Llego junto a Gerardo y Lara al edificio administrativo de los hoteles, al ser las dos y cuarenta y cinco de la tarde, buscando ser lo más puntuales posibles. Codeo ligeramente a mi amiga Lara, quien no deja de ver todos aquellos lujos de forma anonadada, pilares de estilo europeo, finísimos pisos de caoba donde casi podíamos reflejarnos, además, de los grandes cuadros de pintores franceses adornando las paredes, decoraciones que habían capturado más la atención de mi amiga, al ser una gran amante del arte.
—Creo que estoy en el cielo —susurra sin dejar de caminar casi como si estuviera en el aire.
Suelto una pequeña risilla al igual a como lo hace Gerardo, quien me mira con complicidad y me guiña un ojo.
—Ya, despierta porque de lo contrario, en cualquier momento babearás el piso —la molesta, a lo que ella pone sus hermosos ojos claros en blanco.
Nos acercamos al escritorio de un joven secretario de cabello platinado, quien no deja de teclear en la laptop frente a él. A pesar de mantener el ceño levemente fruncido, logra reflejar una agradable apariencia.
—Buenas tardes, tenemos una cita con don Manoel Santos —digo al acercarme a él, apretando con fuerza la manilla de mi bolso, para tratar de apaciguar mis nervios.
Él deja su trabajo y nos mira, cambiando de forma radical su expresión fruncida, para una sonriente y amistosa.
—Buenas tardes, ya los están esperando, por aquí por favor —nos indica al ponerse de pie, para señalarnos una puerta de color marrón a un costado de la sala.
Lo seguimos mientras lo escuchamos hablar con respecto a lo que en este momento, están ofreciendo a los visitantes, para que lo tengamos en cuenta. Ni siquiera soy capaz de escucharlo, pues mi atención se concentra en mi amiga Lara, quien no deja de jugar con las puntas de su cabello rubio mientras sonríe como boba, viéndose exageradamente interesada en la plática del chico.
Entramos a una enorme sala de juntas, donde ya se encuentran varias personas frente a una larga mesa, revisando de forma distraída unos documentos frente a ellos. El chico que nos condujo hasta ahí, se dedica a presentarnos, la atención de los demás se enfoca en nosotros, mientras que yo me quedo anonadada, observándolo a él al fondo, sentado frente a una computadora, luciendo mucho más guapo de como lo vi en las fotografías, soy capaz de percibir en él un aura un poco oscura, envuelto en una seriedad que todo empresario mantiene en un nivel como este.
Por un instante, levanta su mirada, la cual se cruza con la mía, unos enormes ojos verdes que se ven fantásticos en ese rostro decorado con esa insipiente y sexy barba. Él me detalla por unos pocos segundos que me parecen eternos, para luego dirigirse a mis compañeros.
—Tomen asiento, ya estamos listos; esto no nos tomará mucho tiempo —es lo único que me dice para luego volver su atención a la pantalla de su computadora.
Lara nota mi actitud nerviosa y me empuja para que avance y no me quede como una idiota al lado de la puerta. Maldición, si casi me había petrificada ante una simple mirada. Lara toma el sitio a mi lado, me mira y me dedica una sonrisa pícara a la vez de que me guiña un ojo, una clara señal de estar fastidiándome ante mi pequeña debilidad. Entrecierro los ojos en su dirección, advirtiéndole con ello que iba a pagármelas.
Todos nos sumergimos en una larga hora donde exponemos, presentamos y escuchamos la opinión de los ejecutivos frente a nosotros, excepto de Manoel, quien se veía desinteresado, inclusive aburrido. Cuando yo hablaba, su mirada me alcanzaba, logrando ponerme nerviosa al punto de hacerme trastabillar a la hora de hablar.
Cansada de su intención de querer intimidarme, le mantengo la mirada y levanto una ceja en su dirección, me obligo a ocultar los malditos nervios que solo me provocan ganas de meterme bajo la mesa, el silencio de su parte comienza a molestarme, pues incluso, sus ejecutivos ya no hallaban qué otra cosa decir, a la vez de que se dedicaban a mirarlo, esperando que su jefe al fin se pronunciara.
—Don Manoel, nos ha escuchado a todos, pero, aún no nos ha dado su opinión, quisiera saber cuál es su punto de vista —le digo con seriedad, obligándome a tragar aquella timidez que él provoca en mí.
—¿Le parece que tengo la apariencia para ser llamado “¿Don”, señorita? —pregunta con una media sonrisa, que enseguida, me hace ruborizar.
—Compórtate, que casi pareces un tomate —Lara me patea por debajo de la mesa, a la vez de que me habla entre dientes.
—Muy interesante su propuesta, veo que son una empresa con mucho potencial —asiente—, aceptamos la alianza para ayudarlos a crecer, pues está claro que justo ahora están desesperados por toda la baja que la pandemia ha provocado en su empresa —bajo mis manos hasta colocarlas sobre mis rodillas, donde las aprieto con fuerza, obligándome a tragar la repentina rabia que se apodera de mí—, han hecho un gran esfuerzo en buscar la forma de unirse a nosotros, creo que eso merece ser recompensado —me guiña un ojo, mientras sonríe, para luego dirigirse hacia uno de sus ejecutivos—, Paulo, dales a firmar el contrato que has preparado.
¿Nerviosismo? ¿En serio fui capaz de sentirme nerviosa al estar frente a este patán?
Trago saliva con fuerza, miro a Lara y luego a Gerardo, quienes me observan de forma desconcertada. La rabia se ha apoderado de mí, justo ahora, no había nada que pudiese detenerme.
Apenas hago el ademán de levantarme, Gerardo trata de detenerme al envolver su mano en mi muñeca al ver mi intención, jalo de mi mano con fuerza, liberándome para caminar en dirección del alto rubio que no deja de sonreír con ironía en mi dirección. Me detengo frente a él, apoyo mi mano contra la esquina de la mesa y me inclino, quedando muy cerca de él.
—¿Así que después de todo lo que aquí se ha dicho a usted solo le parece que venimos a dar lástima?
—Jussi, ¡basta!, vámonos —Lara trata de tranquilizarme al tomar mi brazo, pero la aparto, continúo con mi mirada en la de Manoel, quien no deja de sonreír con notoria diversión ante la situación.
—¿No se tomó el tiempo de averiguar sobre nuestra empresa? Somos una de las mejores de Río a nivel de turismo, y me ofende su comentario, ya que yo sí vi en la suya un gran potencial para asociarnos —suelto una risa cargada de sarcasmo mientras vuelvo a enderezarme—. Si usted piensa que hemos venido a dar lástima, le informo que está muy equivocado, pues estamos lejos de estar necesitados al punto de llegar a trabajar con una persona tan desagradable como usted.
Todos en aquel salón se han quedado en silencio, solamente se dedicaban a mirarse unos a otros, pero Manoel Santos, muy lejos de haberse sentido ofendido con todo lo que le dije, continuaba viéndome con clara diversión en su mirada, acción que me enfureció aún más, me doy media vuelta y regreso a mi lugar, con manos temblorosas ante la rabia que aún siento por ese estúpido hombre, recojo mis pertenencias para terminar por dirigirme hacia mis compañeros, quienes no dejan de verme de forma anonadada.
—Vámonos muchachos, creo que esto ha sido una completa pérdida de tiempo —con eso, salimos de ese lugar, no sin antes dar un portazo tras de mí al salir.
Mientras caminamos hacia el elevador, Gerardo y Lara no dejan de intercambiar miradas entre sí, para luego mirarme con preocupación. Resoplo al esperar por tanto tiempo que el puto ascensor se dignara a abrirse, necesitaba salir de ese lugar lo más pronto posible, de lo contrario, corría el riesgo de regresar a esa sala de juntas para terminar golpeando el impecable rostro del sexy y arrogante rubio.
—¿Qué? —les pregunto al notar que ninguno deja de mirarme.
—Es que… —Gerardo silba, dedicándose a negar con la cabeza para luego sonreír—, eres la puta ama, te has convertido en mi heroína.
Pongo los ojos en blanco mientras entro al elevador.
—Si soy tu heroína, al menos invítame a un trago, necesito distraerme, necesito olvidarme de esta amarga reunión, de lo contrario, me será imposible poder ir a la que tengo mañana.
—Como usted diga, jefa.
Gerardo lleva una mano hasta su frente, donde realiza un ridículo saludo militar, para luego dirigirse a Lara.
—¿Vienes, Lara?
—¿Sí se dan cuenta que apenas serán las cuatro de la tarde y que aún estamos en horario laboral?
—¿Y tú te das cuenta que estás con la hija de tu jefe? ¿La heredera de Turissara?
Mi mejor amiga pone los ojos en blanco, cruza los brazos a la altura de su pecho y resopla.
—Aún así corro el riesgo de perder mi trabajo, peor aún, que tu padre no vuelva a permitirme a acompañarte a este tipo de reuniones.
—Lo llamaré, le diré que vamos por un café —digo al sentirme más relajada ante la idea de los tragos.
(…)
—¡Manoel Santos no es más que un puto bastardo sexy! —exclamo después de llevar un nuevo chupito de tequila a mis labios.
Ya había perdido la cuenta de cuántos me había tomado, pero, dada a la alegría que me había invadido, suponía que no habían sido pocos. Lara le dedica una mirada de pánico a Gerardo, mientras trata de evitar que pida otro.
—¡Les dije que era una mala idea! ¡Y tú deja ya de pedir más tequilas!
—¡Deja de quejarte! —gruño al ignorarla—, recuerda que durante la pandemia fue imposible salir a divertirnos, así que no seas aguafiestas y disfruta.
Llevo una mano hasta mis labios, conteniendo una arcada, una que no puedo contener por mucho tiempo, así que me levanto y corro hacia el baño, donde apenas y logro agacharme para depositar todo el contenido de mi estómago dentro del inodoro.
Apenas logro detenerme, me siento en el piso, echándome a reír. Todo a mi alrededor comienza a dar vueltas, una clara señal de que inclusive, ya no podría ponerme de pie.
—Vamos, que voy a llevarte a tu casa —Lara se inclina hasta quedar a mi altura, toma mis manos entre las suyas y sonríe—, ¿te sientes bien?
—¿En serio lo preguntas? No me puedo levantar, amiga —respondo sin parar de reír—, y eso sin contar que probablemente papá va a matarme.
—Todo ha sido tu culpa, será mejor que recuerdes eso cuando comience a preguntar qué fue lo que pasó —mi amiga ríe a la vez de que me ayuda a levantarme.
Me dejo arrastrar por ella, pues ahora, era el momento de aceptar que ya no podría seguir, ese era el instante de regresar a la casa, tomar un baño, meterme a la cama y luego, prepararme para un nuevo día cargado de responsabilidades.