos? O bueno, como reaccionará Austin cuando me vea 'bonita', es el principal causante de todos los abusos, ¿seguirá molestandome? Sacudí mi cabeza para despojar esos pensamientos. Poco a poco cai en los brazos de Morfeo.
Sentí un cosquilleo en mi mejilla, y luego un dolor. Abrí mis ojos rápido topándome con mi hermano.
-¡ALFREEEEED! -grité furiosa. Odio que me despierten y más de esa forma. -¡SUELTAAAA MIIIIS MEJILLAAAAS!
-Como diga mi pequeñita. -me habló como si fuera un bebé y me soltó.
-¡Te odio imbécil! -dije alterada por despertarme y también por pellizcar mis mejillas. -¿Para qué me despiertas, tonto?
-Hey, sin malas palabras, Sophie te busca. -se encogió de hombros. Me levanté de un salto de mi cama y sali de mi habitacion dejando solo a Alfred. Bajé las escaleras y ahí estaba sentada en el sofá usando su celular.
-¡Julieth!, al fin. -sonreí. -vístete que debemos irnos.- Froté mis ojos y bostece.
-¿Qué? ¿A dónde? -Dije terminando de bostezar .
-¡De coooompraaaas! -sonrió ampliamente. -¿Cómo pensabas ir a la fiesta?
-¿En serio es necesario? -pregunté con mi ceño exageradamente fruncido. Ella solo asintió. -Pero si tengo demasiada ropa. No tengo problema en ir con cualquier cosa.
-Ni pienses que irás con esa ropa, ¡NI LO SUEÑES! ve a cambiarte para irnos, mueve tu trasero. -gruñí frustrada por tener una amiga tan loca.
-¡Ahg! ¿por qué me haces esto? está bien, espérame. -subí las escaleras, tomé un rápido baño, me coloqué unos jeans de mezclilla y una sudadera azul marino. Amarré mi cabello en una coleta y me coloqué mis gafas. Bajé y sali con Soph al centro comercial en mi auto.
-Pruebate esto. -abrí mis ojos desmesuradamente cuando me dio un vestido muy corto para mi gusto, pero en qué está pensando.
-¡¿QUÉ?! ¡NO! ¡¿Estás loca?! -dije casi gritando, y varias personas nos miraron raro.
-Salvatore, solo mídetelo y me muestras. -rodee los ojos y fui a colocarme el diminuto vestido, me lo coloque y sali de allí para que Soph me viera. Abrió los ojos como platos y quedo con la boca abierta. -¡Julieth! Se te ve genial, pero que cuerpazo ¡Dios! Lo que tenías escondido. -levantó sus cejas una y otra vez, mientras que yo bajaba la falda para tapar lo más que podía mis piernas desnudas.
-Evans, por el amor de Dios, no es cierto lo dices para que me sienta bien, deja muy poco a la imaginación, no es mi estilo. -hice un puchero mientras me miraba en el enorme espejo.
-¿Qué? No es asi, es cierto lo que digo, sabes qué, colócate este vestido. -puse los ojos en blanco, gire sobre mis talones para ir de nuevo a cambiarme.
Me coloqué el vestido rojo de una sola manga y me quede mirando al espejo del vestidor, es lindo pero muy corto y ceñido a mi cuerpo, salí del vestidor para enseñarle a Sophie, mi cara estaba como un tomate por tener que exponerme en este vestido frente a tantas personas desconocidas.
-¿Y bien? ¿Qué tal me veo? -le pregunté a Soph, ella se me quedó mirando por todas partes, analizando cada ángulo.
-¡Te ves espectacular! -Chilló. -Los impactaras a todos. Llevamos ese, no se diga más, anda cámbiate y vamos por los tacones. -no me quedó más remedio que obedecer y cambiar mi ropa para poder pagar el vestido.
Caminamos por todo el centro comercial hasta que al fin encontramos unos tacos negros con unos detalles plateados. Los compramos y fuimos a mi casa.
-Hoy adelantaré mi trabajo -la miré confundida, por primera vez hará su tarea sin que alguien se lo diga, eso si que es un gran milagro.
-Oh ¿por fin harás la tarea? -pregunté y ella carcajeó como si hubiese contado el mejor chiste de su vida.
-¡NO! Hoy haré un pequeño adelanto de tu transformación. -me guiñó un ojo mientras se acercaba a mi.
¿En qué me metí?