Capítulo 12

1060 Words
¿Qué si quería estar solo?. Angus, quería saltar y de gritar de alegría, pero se contuvo. —¿Estás segura? –le preguntó. —No he podido pensar en otra cosa. Me… –se interrumpió, dudando. —¿Sí? Preguntó Angus. —Me está volviendo loca. —Tengo que admitir que también, me estoy volviendo loco. Este matrimonio nuestro es muy raro, ¿No, crees?.. Angus, oyó que ella suspiraba en la oscuridad . —Sí que lo es. Victoria, quedó en silencio. Su cuerpo estaba rígido de la tensión. Tal vez Angus, debería haberse dejado llevar por sus instintos y dejar a un lado lo de comportarse como un caballero. Entonces, sintió que ella se movía hacia él. Notó que le tocaba el hombro suavemente y ya no pudo contenerse. Le colocó la mano sobre la cadera y sintió que ella llevaba puesto una especie de camisón de seda. Mientras la acariciaba, la tela se deslizaba bajo su mano, una delicada y lujosa barrera entre ellos. Sin embargo, por muy agradable que esta resultaba, quería sentirla a ella. Levantó la tela hasta que, por fin, tocó piel desnuda. Victoria , no llevaba ropa interior y, al darse cuenta, sintió que el deseo le cobraba vida en la entrepierna. Mientras la acariciaba, la mano le temblaba, pero fue levantándole poco a poco el camisón. Sintió la suave curva de la cintura, la forma de las costillas, los redondeados senos… La respiración se le cortó cuando la tocó ahí. Cubrió con la mano la rotundidad de la carne y dejó que el pulgar se deslizara sobre el erecto pezón. Victoria, tenía la piel acalorada, como si estuviera ardiendo con la misma necesidad que él. Angus, se incorporó un poco sobre la cama para tener mejor acceso a ella e inclinó la cabeza para besarle y acariciarle con los labios el delicado abultamiento. Deseó poder verla más claramente, poder beber de su belleza, del color de su piel. Sin embargo, así, en la oscuridad, sus otros sentidos se avivaban aún más y disfrutaban con ella. Gozaba con los gemidos y con los suspiros que ella dejaba escapar cuando la acariciaba. Con el aroma de su piel y de su deseo. Era un poderoso afrodisíaco saber que ella lo deseaba tanto. Continuó dedicándole atención a los pechos mientras comenzaba a deslizar la mano por el liso vientre hasta llegar aún más abajo. Evidentemente, Victoria, era la clase de mujer que se tomaba muchas molestias con su cuidado personal, tal y como indicaba el pequeño y recortado triángulo de vello corporal que allí tenía. Daría cualquier cosa por verlo, pero ya habría tiempo. Esperaba que aquella noche fuera la primera de muchas en las podrían descubrirse el uno al otro, tocarse y saborearse para gozar de sus cuerpos. Deslizó los dedos un poco más, hasta llegar al deseo líquido. Húmedo y resbaladizo. Tan tentador… Victoria, se movía, gimiendo para indicarle lo preparada que estaba. Angus, deslizó un dedo dentro de ella y sintió que se tensaba y temblaba contra él. —¿Te gusta, mi vida?–le preguntó. —Sí, me encanta–suspiró ella, temblando–. No pares, por favor… —Bueno, como me lo has pedido te complacere… Angus, repitió el movimiento, pero en aquella ocasión con dos dedos, y comenzó a acariciarla. Victoria, levantó las caderas de la cama y se tensó alrededor de los dedos. Angus, realizó movimientos muy cortos y lentos mientras le besaba el vientre. El aroma de su cuerpo era cálido y sugerente, muy dulce. Deslizó los labios sobre el vello púbico y lo besó. Entonces, con la lengua, buscó entre los pliegues. Victoria, le hundió las manos en el cabello, inmovilizándole la cabeza mientras él realizaba delicados movimientos con la lengua sobre su botón rosado. Él sintió que se iba tensando cada vez más. Había llegado el momento. Incrementó el ritmo que marcaba con los dedos y, entonces, cerró los labios alrededor de el delicado botón y aspiró con fuerza. Victoria, tuvo un orgasmo entre gritos de placer. Su cuerpo temblaba mientras remitía el clímax. Angus, estuvo a punto de correrse también al sentir la fuerza de aquel orgasmo. En vez de eso, se aferró a su autocontrol, decidido a hacerle disfrutar al máximo. Su propio placer llegaría más tarde y sería mejor aún por ello. Angus, fue ralentizando sus movimientos y, antes de retirar los dedos, le dio un último beso en el cuerpo. —Sé que esto probablemente suena a cliché, pero eres espectacular –susurró ella. Angus, se echó a reír. Le encantaba el hecho de que ella pudiera hacer bromas en un momento como aquel. —Aún no he conocido al hombre a quien no le gusta que le digan algo así. Dejando ver una sonrisa. Se tumbó de nuevo junto a ella y la estrechó entre sus brazos. —Y eso pretendía que fuera, un cumplido –le dijo mientras le daba un beso en el hombro–. Ahora te toca a ti… —No hay necesidad… —Shhhhh, claro que si la hay. Yo estoy a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. –bromeó. Le mordió el hombro muy suavemente. La sensación de los dientes contra la piel le provocó una nueva oleada de deseo. Tendría suerte si lograba aguantar un minuto más para la tortura que ella le tenía preparada. Y así fue. Una deliciosa y dulce tortura llena de sensaciones que sintió mientras ella exploraba su cuerpo con manos, labios y lengua. De vez en cuando, la mano pasaba cerca de la entrepierna y se rozaba contra la espada erecta, haciéndolo palpitar involuntariamente. Tenía tal sensación de tensión en los genitales que le dolían, y eso le producía un gran placer. El cuerpo le tembló al sentir que ella empezaba a bajar. Por fin, sintió los dientes sobre la sensible uve de la entrepierna. Si iba a hacer lo mismo en otra parte de su cuerpo, no creía que aguantara. Así fue. Angus, apretó los puños sobre las sábanas y permitió que su cuerpo cabalgara la oleada de placer que amenazaba con apoderarse de él. Victoria, rodeó el m*****o con los dedos y comenzó a acariciárselo mientras se metía la punta en la boca. Aquello era demasiado. Demasiado. Con un rápido movimiento, Angus, la apartó y la hizo ponerse encima de él.
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