« ¡¿Qué hago?! ¿Qué estoy haciendo?» Pensó abrumada. Se detuvo justo frente a la puerta del club elegante y tocó el picaporte, estaba cálido, respiro tres veces profundamente. Se volvió hacia la entrada y camino sobre la alfombra dorada, su vestido plateado resplandecía bajo la luz tenue de los candelabros que colgaban sobre el techo, no había poder sobre la tierra que pudiera hacerla decaer. —Dayana—Calmada. La hermosa chica se presentó frente a ella con lencería puesta. —Si mi señora—Reverencio con delicadeza. —Sabes ni siquiera me rendí ante Adán cuando Dios me lo exigió como para rendirme ante Lucifer—Increpo llena de cólera. —Así que lo que haremos es simple. Tú y Mística irán por mí a confirmar mis sospechas—Ordeno severa con una ligera sonrisa plasmada en su impecable rostro.