Había pasado toda una semana desde el funeral de mi padre y aún yo no veía a Elián, ¿cómo se supone que podía hacerme cargo de él si él no quería saber nada de mí?
Estar sola en esta casa no me gusta en lo más mínimo, era muy grande, me sentía fuera de lugar y no me gustaba estar aquí, olía a campo, a madera, a yerba, olía a heno.
Los animales estaban en el prado, aún así escuchaba a las vacas, fui al establo y observé a los caballos desde lejos.
Esta vida ya no era la mía, había dejado de serlo desde que me marché de aquí hace tanto tiempo.
Había intentado buscar a una persona para contratarla a que me ayudara con el lugar, pero…todos me rechazaban, no me querían aquí y eso no se esforzaban en ocultarlo, solo faltaba que me lo tiraran a la cara. Había hecho algunas cosas muy básicas y mi tío me había ayudado con algunas cosas, pero él también tenía sus responsabilidades.
Podría decir que ya sobreviví a la primera semana, pero no sé si el ganado podría decir lo mismo, mi cuidado no era el mejor, solo los alimentaba y ya está.
No podía hacer otra cosa.
Si al menos Elián viniera, a él le gustaba todo esto.
Regresé a casa para ver si conseguía algo de señal en el móvil, necesitaba hablar con Susana y recordarle que no tenía que hablar con Tommy, que no se dejara engatusar de sus palabras y su llanto, porque yo a él lo quería lejos de mí.
Sentada en el enorme salón, entró un poco de cobertura, entonces recibí un montón de notificaciones de golpe, pero la señal volvió a desaparecer, dándome tiempo para leer todo lo que había recibido.
La mayoría de mensajes eran de Susana, unos que otros correos sin importancia y…Tommy.
Sí, lloré, lloré al leer sus mensajes, al mirar sus fotos, los videos, las invitaciones a nuestra boda, claro que yo lloraba, era mi prometido, ¿cómo no hacerlo? Estuve a punto de formar una familia con él, no estaba segura si estaba embarazada y lo que es peor, pensé que él me amaba; no quería torturarme pensando en el tiempo que llevaba engañándome, pero habían muchas dudas en mi cabeza.
Revisé otra vez los correos, abrí algunos y luego vi aquel nombre en letras grandes.
DIEGO ALBA
¡Vaya! Esto no me lo esperaba.
Abrí el correo y luego cerré los ojos, no sé si quería saber lo que decía el contenido, no lo veía desde que abandoné aquella habitación de hotel.
Abrí los ojos lentamente y vi las cortas palabras que contenía el correo.
“Veámonos.”
Sí, tan directo como siempre.
Vi que había recuperado la cobertura y respondí rápidamente.
“No.”
Esto lo iba a dejar desquiciado, pobre de su nueva secretaria.
Escuché el sonido de un coche y corrí hacia la ventana, ya eran las cinco de la tarde.
No podría decir que reconocía ese coche, pero aquí solo vendría mi tío o alguien cercano a mi padre.
De aquella Mitsubishi Montero llena de barro y polvo bajó ella, Julieta.
Hace muchísimo que no la veía y tampoco fue al funeral porque estaba con Elián.
Mi prima.
Se acercó con un poco de timidez cuando yo abrí la puerta, pero yo corrí para abrazarla.
—¡Julieta! Qué agradable es ver un rostro conocido.
—Camila, hace tanto que no te veía, ¿cómo estás? Que enorme estás, era una mujer adulta.
—Hace mucho que lo soy, sigues igual de hermosa que siempre, Julie.
—Y tú te has puesto aún más hermosa.—el claxon de su coche sonó, miré hacia allá, observando que había alguien más dentro.—Traje a Elián. Necesita estar en su hogar, lo extraña mucho y a todos sus animales, necesita retomar su rutina, Camila.
—Sí, lo estuve esperando. ¿Le hablaste de mí?—además de mi padre, la única persona que toda su vida se llevó bien con él, ha sido Julieta, para ella él era alguien normal, porque con ella él se comportaba como alguien normal, yo nunca pude tener un buen acercamiento con mi hermano y solo lograba ponerse agresivo conmigo, la idea de tener una hermana nunca le agradó.
—Sí, te recuerda perfectamente. Tu padre siempre le hablaba de ti, puedo decir que todos los días, pero…eres una intrusa en su casa, Camila. Para él no eres bienvenida.
—Julieta, pero si me voy hacer cargo de él, tenemos que convivir juntos, no hay otra manera.
—No quiero ser quien diga esto, pero cerca del establo hay un pequeño cobertizo, está habilitado como una pequeña casa, ¿lo viste?
—Sí, cosa que me pareció extraña, ¿por qué? Hay cama, un baño improvisado. ¿A qué se debe?
—De vez en cuando tu padre y Elián tenían discusiones, Elián es muy territorial y no podían estar en el mismo espacio.
—¿Insinúas que…?
—Sí, deberías de acomodarte allí, es importante para él saber cuál es su lugar y que otro no lo invada, Camila.
Y sí, podrán decirme infantil, poco razonable y a lo mejor inconsciente, pero me molestaba el hecho de que siempre se tenía que ceder ante Elián.
Quería que saliera de la casa.
Yo tenía que salir de la casa.
Y así iba a ser todo este proceso, en el que mi paciencia no era mi mayor aliada.
—Está bien, pero ¿crees que esto será permanente?
—Hasta que ustedes lleguen a un acuerdo.
—¡Vaya mierda!
—Lo siento. Ya sabes como es con Elián.
—¡Carajo!—me quedé observando hacia el vehículo, allí estaba él, como si no le importara que yo estuviera aquí, ni se dignaba en bajar, yo solo era la intrusa que estaba en su casa.—Supongo que tengo que recoger todo lo mío antes de que él entre a casa.
—Sí, o se pondrá un poco…ya sabes.
—Bien. Tardaré unos minutos.
—¿Quieres que te ayude?
—No te preocupes, no es tanto. Solo mi ropa.—corrí hacia el interior de la casa y entré a la habitación, sacando toda la ropa del armario con todo y perchas, vacié los cajones, tomé mis zapatos, fui al baño y busqué todo lo mío.
No podía creer que estaba haciendo esto.
Dejé todo en el maldito pequeño cobertizo y luego regresé a la entrada de la casa.
—Elián, ella es tu hermana Camila, tu hermana menor, ¿la recuerdas?—él sonrió solo un poco y frente a mí estaba alguien enorme, con brazos anchos, muy alto, aquella barba de varios días y sus lindos ojos verdes.
Era mi hermano.
Se me salieron unas lágrima al verlo, papá lo había cuidado muy bien, era muy guapo, las fotos no le hacían juicio. Llevaba unos vaqueros gastados, junto con esas botas toda sucias, llevaba una chamarra jean y aquel collar que era de mamá, nunca se lo quitaba.
—Camila. Eres adulta. Papá hablaba de ti como si fueras una niña.—me dijo mi hermanote.
—Lo mismo digo. Eres adulto, Elián. ¿Está mal si quiero darte un abrazo?
—Está muy mal. Pero hay alguien que seguro te querrá abrazar.—regresó al coche y con él trajo a una niña de unos cinco años.—Ella es Johanna. Es la hija de Julie.—miré a Julie con la boca abierta, no sabía que se había casado, no sabía que tenía hijos. Y si me lo dijeron, no lo recordaba. La niña tenía una larga y hermosa cabellera negra, igual que la de Julie, su sonrisa era muy linda y esos ojos verdes eran muy brillantes.
—Hola, Johanna. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias.
—Tenemos que irnos, Elián.—Julie tomó la mano de la niña y caminaron hacia el coche.—Espero que te comportes con Camila, ella no está en tu casa, está en el cobertizo, ¿sabes la diferencia?
—Ahora el cobertizo es de ella.
—Pero ella espera que en algún momento la invites a tu casa, ¿no querrías tener compañía?
—No.
—¿Aún si llueve y hay truenos?
—No lloverá en meses.
—Elián…¿qué hablamos?
—Seré amable.—dijo como un niño, a pesar de su enorme tamaño.—La invitaré esta noche a cenar.
—Muy bien.
Cuando Julie se marchó, el silencio reinó entre los dos.
Él entró a casa y cerró la puerta, dejándome fuera, tuve que rodear todo el lugar para poder acceder a la parte de atrás y llegar al cobertizo.
Minutos más tardes veía como Elián iba de un lado a otro, haciendo las cosas que se tenían que hacer en un lugar como este y de las que yo no tenía idea. Ordené mis cosas en el pequeño espacio.
Estaba tiraba en la pequeña e incómoda cama cuando escuché el sonido de una llamada entrante.
¡Aquí tenía cobertura!
No tenía el número registrado pero esta terminación se me hacía sospechosa y ligeramente conocida.
—Veámonos.—aquella voz tan gutural la reconocía al momento, era Diego Alba, seguro no muy contento con la respuesta que di a su correo.
—Hola y no.—respondí ante su exigencia.
—Camila González.
—Sí, señor Alba. Oh, espera…¡ya no eres mi jefe! ¡Me despediste!
—¡Y tú me abandonaste en esa cama de hotel!—Ah…con que de eso se trataba.
Estaba dolido.
—¿Qué querías? ¿Que te arropara y te diera las buenas noches?—guardó silencio, primera vez que escuchaba a mi jefe sin nada que responder. Tal vez yo estaba siendo muy dura, pero ese maldito me despidió. ¡¿Qué quería?!
—Supe que tu compromiso se canceló.—dijo con calma.
—¿Y llamó para otro encuentro? ¿O es que ahora sí me cree lo que le dije ese día?
—Lo siento.—¿una disculpa o qué?
—¿Qué parte? ¿Todo el tiempo en el que trabajé para usted o ese momento en el que me despidió?
—Siento lo de tu compromiso, Camila.
—Nunca te agradó Tommy.—no podía ser hipócrita, seguro que se alegraba.
—Y ya ves lo que pasó, ¿estás bien?
—¿Qué quieres, Diego?—no estaba como para su lástima, no de él.
—Vaya…ahora recuerdo la manera tan sensual en la que dices mi nombre.—sobre mí llovieron aquellos malditos recuerdos en los que estaba debajo de Diego y yo decía su nombre. Mordí mis labios porque aquel había sido un muy buen encuentro.—Solo quería que nos viéramos otra vez, ¿dónde estás?
—Lejos, muy lejos.—dije secamente.
—Solo dime, iré.—me quedé en silencio.
¿Sería capaz de venir aquí?
¿Por qué?
¿Por qué ahora quería verme? A lo mejor solo estaba molesto porque lo dejé en aquella habitación luego de tener un magnífico revolcón, creo que le había gustado tanto como a mí.
Pero yo no quería verlo. Quizás si le daba el nombre del lugar, él desistiría de venir.
—Ahora mismo estoy viviendo en el patio de un rancho, dentro de un diminuto cobertizo, con un baño improvisado, una señal que llega cuando quiere y…un hermano que no me da la bienvenida a su casa.
—¿Cuántas horas tardas en llegar desde la ciudad, Camila?
¡Maldito Alba! ¡¿Quería seguir adelante con esto?! Y él no estaba en la ciudad, tenía que salir de ella justo esta semana, aún me sabía toda su agenda del mes, solo que…no sabía dónde estaba.
—Muchas.
—¿Llegaría hoy?
—Eso creo.
—Mándame tu ubicación, quizás en ese cobertizo podríamos caber los dos, ¿no te parece?
En este momento yo estaba sonriendo como una tonta, pero colgué la llamada y envié la dirección a Diego.
¿Llegaría?
¿Qué tanto interés tenía en volver a verme?