Ámbar bajó la mirada, reaccionó hábil, y caminó con rapidez, siguiendo a Makya, quien ya se había perdido al dar vuelta
—¡Es ella! —exclamó Ámbar—. ¡Es la gran perra! —gritó y al escucharla, Makya la tomó de la mano, corriendo a esconderse tras unos autos estacionados
Agatha gritó a su chofer que se detuviera, bajó de prisa y caminó para buscarla, pero la mujer se había desvanecido de su vista
—¿Qué demonios fue eso? —exclamó sin aliento, sintiendo sus latidos estrujar su corazón
«¿Fue una alucinación? ¡Maldita Ámbar! Incluso si es tu espíritu el que me persigue, también lo enviaré de vuelta al infierno» pensó con odio, pero su piel se erizaba de miedo, dio la vuelta, la vieron irse, entonces Ámbar pudo respirar de nuevo
Ámbar y Makya escaparon, uniéndose a Diego y pronto volvieron a
