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1143 Words
Layla observaba atentamente al doctor, el le daba las indicaciones sobre los cuidados que debía tener con la muñeca enyesada. David tomó la receta de medicamentos y salieron de ahí. -¿Tienes cómo costearlos? Porque no gastaré en ésto. -murmuró el por lo bajo. -Tampoco te he pedido que gastes en mis medicamentos. Ahora aléjate, puedo caminar sola. -gruñó ella. David frunció el ceño ante su actitud, últimamente Layla no venía siendo tan sumisa ante el, eso le gustaba a la misma vez que le fastidiaba. Caminó a la par de ella y prácticamente la obligó a montarse en su auto. -Lo siento, ¿sí? -pronunció y ella lo miró sorprendida.- Pasé un límite que jamás pensé podría pasar y me arrepiento, aunque no lo creas. -Me encantaría ver la sinceridad en tus ojos al disculparte pero no está ahí, ahórrate ésto. -respondió Layla y cerró la puerta de vehículo. Ahora el sorprendido era él. ¿Qué demonios ocurría con su Layla? Ella era dulce, tímida, jamás se atrevería a ser así de cruel con otro ser humano. No podía creer que ella estuviera siendo así de borde con el. Puso en marchar el motor y el camino fue en un silencio realmente incómodo para ambos. Finalmente llegaron al edificio y Layla subió rápidamente las escaleras sin esperar al imbécil de su ex pareja. Maldijo el que ese maldito edifico no tuviera un ascensor. David la siguió de cerca, según el médico podía llegar a sentir mareos e incluso tambalearse de manera que podía caer por las escaleras y no quería eso. -David... Ya puedes irte. -murmuró Layla. -Aún no estás del todo bien, déjame compensar lo que he echo. -pidió el. -Bien a modo de compensación, déjame tranquila... Al menos por un tiempo, estás acabando con mí vida. -pronunció ella y sus ojos se cristalizaron.- No me sorprendería y espero que a ti tampoco, que algún día piense en el suicidio por tanta mierda que me haces. El abrió su boca impactado, suspiró y simplemente asintió marchándose de ahí. Dándole su espacio a Layla. La había cagado y era consciente de eso, estaba consumiendo demasiado y terminaba siendo un monstruo, realmente violento y peligroso. Un verdadero imbécil. Caín abrió la puerta una vez que dejó de sentir los pasos de David por las escaleras. Layla levantó la vista del suelo topandose con la mirada verdosa del castaño. -¿Qué te hizo? -preguntó. -No quiero hablar... No ahora Caín. -respondió ella. -¿Entonces cuándo? -se cruzó de brazos su vecino.- O mejor dicho, ¿cuánto más piensas soportar para poder hablar de ello? -preguntó ahora haciendo notable en su tono, la furia que sentía por dentro. -No lo sé... Simplemente quiero descansar ahora, sentir el confort de mí departamento. -susurró ella conteniendo las lágrimas. Caín la observó en silencio hasta que la perdió de vista cuando  Layla cerró la puerta  del departamento. Sentía que en cualquier momento iba a colapsar. Estaba sola, era una batalla dónde debía pelear sola, sin el apoyo de nadie y sobre todo con un gran adversario, David y todo lo que el acarreaba. Estaba perdiéndose a sí misma, cuando se miró al espejo de su departamento se desconoció totalmente. Se extrañaba, ¿en qué punto se abandonó a sí misma? ¿cuándo se dio por vencida? Su rostro, parecía el de otra persona. Ella antes se tomaba el tiempo de hidratar su piel y maquillarse, sin olvidar mostrar siempre una sonrisa. Ahora nada aquello importaba. -¿Por qué me hice ésto? -susurró. Dejando sus lágrimas salir y empapar sus mejillas, tomó el pequeño bote de basura de acero inoxidable y lo arrojó contra el espejo, provocando que éste se rompiera en miles de pedazos. Así estaba ella, hecha pedazos. -¡Layla! -oyó en la puerta. Reconoció su voz, su vecino. El que en su momento consideró sexy, infartante y una tentación, antes hasta se distraía con eso, imaginandolo a él. Ahora no, su mente era un caos, su vida un desastre y ella... Ella era una cobarde. -¡Abre la jodida puerta! -gritó Caín.- La romperé si no abres, te lo prometo Layla. Ella negó entre sollozos y la abrió un poco. Caín la observó y por primera vez en años sintió algo en su corazón, esa chica estaba rompiéndose. Empujó la puerta y logró ver el espejo echo trizas, así estaba Layla, cayéndose, desmoronandose. -Dime que no estabas pensando en hacerte daño. -pidió el pasando una mano por su cabello. -No. -respondió ella en un débil susurro.- Lo rompí porque no me gustaba lo que veía en el. -Debes hacer algo Layla. -aconsejó el. -¿Qué? ¡Estoy bajo amenaza! ¡Cualquier estúpidez y mi única familia pagará las consecuencias! -gritó ella.- Pero tu no sabes de eso... -¿Qué no sé? Ni siquiera me conoces, infiernos. Hablas sin saber. -gruñó el. -Sí me tomó el tiempo de conocerte, saldrás afectado también. Estoy sola y así permaneceré. -murmuró abrazándose así misma.- No quiero que dañe a nadie más, no de nuevo. -Deberías saber que soy peor que David. -dijo el y salió del departamento. Layla quedó sumida en sus pensamientos, ¿peor que David? ¿el también era entonces una especie de mafioso? Suspiró calmando su llanto, ¿de qué le servía llorar? Caminó hasta la puerta y la cerró, miró el espejo ahora roto y decidió levantar el desastre que ella había causado. Caín bajó los escalones de dos en dos y cuando quiso darse cuenta se encontraba en frente del gimnasio, su entrenador no dijo nada al verlo, sólo le señaló la bolsa que le correspondía esa tarde golpear. No se detuvo a tomar unos guantes, ni siquiera a usar vendas, a mano limpia arremetió contra la bolsa llena de arena. Estaba furioso con Layla por ser tan débil y cobarde, con David por no dejarla en paz, con Albert por exigirle que se gane su confianza y sobre todo consigo mismo porque por un momento tuvo el impulso de abrazarla, consolarla, limpiar su rostro y decirle que simplemente seguía siendo hermosa. -Estúpidas emociones. -murmuró mientras golpeaba sin parar. Debía cumplir lo pedido por Albert, había sido bastante claro esa mañana cuando le llamó, diciendo que si no hacía lo acordado, Lian sería la víctima de las consecuencias. De alguna manera la situación le causó gracia, podría decirse que se encontraba igual que su vecina, sin opciones. Entonces recordó el pánico que sintió al imaginar a Layla autolesionandose, las palabras que ella dijo a David le hicieron pensar lo peor pero gracias a quien sea, ella no había considerado aún esa opción. Y decía aún, porque si David continuaba corrompiendola, ella terminaría por acabar con su patética vida. Las cosas estaban más jodidas de lo que aparentaban y Caín por primera vez estaba confundido sobre sus emociones.
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