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1131 Words
Caín llevaba toda una semana aprendiendo todos los movimientos de Layla, finalmente conocía su rutina a la perfección pero justamente el día de hoy su molesta vecina no había cumplido con ella. ¿Dónde demonios se había metido esa chica? De alguna manera se había acercado a ella, la saludaba cada que la veía e incluso la invitó a almorzar, claramente comida ya echa, porque Caín no cocinaría, jamás. Oyó ruidos en el pasillo y algo demasiado ansioso para su gusto se asomó a ver si era ella, se sorprendió al ver a David. Layla no estaba, ¿qué quería ese parásito? Éste ingresó como si nada a su departamento, ¿podría Layla haberse mudado a vivir con el? ¡No! Eso no era posible, complicaría el maldito plan y Caín sabía bien que las consecuencias caerían sobre el o quizá sobre uno de sus hermanos. -Disculpa chico, ¿eres algo de Layla? -preguntó una chica y Caín salió de sus pensamientos prestando total atención a la conversación. David que iba saliendo del departamento, rascó su nuca intentando controlar sus nervios. Miró a la chica y al ver la chaqueta, comprendió que era su compañera de universidad. -Ella... Tuvo un accidente y está en el hospital. -respondió el.- En lo posible mañana le darán el alta. -¡Oh dios! -exclamó la chica.- ¿Dónde está? Iré a verla, Lay no se merecía ésto...  -Ella no quiere que nadie vaya a verla... Lo siento. -respondió el fingiendo tristeza. -Dile que me llame entonces, por favor. -dijo la chica angustiada. David asintió y huyó rápidamente de ahí. La chica suspiró y bajó las escaleras un tanto confundida y aturdida por la notica. La verdad era clara, David se había propasado de tal manera que hizo que Layla terminará en el hospital, eso del accidente era una vil mentira. -¿En qué soy bueno, Ca? -habló Kyle. -Averigua en qué maldito hospital está Layla Easton, pero ya. -dicho eso colgó. Tomó su chaqueta de cuero algo desgastada y las llaves de su Harley. Por alguna razón sentía un hormigueo extraño en sus puños y eso sólo ocurría cuando en verdad quería golpear a alguien...  Quería golpear a David. El hijo de puta se merecía una buena paliza por abusador. Se distrajo de sus pensamientos al sentir su móvil vibrar con un mensaje de Kyle. Kyle: Es el hospital público. Tu sabes donde, sala de urgencias. Leyó el mensaje y quiso estrellarlo contra el suelo. Si no hubiese salido a esa maldita fiesta, hubiera podido quizás evitar el que Layla terminará en un jodido hospital pero no se resistió a la idea de unos tragos y alguna buena recurrente de momento. Al llegar al hospital, un lugar que odiaba con todo su ser. Los peores recuerdos que tenía eran ahí, en esa basura... Porque eso era, una basura, doctores que hacían lo que querían con sus paciente, enfermeras que poco les interesaba el bienestar de los enfermos y dejaban morir a los más débiles. -Oye guapo, ¿buscas algo? -preguntó una enfermera, Caín la observó con frialdad, llevaba una chaqueta con los dos primeros botones desprendidos. -Layla Easton, está en sala de urgencias. ¿Puede recibir visitas? -preguntó con un tono neutro el castaño. -Oh... Sí, acaban de transferirla a una habitación. -murmuró sonriendo de lado la rubia. -Dime cual. -ordenó el. -¿Me das tu número a cambio? -pronunció ella juguetona. -Es mí novia la que está ahí dentro, dame el número de la maldita habitación antes de que me queje con tu superior. -pronunció Caín perdiendo los estribos. -Yo... Yo... -tartamudeó.- Es la.. Doscientos ocho, en el piso tres. El asintió y se encaminó al ascensor, busco con rapidez la habitación. Cuando estaba llegando a la puerta que tenía el 208 sobre ella, vió salir a David. Se tensó y rápidamente se ocultó. David no lo notó y se marchó de ahí, hablando por su móvil aparentemente muy molesto. Caín se aseguró de que no volvería y entonces ingresó a la habitación. La imagen que lo recibió fue chocante para el. Layla se encontraba acostada en una maldita camilla, con una máquina que marcaba su pulso y suero en su brazo izquierdo, ya que en el derecho tenía vendado el brazo desde su muñeca hasta el codo. Se acercó lentamente, sintiendo que ante cualquier roce ella podría quebrarse, se veía débil. Su piel estaba pálida y tenía un hematoma en su ojo derecho y otro en su mentón que aparentemente iba empeorando. -¿Por qué te hace tanto daño? ¿Qué logra con ésto? -murmuró por lo bajo Caín. Parecía un cadáver con una pizca de vida y el sabía bien que eso era ilógico, imposible pero así se veía. No parecía su vecina, la chica que venía siguiendo y tratando de aprender a predecir. Porque Layla era una jodida caja de sorpresas. Si supuestamente Layla era valiosa para David, ¿por qué le hacía eso? Algo no cuadraba en toda esa mierda. Quizás Albert sabía más de lo que le había dicho. -¿Caín? -oyó un débil susurro. Fijó sus ojos en el cuerpo de la chica, algo se movió en su interior cuando se topó con la débil y cansada mirada de Layla. Sus ojos era una triste tormenta a punto de colapsar en una lluvia imparable. David la estaba rompiendo, quebrantando, Layla se perdería si continuaba así. -Sí, soy yo. -respondió. Su voz sonó más suave de lo que esperaba y por un momento quiso irse de ahí. Esa chica le causaba algo, no sabía si era por sus recuerdos o por el enorme parecido que tenía con... Con ella. -¿Qué... Qué haces aquí? -logró preguntar ella. -Sé que dije que no haría nada más por tí pero... Estas cómo la mierda, vecina. -respondió el y ella intento reír más término tosiendo.- Shhh, estás débil. -¿Eres algún tipo de super héroe? -preguntó ella. El sonrió, era de todo menos eso. Desde sus ocho años supo bien que el jamás correspondería al bando de los "buenos" no después de pertenecer a ese mundo oscuro del que aún era parte y del cual jamás se librería. -Descansa Layla, ya nada te pasará. -susurró el. Ella lo observó una ultima vez queriendo creer esas palabras antes de sucumbir al cansancio metal y físico que tenía. Había sido uno de los peores días de su existencia y todo a manos de la persona que alguna vez amó, aquella persona que le prometió jamás hacerle daño... David estaba perdido y la estaba arrastrando a ella también a su perdición. Cada día era más difícil sobrellevarlo, se estaba dando por vencida. Estaba harta de luchar contra lo que le tocaba, comenzaba a sucumbir, a rendirse, a perderse.
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