—¿Con quién hablabas?—me preguntó Tyler, mientras yo miraba la ubicación que me envió Camila, a solo trece minutos de aquí.
¿Qué diablos significaba esto?
Había pasado una semana desde que aquel hombre murió y yo había venido a este lugar para hacer personalmente la oferta de compra a su hija, quien ya había tomado la responsabilidad de cuidar a su hermano, pero no solo eso, yo había pensado que como Tyler dijo que ella era una mujer de ciudad, no se haría cargo de su hermano o no se quedaría a vivir aquí, pero él decía que todos los moradores murmuraban que ella había venido para quedarse, por eso tenía que mejorar mi oferta para que ella vendiera y no tan solo eso, sino que no nos hiciera perder más tiempo.
Sobre todo la pérdida de tiempo.
Lo extraño era que…Camila estaba en el mismo lugar de la ubicación del terreno.
—¿Crees que puede haber un fallo en el mapa por la poca señal que hay en este lugar?—le pregunté a Tyler, él era más experto en este lugar, por todo el tiempo que llevaba aquí, haciendo cada una de las gestiones del proyecto y dirigiendo.
—Siempre me pasa, quiero ir a un lugar y me lleva a otro, todo se…mezcla un poco una vez que la red falla. ¿Qué sucede? Antes me pareció verte palidecer. ¿No te respondió esa mujer?
—Sí, aceptó que nos viéramos.
—E imagino que ahora irás a donde ella, horas de carretera solo para verla.
—Lo cierto es que…ella está aquí. A solo unos minutos. Estamos en el mismo lugar.
—¿Qué? ¡Vaya coincidencia! Eso sí que es tener suerte. ¿Una señal del destino?
—Iré a prepararme, bajo en unos minutos.—A mí los planes que hacía el destino no me gustaban mucho, así que no confiaba en él, solía jugar sucio y pesado. El destino nunca era un aliado.
Admitía que no me gustaba este lugar, me parecía muy húmedo, subía mucho el viento, llovía mucho, pero si Camila estaba aquí, todo mejoraba considerablemente.
Me di una rápida ducha, me peiné, rocié un poco de perfume en mi cuerpo y luego tomé el Jeep de Tyler, era un vehículo adecuado para andar por aquí.
—Avísame si llegas a cenar.
—¡Espero que no!—grité junto a la puerta, a nada de salir.
En el camino, cuando solo faltaban unos tres minutos para llegar, llamé a Camila.
—Bien, desistes. Me ahorras el tener que recibirte.—dijo al contestar mi llamada.
—Estoy llegando, ¿puedes salir?
—¡¿Qué?!—¡Eso sí que no se lo esperaba!
—Estaba a solo trece minutos de donde tú estás. Ya estoy llegando, tomo la colina y listo, estás allí.—guardó silencio mientras yo sonreía, está claro que solo me dio su ubicación para verla porque creía que yo estaba como mínimo a cinco horas de ella. No se esperaba esto, pero la jugada le había salido mal a Camila, ahora tendría que verme, porque estaba a nada de llegar a su casa, ya podía ver el lugar, ya podía llegar a ella.
Aparqué en frente de su casa, después de colgar la llamada donde ella se había quedado muda.
Miré hacia la puerta, esperando que ella saliera, pero no lo hacía, tomé mi móvil y bajé del coche, aquí no tenía señal para volver a llamarla.
Caminé frente a la casa, recibiendo en mi cara la brisa fresca que golpeaba el lugar. Se estaba nublando, el viento estaba cada vez más frío, más húmedo.
Escuché algo por el lado derecho de la casa, provenía de los arbustos.
—¿Camila?—De allí salió ella, con la cabeza llena de hojas que se incrustaban a su cabello y un ceño jamás antes tan fruncido.
—Diego.—Mi sonrisa se asomó cuando ella dijo mi nombre, a pesar de que no era con el tono adecuado.—Estás aquí.—¿por qué estaba tan sorprendida de verme si le llamé que ya estaba cerca?
—Sí, vine a verte. ¿Qué hacías por ahí detrás? Tu cabeza está llena de hojas.—me acerqué para quitarlas, pero ella apartó mi mano.—¿De mal humor?
Rió por lo bajo.
—No puedo negar la sorpresa de que estés aquí, esperaba que…no vinieras, menos para ir a un cobertizo.
—Veo aquí una linda la casa,—señalé.—¿lo del cobertizo no es broma?
—No, no lo es. ¿Quieres…pasar? Ya empieza a hacer frío fuera.
—Te sigo.
—¿Por qué andas por aquí? ¿Tienes algún familiar?
—Aunque no lo parezca, son asuntos laborales.
—¿Y desde cuándo tú acudes a estos asuntos laborales? ¿Dónde está tu mágico Tyler?
—¿Aún sigues celosa de él?—sí, claro que lo estaba. Una vez les hice una comparación y ella se enojó mucho porque le dije que él era más eficiente, a pesar de que ninguno de los dos se conocía, pero sí sabían uno del otro.
—No, ya no es mi asunto. Aunque no me explico qué cosas de trabajo te traen aquí que no pueda hacerlo tu mágico Tyler.
—Hay una—fui esquivando las ramas que llegaban a mi cabeza mientras cruzábamos junto a la casa, rodeada de árboles bajos que impedían el paso normal por ella.—propiedad aquí, aunque aún no ubico bien su lugar en el mapa, dado que está fallando mucho por la falta de conexión, pero para mí que es cerca de aquí, la iré a ver mañana. En fin, hay que comprar esa propiedad, pero el antiguo dueño no quiso vender, ahora tengo que convencer a su hija para que lo haga.
—¿Tú? ¿Convencer? Como si tuvieras ese don.
—Sabes que sí.—Ella giró su cabeza hacia atrás, observándome con los ojos entrecerrados.—En ese lugar se construirá la nueva fábrica, pero esa propiedad es una de las más importantes y aún no quiere vender, pese a que los demás vendieron.
—La gente aquí es muy testaruda, te digo que si dijo que no, no lo podrás convencer de vender.
—En este caso, tomaré otras medidas más drásticas.—Salimos a la parte de atrás, aquí podía ver el amplio terreno que se escondía detrás de la fachada de esta casa y cubierto por la línea de árboles que servían de cerca para el lugar. Podía ver unos establos, escuché un caballo y luego vi el cobertizo, mucho más no podía ver, dado que caía la noche. Seguí caminando tras ella, sin dejar de hablar.—Los obligaré a vender.—ya habían algunos planes hechos, solo para utilizar en caso de que la mujer no quisiera vender.
—Jugarás sucio.—reconoció ella. Ya me conocía.
—Solo porque no me queda de otra, necesito su propiedad, es la única pieza faltante. Te aseguro que haré que venda.—abrió la puerta del pequeño cobertizo, mostrándome su interior, realmente no era tan pequeño.—Es lindo.
—Acomódate donde puedas, y bienvenido.—yo me senté en la diminuta silla y ella en la cama.
—¿Ahora…vivirás aquí?—miré el techo tan bajo que había y aquella bombilla que parecía calentar todo con su luz amarillenta.
—¿En este cobertizo?
—Me refiero el lugar.
—Soy de aquí.—la miré con ceño fruncido, jamás imaginé que ella no era de la ciudad.—Nací aquí.—yo había visto un par de personas del lugar y Camila no parecía ser de aquí.
—¿Por qué regresaste?—a lo mejor vino a refugiarse luego de esa abrupta ruptura.—¿Cómo estás luego de lo del compromiso?
—Bueno, un poco agradecida porque lo vi con mis propios ojos, porque si me lo cuentan…no me lo creo.—me senté a su lado y tomé su mano.—Pero nada que no se supere. Es mejor estar soltera, ¿no?—deslizó su mano de la mía solo para jugar con mi reloj.—¿Para qué querías verme? ¿Regañarme?
—Un poco. Solo me dejaste allí, luego de…
—No entiendo qué querías.—dijo, interrumpiéndome.
—¡Al menos me hubieras despertado! ¡Me sentí usado! Primero me besas en aquella sala, luego vamos a mi habitación y desapareces antes de que yo pueda abrir los ojos. No me pareció justo. ¿Sabes el tiempo que…llevaba deseándote? ¿Sabes el tiempo que llevas gustándome? Primero, eras mi empleada. ¡Y luego estabas comprometida con ese inútil! Después pasa aquello y tú te vas. Jamás me sentí tan—iba a decir humillado, pero Camila no encontró otra manera más perfecta de decirme que cerrara la boca. Sus labios se posaron en los míos y mis manos no perdieron tiempo en hacer lo que quisieron hacer desde que la vi aparecer con su cabello lleno de ramas.
Mi cuerpo quedó recostado sobre la cama y ella sobre mí, comenzó desabrochar mi pantalón luego de dejar sus pechos fuera, desnudos, iluminando mi vista en ellos, dejando mis manos allí, tocándolos sin querer apartar mis manos.
Estábamos pasando a la acción a una velocidad increíble, pero entonces tocaron la puerta.
—¿Camila?—un segundo después fue abierta.—¡Camila! ¡¿Qué haces, Camila?!—aquella voz sonó cargada de asombro y algo de horror, el cuerpo de Camila se aplastó contra el mío para cubrir sus senos desnudos ante la interrupción de aquel hombre.
—Es mi hermano.—susurró en mi oído.—¡No puedes entrar solo porque toques a la puerta!—procedió a gritarle.
—¡Entro si quiero!—dijo en respuesta.
—¡No es tu casa! ¡Es el cobertizo! ¡Sal! ¡Toca otra vez y espera a que yo te diga que pases! ¡Ahora, Elián!—su hermano obedeció a lo que ella dijo, saliendo otra vez, tocó la puerta y aguardó. En ese tiempo ella bajó de la cama y se vistió con rapidez, yo también organicé mi ropa y me senté.—Pasa, Elián.
El hombre entró, llevó sus brazos detrás de su espalda y dejó su mirada fija en mí.
Yo me puse de pie y le ofrecí mi mano.
—Soy Diego Alba.
—Soy Elián. Disculpa que no tome tu mano, evito tocar a las personas. Gérmenes. Y más luego de lo que hacían.—nos miró como si fuéramos culpables de algo muy malo.
—Oh. Lo siento.
—¿Por qué no me avisaste que venía tu prometido? La cena está lista pero no sabía que era para tres. De todos modos puedo solucionarlo. Le sacaré comida a tu plato, así la compartes con él.—observé a Camila. Esto era una situación muy extraña, no solo porque yo no era su prometido, sino porque…su hermano también era un poco extraño.—¿Ya vienen a cenar?—la forma en la que lo decía no me dejaba identificar si quería que yo fuera o no.
—Él no se queda y no es mi prometido, Elián.—el hombre la miró horrorizado, soltando un extraño grito. Camila corrió hacia él y comenzó a tocar su cabeza con delicadeza y él dejó de gritar.
—¡Lo besabas! ¡Estabas desnuda sobre él!
—Elián, es un poco complicado.—y fue ahí donde él retomó su grito. Era…una persona especial y lo que ocurría es que él no entendía la situación, a raíz de eso se alarmaba.
¿Por qué ella estaba desnuda con alguien que no era su prometido? Esa debía de ser la pregunta que se hacía su hermano.
—Está un poco enojada conmigo, por eso dice que no soy su prometido. Pero claro que sí lo soy. Nos casaremos pronto.—le dije, logrando calmar la situación cuando él escuchó mis palabras.
—¡Eres mala, Camila! ¡No me mientas!
—No te mentí! ¡Él miente!—abandonó su cabeza y se giró hacia mí.—¡¿Por qué le mientes?!—estaba claro que ella no veía que era para calmar la situación, así como estaba claro que ella no era muy experta en esto. Estaba creando una escena muy confusa en su hermano y eso solo lo alteraría. Poco a poco se fue dando cuenta y ya se calmó.—¡Ah!—dijo al comprenderlo.—Sí, sí es mi prometido. No lo conocías, Elián. Ha venido a visitarme.
—Y se quedará la noche aquí, no puede marcharse, en un par de horas habrá una niebla muy espesa, muchos creen que lloverá, pero no es eso lo que pasará. Los que son inteligentes no saldrán de su casa. Pueden quedarse en el camino por horas si salen, porque todo se pone que no se ve nada y las recomendaciones son detenerse, así se evitan accidentes.
—Entonces me quedaré aquí con mi prometida.—tomé la mano de Camila y ella me la apretó con fuerzas, buscando hacerme daño.
—Pueden pasar a cenar.
—Iremos en cinco minutos, Elián. Ve primero.—obedientemente su hermano salió de la habitación y ella soltó un suspiro de alivio.—Soy mala en esto, pero espero acostumbrarme. Ahora me hago cargo de mi hermano, mi padre falleció hace poco y él solo me tiene a mí.
Espera…su padre falleció hace poco y ella ahora estaba a cargo de su hermano.
¡Era ella!
¡Era ella!
¡Maldita sea!
¡El mapa no estaba dando la ubicación mal por la mala conexión! Este era el lugar, Camila era…la hija de ese hombre, que ahora se haría cargo de todo.
—Camila…
—Vayamos, no sé si puede alterarse porque tardemos.
—Espera, creo que hay algo que tengo que decirte.
—Te aseguro que puede esperar después de la cena.
—Creo que no, tengo que decírtelo.
—¡Vamos, Diego! Necesito hacer las pases con Elián para que él me invite a quedarme en la casa, no puedo vivir en este cobertizo siempre.—salió primero que yo, sin dejarme decirle que…era a ella a quien yo necesitaba comprarle sus tierras.