Capítulo 11

1544 Words
Angus, se quitó las gafas y la observó con los sensuales ojos azules de un modo que hizo que ella se sintiera como si estuviera completamente desnuda. Entonces, sonrió. —Me estaba empezando a preguntar si habrías decidido tomar una siesta. —Las siestas son para los mayores –replicó Victoria. Se sentó en la silla que había junto a la de él. El sol de la tarde le caldeaba la ropa y los brazos y las piernas, que llevaba desnudos. —No estaría tan seguro. A veces son necesarias, como cuando has gastado mucha energía y tienes que reponerla. ¿Mucha energía? Sin saber por qué, a Victoria no le pareció que estuviera hablando de ir a dar paseos por las colinas. —Voy a por un vaso de jugo–anunció ella volviéndose a poner de pie–. ¿Quieres algo? —Tal vez una cerveza… —Volveré enseguida. Victoria se marchó a la cocina sin mirarlo. Sin embargo, no podía borrar la imagen de aquel cuerpo medio desnudo. Angus Baker era ya algo a para tener en cuenta, pero medio desnudo… Imposible de ignorar...La mano empezó a temblarle, por lo que derramó un poco de jugo sobre la encimera. Protestó en voz baja y tomó una servilleta para limpiarlo. Ni siquiera hacía falta que estuvieran en la misma estancia para que ella no pudiera controlar los nervios. Tenía que hacer algo. No podía seguir así. Tal vez necesitaba liberarse del hormigueo que sentía constantemente en la piel. Tal vez debía aceptar la oferta de que compartieran dormitorio cuando ella estuviera preparada. ¿Lo estaba? ¿Podía dar ese paso? Aunque sin duda serviría para aplacar el deseo constante que sentía hacia él. ¿ O sería peor el remedio que la enfermedad? «Solo hay una manera de salir de dudas», le dijo una vez más la enojosa vocecilla. Decidió ignorarla y recogió las bebidas para sacarlas al jardín. Colocó la cerveza de Angus, en la pequeña mesita que había junto a la silla de él poniendo mucho cuidado en no tocarle accidentalmente. En aquellos momentos, se sentía tan tensa que le preocupaba la reacción que pudiera tener ante un pequeño roce. —Gracias –dijo él antes de tomar el vaso y darle un largo tragó–. Estupendo… No hay nada como una cerveza fría cuando hace calor y no se tiene nada más que hacer. Victoria, tomó un sorbo del jugo de maracuyá y agradeció la dulce frescura, pero, al mismo tiempo, se preguntó si no debería haber añadido algo de alcohol solo para tranquilizarse. Desgraciadamente, eso le hizo pensar de nuevo en la fotografía que acababa de recibir. Hacía años desde la última vez que había tomado alcohol y, además, siempre había bebido moderadamente. Pero Angus, le había hecho pensar en volver a beber. Él no podía ser bueno para ella. Llevaban una semana casados y ella ya no podía sacárselo de la cabeza. Regresar al trabajo sería un bálsamo de la tranquilidad para ella, pero eso no ocurriría hasta otra semana después. En un principio, le había parecido que la luna de miel de dos semanas era buena idea, una oportunidad para pasar más tiempo con su esposo y llegar a conocerlo mejor. «¿Conocerlo en el mejor sentido?». Dio otro largo sorbo al jugo. Aquello estaba empezando a ser ridículo. Tal vez debería acostarse con Angus y terminar de una vez por todas. —¿Quisiera, saber que tanto piensas?. —Nada importante –comentó ella sonrojándose. —¿Será que no me los quieres contar?. –replicó el–. Estaba pensando que podríamos salir a cenar esta noche. Tal vez a un restaurante de comida Italiana que hay en la ciudad. ¿Un restaurante? Eso estaría bien. Asintió enseguida. Al menos, allí estarían rodeados de personas y tal vez, solo tal vez, ella dejaría de pensar en lo sexy que era su esposo y en lo que ella iba a hacer al respecto. —Me encanta la idea. ¿Quieres que haga la reserva? A mí no me importa conducir hasta allí. —Pensé que tal vez podríamos pedir un taxi. Así, podríamos emborrachar los dos. Para que todas las preocupaciones de Victoria salieran volando de su mente. Sin embargo, podría ser que hubiera llegado el momento de que se relajara un poco. Durante mucho tiempo había llevado una existencia muy disciplinada y estructurada. Se levantaba, trabajaba duro, se marchaba a la cama y vuelta a empezar. Su vida adulta había sido una repetición continua de las mismas cosas. ¿Por qué no podía disfrutar un poco y vivir? En especial con el hombre con el que estaba casada. —Está bien –dijo antes de que pudiera cambiar de opinión–. Suena bien. ¿Bien? ¿En qué estaba pensando? No estaba segura de que estuviera lista para manejar una situación como aquella, pero decidió que no lo sabría hasta que no lo intentara. El restaurante resultó ser una exquisites. En su diseño con esas cortinas blancas, los muebles blancos con dorado, nunca había visto tanta elegancia y una atención de primera y la comida era un verdadero manjar para dioses. Comieron Ratatouille y unos crepes rellenos de frutas con crema, que se desasian al paladar y acompañado de un excelente vino francés. Cuando aceptó la invitación de Angus, no tenía tanto apetito, pero cuando probó el primer bocado sintió un gran apetito. Angus, la observaba en ver cómo se comía los crepes rellenos de crema, parecia una niña con la boca llena de crema. Angus, nunca antes había conocido a nadie como ella. Llegaron a la mansión. —Gracias, por la cena estuvo espectacular. —Gracias, a ti por tú compañía Victoria. Esperó que se vuelva a repetir. —Claro que si. —Voy acostarme. Hasta mañana. —Hasta mañana Victoria. Angus, se quedó observando como Víctoria, subía las escaleras, mirando ese movimiento sexy de cadera. Era una mezcla increíble y perfecta de belleza e inteligencia. Desde siempre, había estado viviendo muy cerca de él. Si no hubiera sido por la enemistad entre las familias, ¿Habrían sido diferentes las cosas? ¿Habrían terminado igualmente juntos, aunque en diferentes circunstancias y habrían salido como una pareja normal para hacer cosas normales?. Cosas como hacer el amor bajo la luz de la luna hasta que los dos cayeran dormidos, presas de un saciado agotamiento. Angus, se fue a la cama, pensando en Victoria, pero no lograba descansar daba vueltas y vueltas. Y estar con Victoria , le estaba resultando muy incómodo, pero no estar a su lado lo era incluso peor. Angus, se acostó de otro lado y esperó relajarse, pero no pudo conseguirlo. Una vez más, se iba a quedar dormido con una erección insatisfecha. Se preguntó qué habría hecho ella si le hubiera acariciado la fina piel de los bronceados brazos tal y como había querido hacerlo durante la cena o, si, cuando el coche los llevó a casa, la hubiera tomado entre sus brazos y le hubiera plantado un beso en el cuello. ¿Se habría echado ella a temblar de placer? ¿Se habría girado hacia él y le habría respondido el beso con una desenfrenada pasión?. Suspiró lleno de frustración. Resultaba completamente irrelevante dónde lo llevaran sus pensamientos. Hasta que Victoria, estuviera dispuesta a acudir a él, no pasaría nada entre ellos porque él no iba a presionarla. Cada mañana seguía notando en ella fragilidad e inseguridad. Angus, no sabía por qué, pero no pensaba empeorarla. Podía ser paciente, aunque ello le costara la vida. Un ruido le hizo tensarse. Abrió los ojos y detectó la esbelta silueta de su esposa. Acababa de entrar en la habitación. Angus, se dio las gracias por haber tomado la decisión de dejar las cortinas abiertas porque los tenues rayos de luna creaban la iluminación perfecta para lo que se estaba produciendo en aquellos momentos. Victoria se detuvo al llegar al borde de la cama. Durante un momento, Angus, pensó que iba a darse la vuelta para marcharse igual de silenciosamente que había entrado. Si Angus, no hubiera estado mirando hacia la puerta, no la habría visto, pero estaba tan cerca… Contuvo el aliento y pensó qué era lo que ella iba a hacer a continuación. No tuvo que esperar mucho tiempo. Resultaba evidente que Victoria, había tomado su decisión. Agarró la sábana y se deslizó junto a él. El cuerpo de Angus, se puso en estado de alerta. Todos sus instintos lo animaban a tomarla entre sus brazos y a hacer realidad las fantasías que llevaban inquietandolo desde la primera noche. Sin embargo, él era muy fuerte. Victoria, podía haber acudido a él por muchas razones y podría ser que ninguna de ellas tuviera nada que ver con la desesperación que se había apoderado de Angus, en aquellos momentos ¿Cómo reaccionaba un caballero en una situación como aquella? ¿Qué podía decir o hacer? —¿Has tenido una pesadilla? –le preguntó. Sintió, más que vio, que ella sacudía la cabeza –No, nada de pesadillas–respondió con voz ronca–. Yo… pensé que había llegado el momento de aceptar tu oferta. He cambiado de opinión y ya no quiero dormir sola. ¿Tú si.....?
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