Como si al seguir el movimiento de sus ojos su compañera hubiera comprendido su pensamiento, comentó: —Las tiendas de antigüedades ganan verdaderas fortunas en Nueva York. Con frecuencia me he preguntado si podría obtener empleo en una de ellas. Cuando menos sé un poco más sobre arte que quienes acumulan esas horribles mezclas tan comunes en casas como ésta. —Si ésta es típica de las casas de otros millonarios, deben llegar barcos cargados de antigüedades, procedentes de Europa— repuso Devina. Su compañera se echó a reír. —Existen también muchos talleres ocultos en sótanos o edificios viejos copiando una auténtica silla Luis XIV para hacer docenas de copias exactamente iguales. —¿De veras?— preguntó Devina asombrada. —Le aseguro que los millonarios son engañados y extorsionados en to