20. Amargado

1774 Words
Continuación… ÁNGELA Sigo en la cama recostada como él me tenía, intento controlar mi temor y mis pensamientos para no provocar la irá de Nico, pero es muy difícil cuando se acerca a mí en plan de romance. — ¿Nico? ¿Qué me has hecho? — quiero saber si se atrevió a tocarme mientras estaba inconsciente — Tranquilita, mi amor, ya estás a salvo conmigo — intenta besarme — ¿Dónde estoy? — insistió en preguntar — ¿No la reconoces? Estamos en nuestra casa, de donde nunca debiste marcharte — él comienza a tocar una de mis piernas — Nico, ésto no está bien, estás loco — No digas estupideces, Ángela, yo estoy más cuerdo que nunca y será mejor que te tranquilices si no quieres pagar las consecuencias — Haré lo que me pidas, pero no me hagas daño, por favor FLASHBACK Nicolás me amenaza con destruirme y perseguirme por el resto de mi vida si lo dejo. — Siempre serás mía, Ángela, ¡Siempre! Tú nunca podrás ser feliz con ningún otro hombre, te lo juro, porque yo me encargaré de destruirte cada día, te voy a perseguir y yo mismo haré que ningún hombre quiera estar contigo — No me importa cuánto me amenaces, yo ya no puedo estar contigo, ¿Qué no lo entiendes? — No, mi amor, la que no entiende eres tú, pero si así lo quieres… FINAL DEL FLASHBACK Recordar eso me hace sentir de nuevo el temor de tenerlo cerca de mí, pues cumplió su palabra. — …¡Te hice una pregunta, Ángela! — Nico, por favor, no me pegues — suplico — Está bien, cariño, te voy a perdonar por esta vez porque comprendo que estás muy confundida todavía, pero ten cuidado de no terminar con mi paciencia Ángela, porque ya me conoces — Me portaré bien, lo prometo. — Te preguntaba si quieres acompañarme a cenar, cariño — Sí, desde luego, muero de hambre — Te daré unos minutos para que te arregles, te espero tras la puerta, si intentas algo me daré cuenta. — No intentaré nada, puedes estar tranquilo. Claro que intentaré escapar, maldito enfermo. Enseguida reviso las ventanas para ver si me puedo escapar por alguna de ellas, pero no, todas tienen rejas de metal, es imposible que mi cuerpo quepa en esos pequeños espacios. Veo que mis cosas están aquí, tal y como más dejé, ¿Todavía me quedará mi ropa? Espero no haber subido mucho de peso durante todo esté tiempo, querido abrigo de piel, ¡Cómo te extrañé! Lástima que no me das la felicidad. No tengo de otra más que obedecer al enfermo mental de Nicolás. Así que me doy un baño rápido y me preparo. Al salir de la habitación, Nico está allí junto a la puerta como dijo. — Te pusiste preciosa para mí, mi amor, — sigue creyendo eso, idiota — me alegra porque te tengo una sorpresa, te encantará. Nada de lo que hagas podrá hacerme cambiar la opinión que tengo de tí y te juro que me escaparé en cualquier momento, no me importa lo que tenga que hacer. LEÓN La noche se me fue pensando en Luciana y todo lo que ha revolucionado mi vida con su presencia, no debió ser fácil marcharse de mi casa para volver a la casa de su ex, tanto tiempo pensando que aún lo amaba y nada que es todo lo contrario, debe odiarlo por todo lo que le hizo, pero sobretodo por lo que le arrebató, ella luchando por recuperar a sus hijos y yo evadiendo mi responsabilidad. — Haré lo que me toque para que estés orgullosa de mí, Luciana. — ¿Hablando sólo? — me cuestiona Rafael — ¿Qué no puedo? — Uy, perdón, no era mi intención molestarle, su majestad — Mejor cállate — ¿Ya almorzaste? — Claro que no, no me pasa nada — Tremenda resaca que nos pegó, ¿Eh? Pero yo tengo la solución a tus problemas… Rafa me obliga a salir con él a almorzar, una marisquería es el lugar ideal para ésto, en cuanto pedimos al mesero los alimentos, Rafa ve anal distancia a una persona que… — ¿Esa no es Abigail? — No, no es — Viene para acá, claro que sí. — Ella llega hasta nosotros — Abigail, pero qué gusto verte, estás preciosa, el embarazo te sienta bien — Todavía ni se le nota la panza, ¿Qué le pasa a este fanfarrón? — Hola, Rafa, también es un gusto volver a verte, lástima que León no opine lo mismo — No, no le hagas caso, está de mal humor por culpa de la resaca — ¿Por qué carajos tenía que decir eso? ¿Qué clase de amigo es? — Bueno, es mejor que regrese a mi mesa, no quiero incomodarte más — me dice — Espera, por favor, quédate un momento para hablar — Sí, por favor, acompáñalo un momento mientras voy al baño, me temo que se devore mi almuerzo, por favor, no lo permitas — Ve sin cuidado — le dice — ¿Pasaste mala noche? — me pregunta — Un poco — respondo — Qué mal por tí — Te pedí que te quedarás para hablar de nuestro hijo, lo estuve pensando y sí quiero hacerme cargo — Te agradezco que lo pensaras y sobretodo que tomarás una decisión — No ha sido fácil, pero entiendo que el bebé no tiene la culpa — En un par de días es la cita con el ginecólogo, puedes acompañarme si quieres — ¿De verdad crees que debería? — Sí, claro, si quieres, por supuesto — Sabes que en el hospital podemos llevar el control del embarazo, pero si es tu ginecólogo de confianza lo entiendo — En realidad te agradezco que lo digas porque, bueno, no me ha ido bien últimamente, ha sido difícil pagar todos los gastos y… — Por eso ni te preocupes, yo me haré cargo de todo, tú estarás bien y no tendrás que trabajar, sólo disfruta del embarazo si es que se puede — No es tan malo como crees, bueno, en realidad ni siquiera he tenido achaques, sólo estoy esperando un bebé, no estoy enferma — Lo de, perdón, qué pésimo doctor debo parecerte — Lo entiendo más de lo que crees, vives para salvar vidas y de pronto esperas una — Sí, es muy raro — Entonces te veré el lunes para la cita con el ginecólogo y de allí puedes llevarme al hospital a los controles que se deban tener — Bien, pero no es necesario que te vayas, supongo que debes tener hambre, puedes acompañarnos — Es que no vine sola, mi hermana me acompaña y unos amigos y no quiero ser maleducada con ellos — Entiendo, te veo el lunes, te llamaré para pasar por tí — Hasta luego, despídeme de Rafa Ella se fue y bueno, ahora tengo más responsabilidades, qué genial. — ¿Y luego? — regresa Rafa — ¿Y luego qué? — ¿No me vas a contar de qué hablaron? — De nuestro hijo, ¿De qué más? — Pues eso es obvio — ¿Entonces para qué preguntas? — Para saber el chisme completo — Pero qué chismoso eres — No, no soy chismoso, sólo me gusta estar informado cómo tú mejor y único amigo que soy, tengo ese derecho — ¿Derecho? Ahora resulta que tienes derechos, ni que fueras mi esposa — Soy lo más parecido a una esposa, vivimos juntos, cooperamos con los gastos 50 y 50, mantenemos en orden nuestra vivienda, incluso cocino para tí y tú para mí, te cuido y me cuidas… — Sólo te falta decir que también cogemos — Sí, — la gente nos mira — pero cada quien en su habitación y con mujeres — ¡Qué vergüenza salir contigo! — Oye, ¿Crees que es muy lindo salir con alguien con cara de cu… de pocos amigos? — Yo ni siquiera quería venir — Pro ya estamos aquí, al menos sé educado — Sus platillos, señores — interviene el mesero — Gracias — Ya come, a ver si así se te quita el mal genio — me dice — Come tú, tú eres el que se estaba muriendo de hambre. Comenzamos a comer en silencio, pero esa bendición no puede durar demasiado tiempo en compañía de Rafa. — Al igual que tú estoy preocupado por las Diablillas, pero no ganó con estar de amargado — Sólo sigue comiendo — Pienso que a Ángela no le gustaría verme así — de pronto deja de comer — Y tienes razón, a ella le gustaría que terminarás de comer todo eso, así que date prisa que debo ir a la radio — ¿Irás? Pensé que… — De alguna manera, Luciana tiene que saber que la estaré esperando — ¿De verdad crees que te escuchará? — Espero que sí — Bien… Él vuelve a comer y en el camino a la radio me da una lista de canciones que quiere que ponga para Ángela. — A ella le encanta esta canción, sé que sabrá que es de mi parte. No quiero angustiarlo más, pero dudo mucho que el tal Nicolás la dejé escuchar la radio, es un rapto, no un viaje de vacaciones. — Haré lo que pueda, sabes que mucha gente espera que ponga sus canciones, no puedo sólo poner las tuyas, ¿De acuerdo? — Sí, aunque sé lo que piensas, que no sabemos cómo la esté tratando el tal Nicolás — ¿Por qué no aprovechas para ir a ver a Juan Carlos, debemos agradecerles por llevarnos a casa — Y por salvar nuestros autos, aunque el mío estará en el taller por no sé cuánto tiempo, sí iré a verlo, ahorita vuelvo por ti — Sé puntual, ya sabes que odio esperar — Si no llego a tiempo, te subes al transporte público. Sabe que odio el transporte público por muchas razones. ÁNGELA Nicolás y yo nos sentamos a almorzar, el personal nos atiende de maravilla y de pronto él tiene una llamada importante, debe tratarse de Sergio, se han mucho muy amigos y hasta cómplices, de eso estoy segura, espero que Lu esté bien. Ya es hora del programa de León, cómo quisiera poder escucharlo, ¿Será que puedo? Aprovecho que Nico ha salido del comedor para hablar en privado en su despacho, camino hacia la cocina fingiendo que quiero un poco de agua, yo sé que la servidumbre siempre tiene algo para escuchar música por aquí y aquí estás, enciendo la radio y…
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