—¡Eres la mejor amiga del mundo! —Lara entra a mi oficina, sosteniendo unos documentos en sus manos, lo que probablemente podrían ser sus tan anheladas vacaciones firmadas—. ¡Oh! No sabía que habías traído a Lucy hoy —comenta al ver a mi pequeña Pomerania echada en su camita cerca del ventanal, sin pretender moverse de ahí. —Está un poco enferma, no quise separarme de ella —le cuento al suspirar con pesadez. Lucy no había querido probar su comida desde ayer, se la había pasado echadita en su cama, sin siquiera responder a los mimos que tanto amaba recibir. —El veterinario la verá en una hora, tiene mucho trabajo. —¿Tienes quién la lleve? —Yo, por supuesto —digo sin dudar—, es mi bebé, debo de ser quien la cuide. —Pobre de Lucy —susurra al acercarse a la cachorra quien de inmediato s