Siento mis mejillas calentarse al verlo sentado frente a mí. Mi hermano coloca la mesa sin permitirnos movernos de aquí para ayudarlo, todo empieza a tomar su sitio y luego Elián se sienta. Ciertamente sí había dividido mi plato en dos para darle a Diego. —Muchas gracias, Elián.—le agradece, pero sus ojos siguen clavados en mí, no sé qué buscan, no sé qué quieren, pero me mira de una manera muy extraña. Yo también quería verlo, había pensado en él algunos días de esta semana, pero no pensé que Diego Alba vendría hasta aquí, no pensé que él estaría ahora en esta casa, en medio de la noche, cenando de manera tan modesta junto a mi hermano y yo. Era Diego Alba. El maldito señor Alba, ¿qué carajos hacía aquí? ¿Sólo para verme? —¿Cuándo es la boda?—pregunta Elián. A veces me deja con la