La espero tranquilamente sentado como un padre responsable, seguía visualizando su tableta con mucha atención e indiferencia en el rostro, en la misma sala en la que esperaba se encontraban cinco mujeres caucásicas, dos de ella eran rellenas y otras dos flacas, solo una de ellas era una abuela.
Llanus miró de reojo y con desinterés a las mismas, detuvo brevemente su lectura y peino su cabello, las mismas miradas que se sostenían sobre el aire y se plantaban en su rostro no se detenían.
Solo esperaba pacientemente que su querida Aniel saliera de su clase de ballet, para poder retirarse y enviarla a casa, mira su reloj en la muñeca una de sus manecillas marcaba las 8.
Bufo, por tener que cumplir las responsabilidades de Lucifer.
Podía oír a las mujeres suspirar cada vez que gesticulaba alguna expresión.
—¿Joven usted es el padre de cuál niña? —Pregunta la abuela, su cabello era de color blanquecino y su mirada no parecía estar interesada en el físico de Llanus, demarcaba vejez y hasta cierto punto sabiduría.
Llanus se acomodó en la incómoda silla metálica, arreglo el saco de su traje y miró amablemente a la dama. No parecía ser adinerada y mucho menos tenía una vestimenta que mostrara ese hecho, solo poseía un hermoso conjunto beige, una falda y un chaleco.
—Soy el hermano mayor de Aniel Grenoble, la niña rubia de la derecha—Pronuncia con firmeza.
Estaba muy orgulloso de Aniel, después de todo ella fue quien en un principio invento el ballet en el mundo humano.
Las mujeres suspiraron al escuchar la voz varonil que acompañaba tal gracia y existencia.
La señora sonríe tiernamente y asiente con sutileza.
Aniel era todo lo opuesto a Llanus y a Lucifer, ella era bondad, dulzura y amor. Parecía que todas esas expresiones habían tomado forma física y se habían plasmado en el cuerpo de una niña rubia con ojos color ámbar de 9 años, ella poseía el conocimiento del mundo en su mente y aun así era tan bondadosa.
La misma Aniel eligió una escuela de ballet alejada de Mónaco, una en Francia a un precio accesible y no muy conocida, solo porque le gustaba encargar, no le agradaban las escuelas reconocidas con niñas engreídas y narcisistas. Prefería la humildad y tranquilidad, aun cuando ella fue quien inventó el ballet.
Llanus sonrió levemente al observar a su hermana realizar un baile sola, tal vez le apasionaba poder bailar sola en el escenario.
«Expresa tanta pureza» Piensa Llanus.
La música termina de sonar y tras el cristal Aniel se detiene para saludar a su hermano a través del mismo cristal.
Llanus estira su mano izquierda.
Su clase ya había terminado, todos se despiden de Aniel y apenas sale del estudio sujeta a Llanus de la mano.
—Siento que hoy lo hice mejor que ayer—Admite la niña con entusiasmo.
—Las otras niñas han aprendido mucho de ti Aniel—Elogia su logro.
—Son muy amables y diferentes a las de la otra academia hermano—Señala, mientras se coloca los zapatos.
Llanus asiente.
Sobre el banco en el pasillo, ella duda de preguntar.
— ¿Lucifer aún no vuelve a casa?—Pregunta llena de incertidumbre.
Llanus frunce el ceño y se acomoda la corbata, sus lentes reflejan brevemente la luz de las bombillas en el pasillo con piso de color turquesa, mientras analiza que decirle a su joven hermana.
—Aun no llega—Opta por responder con la verdad.
Aniel suspira, el tutú que traía puesto era de un hermoso color rosa claro, mientras el traje ajustado era de un rosa un poco más oscuro, guardo los zapatos que acababa de quitarse para así poder empezar a dirigirse a la salida.
Soltó su largo cabello y dejó de usar así el peinado de cebolla obligatorio, cada vez que se dirigía a la salidas recibía un elogio de todas las madres, las niñas y sus instructoras.
Pero solo deseaba poder recibir un elogio, y ese era el de Lucifer.
Sonríe a todos hasta poder salir y enseguida entra en el auto con Llanus, normalmente siempre tenían un chófer demonio para los Mercedes Benz, pero ese día conducía Mefisto.
—Lucifer aún no se ha reportado estimado Llanus—Susurra al oído de Llanus quién entra al auto, detrás de Aniel.
—Es de esperarse, solo le gusta causar problemas—Gruñe, al acomodarse en el asiento.
Aniel abraza el oso de peluche que Llanus le dejaba en el auto, cada vez que la va a buscar o a llevar a algún lugar.
— ¿A dónde mi señor?—Pregunta Mefisto al acomodarse su sombrero.
—A la mansión...llevaremos a Aniel—Insta.
Al verla de reojo, puede percibir cierta nostalgia e inconformidad en su mirada, ella admiraba a Lucifer y Llanus se preguntaba constantemente el ¿por qué?
Pero en algún punto dejó de valer la pena. Cierra los ojos y los abre de golpe al escuchar su teléfono sonar en el bolsillo de su chaleco.
Un número desconocido entra en la bandeja de llamadas.
Duda si contestar.
—Hola, Grenoble al habla—Anuncia con severidad.
Aniel lo observa esperanzada.
—Si estaré allá en una hora—Responde.
+++
Aniel baja del auto, Llanus abre las puertas y ambos terminan encontrando a Lucifer detrás de la misma, rompiendo botellas en el vestíbulo.
—Parece un niño—Anuncia Aniel al observarlo, llena de asombro.
Llanus se horroriza al mirarlo.
Realmente se había convertido en un niño.
— ¡Qué mierda te paso!—Grita.
Mefisto tras ambos encuentra la respuesta más rápida a su pregunta llena de alarma.
—Los demonios sexuales absorbieron mucha energía vital de él, no quedó inconsciente pero volvió a su versión más pura para poder lidiar con el agotamiento espiritual—Explica lleno de asombro.
Aniel se echa a reír en cuanto Lucifer se levanta, ambos eran del mismo tamaño.
—Ahora tú y yo somos iguales—Sonríe al posar sus manos en sus hombros.
Llanus se acerca a Lucifer quien poseía el aspecto de un niño de 9 años, con el cabello enmarañado, las ropas más grandes que él y la cara llena de sustancias pegajosas.
— ¡Por Dios ve a bañarte!—Le ordena Llanus al hacer flotar los fragmentos de la botella— ¡Aniel no lo toques!—Increpa lleno de asco.
Lucifer empieza a reír.
—Hola, Aniel—Susurra al irse corriendo hasta el baño.
Afortunadamente para Llanus solo había roto una botella y las demás áreas de la casa se encontraban intactas, respira aliviado. Mientras tanto Aniel se dirige hacia su habitación para guardar su bolso y poder cambiarse, debido a que pronto llegaría su profesora de piano.
Una vez solos, Llanus y Mefisto se dirigen a la cocina.
— ¿Cuánto tiempo estará así?—Pregunta Llanus lleno de preocupación.
Mefisto se lleva su mano, hasta su mentón pensativo.
—Es difícil saberlo...es la primera vez que observo un caso así, frente a frente—Afirma—Pero el príncipe Asmodeo siempre realiza esa clase de rituales, solo dura un día en recuperarse—Estira su mano y muestra su dedo índice.
—Con que un día...—Sisea.
— ¿Un día que?—Pregunta Lucifer.
Quién había vuelto a la normalidad. Llanus se petrifica.
Llevaba en los hombros una toalla y se cubría las caderas con otra, en su mirada reinaba la frialdad e indiferencia.
—Recibí una llamada de una tal Emma Lorient—Anuncia Llanus—Es la abogada del caso de la víctima en el casino...al parecer soy testigo, me harán un interrogatorio hoy —Concluye.
Ambos se miran con desdén.
—Y yo seré observador—Sonríe pícaro.
Ese mismo día presentaban las primeras evidencias del caso. Sinceramente, Lucifer no se encontraba en condiciones de salir. Mefisto realiza una reverencia.
—Mi señor aún es muy pronto para que pueda salir, los efectos de la absorción lo han debilitado—Anuncia al estirar sus brazos.
Lucifer camina hacia la nevera para poder abrirla. Saca de ella manzanas y empieza a comer, recostando su cadera del mesón del fregadero.
—Dime algo Mefisto—Empieza hablar— ¿Acaso dudas de mis poderes como príncipe infernal y mis encantos?—Alega lleno de incertidumbre, su tono era singular y un tanto preocupante.
Parecía que algo lo había irritado.
Llanus recordó claramente su rostro la noche anterior, estaba seguro de que esa actitud no era típica de su hermano.
Llanus respiro profundo.
—Para nada mi señor, opino que es el ser más encantador y el príncipe infernal más grandioso de este mundo lleno de mortales—Lo elogia con entusiasmo.
—Lámele los pies también—Vira los ojos Llanus, al soltar un bufido con hastío.
Lucifer mira a Llanus y lo señala con su dedo índice.
—No es una mala idea—Asegura con malicia.
Mefisto tose.
Lucifer se echa a reír y finalmente Llanus sale de la cocina, para poder dirigirse a su cita.
Lucifer debía dirigirse al infierno para tener una junta con los demás príncipes, por ello no fue tras de su hermano y no molesto a la pequeña Aniel después de darse un baño. Mefisto le había anticipado de ese echo horas antes por medio de un mensaje. Al parecer Satán estaba en desacuerdo con sus desenfrenadas acciones en la tierra y con su abandono del inframundo.
Lucifer gruñe.
—Mi señor, hay que irnos—Musita.
—Lo sé, déjame vestirme—Espeta—Detesto ese asqueroso lugar—Anuncia.
Lucifer no era muy bueno abriendo portales, de todas sus virtudes la única que nunca logro desarrollar bien era un portal celestial y debido a que la mayor parte del tiempo, pensaba en todo menos en la manifestación adecuada del lugar al que deseaba ir. Todo debido a que no deseaba ir a ningún lado.
Desde que se realizó su expulsión del cielo y todos los ángeles caídos se acobijaron bajo sus alas. Y su padre no había interferido de ninguna manera en su vida.
Pero, Lilita Saints era otra historia.
+++
El calor infernal hacia sudar su frío cuerpo, después de todo estaba adaptado a ese lugar tanto como lo era demoníacamente posible.
Coloco las manos sobre la mesa y miró con indiferencia a todos los príncipes que lo acompañaban.
Todos con apariencias grotescas y demoniacas, un cierto encanto que cubría sus cuerpos y era la demostración de su poder sobrenatural en el exterior de sí. Después de todo en el infierno podían revelarse como realmente eran.
A su derecha Asmodeo el pecado de la lujuria y Belcebú el señor de las moscas pecado de la gula, dos de los príncipes más poderosos detrás de él, mientras, Belfegor el señor del fuego pecado de la pereza, se encontraba sentado a su derecha con ojos adormilados.
Y frente a él en la mesa Satán el pecado de la ira, el mismo príncipe que tuvo el descaro de convocarlo al infierno.
Podía escuchar los lamentos de las almas perdidas y las risas de los demonios, sus súbditos, quién es desconocían completa y totalmente su llegada al infierno.
—Mi señor Lucifer es un gusto tenerlo en casa nuevamente—Anuncia Belfegor con entusiasmo.
Lucifer asiente y se cruza de brazos, su intención no era ser intimidante, solo deseaba escuchar sus quejas y desacuerdos.
—Solo vine de paso, luego de escuchar sus quejas y desacuerdos me iré—Alega son frialdad. — Por cierto… ¿Dónde se encuentra Mammón?—Mira a su alrededor, percatándose de que el pecado de la avaricia brillaba por su ausencia.
— ¡Lucifer no has vuelto al infierno en un siglo!—Vocifera Satán ignorando su pregunta curiosa— ¿En qué estás pensando?—Pregunta lleno de ira.
Belcebú y Asmodeo se mira mutuamente al escuchar las quejas de Satán.
—Solo pienso en mí—Responde con una sonrisa pícara, haciendo justicia a su pecado de la soberbia en esa instancia con su declaración.
Satán traga saliva, peina su cabellera negra hacia atrás y agita su cola.
Belfegor suspira y empieza a caminar en la habitación rocosa, para ponerse frente a una pared en la cual se reflejaban imágenes.
—Estimado señor Lucifer, la razón por la cual lo convocamos al infierno... Es porque últimamente los arcángeles han estado interfiriendo en nuestros negocios terrenales, recuerde que causar caos alimenta a nuestros súbditos y hay demasiada tranquilidad en el mundo, lo que significa una clara caída y escasez de alimentos—Explica lleno de alarma—Los demonios empiezan a preocuparse y esperan que pueda solucionar esa situación—Suplica al arrodillarse ante él.
Lucifer frunce los labios y coloca sus codos sobre la mesa, entrelaza sus manos para sonreír un poco.
—Las almas de los mortales traen emociones tan negativas, recuerdos profundos y dolorosos, junto con pecados incrustados fuertemente en ellas, ningún alma después de estar en la tierra se va limpia—Explica, estira una mano hacia la izquierda donde se encuentra Mefisto quien le provee de una masa blanquecina y brillante que guardaba en el bolsillo de su traje—Esta es un alma pura, Mefisto se alimentó de ella durante un mes y antes de encontrarse de este color blanquecino, era como tocar alquitrán y poseía con color negruzco—Suspira—Lo que intento decir, es que tenemos alimento de sobra, todas las almas que van al limbo serán nuestras presas ahora—Anuncia.
Los príncipes abren bien los ojos.
—Tenemos restricciones en el limbo, es una zona custodiada por Virtudes—Explica Asmodeo deslumbrando con su cabellera rosada, al acomodarse en su silla.
Lucifer sonríe.
—Llanus tiene acceso ilimitado al Limbo—Anuncia—Las almas que se encuentran en ese oscuro lugar, son almas perdidas que decidieron no ser parte ni del cielo ni del infierno, si comemos lo que ellas poseen en su interior, puede que seamos más fuertes—Realiza una hipótesis.
Mefisto aplaude.
—Opino señor que es la mejor idea que ha tenido en siglos—Elogia—Desde mi punto de vista cambiar la dieta es necesaria, para los nuevos enfrentamientos que se aproximan, debemos protegernos—Reitera.
Satán revela una mirada, en la que hace notar su insatisfacción.
—Hablamos de crear caos en la tierra, no de hacerlo en el mundo espiritual—Gruñe.
Lucifer se levanta de su trono.
—Satán los humanos ya crean suficiente caos por si solos, su vida cotidiana está llena de desgracias, el simple acto de existir los llena de energía negativa—Camina lentamente hacia Satán—Como no has salido de aquí en siglos, no te has percatado de ello y mis planes son demasiado complejos para que tú los entiendas—Sujeta su cuello—Siento que estás inconforme con mis acciones—Deduce.
Belcebú empieza a comer, mientras observa una versión muy diferente de Lucifer. Todos los príncipes observan con emoción.
—Lu...ci—Pronuncia entre arcadas.
Lucifer podía absorber las energías demoníacas, así debilitaba a sus enemigos y de esa manera podía derrotarlos sin problema alguno.
Paso tanto tiempo en la tierra que olvidó; el cómo era su forma demoníaca.
De su frente se asomaron cuernos y dos ojos se volvieron amarillos.
Su voz resonaba en todo el lugar con predominio, a tal punto que todo se quedó en completo silencio una vez él se detuvo. Soltó a Satán y se dirigió hacia Mefisto.
—Mefisto les dará todas las indicaciones sobre el plan—Anuncia.
Asmodeo arquea una ceja y sonríe levemente. Mientras belcebú continúa comiendo. A pasar de ser los dos más fuertes detrás del príncipe infernal, estaban siempre de acuerdo con sus decisiones y era por el simple hecho de que les permitía hacer lo que deseaban en la tierra, sin límites.
No, había razones para desafiar a su príncipe. Y él sabía que los caprichos de Satán solo eran el deseo de que su estimado príncipe volviera al inframundo.
+++
— ¿Se encuentra bien?—Pregunta Mefisto al mirar como Lucifer se dirige hacia el diván para solo sentarse.
El levanta la mirada con algo de recelo.
—Satán se está volviendo un problema y al menos que vuelva al infierno, no dejara de hacer alguna estupidez en mi ausencia—Frunce los labios.
Mefisto se echa a reír.
— ¿Mi señor Llanus desea cooperar para el plan? —Pregunta lleno de curiosidad.
Lucifer peina su cabello hacia atrás.
—No… ni siquiera tiene idea de lo que deseo hacer—Revela. —Siendo sincero, solo formule una idea sin saber que realmente sería efectiva—Explica.
—Entiendo…eso lo mantendrá alejado un tiempo de sus responsabilidades en el infierno—Dice aliviado, mientras escucha la melodía de Aniel en el piano.
Sabía que Llanus se negaría muchas veces, después de todo seguía siendo un siervo de Dios y conservaba sus poderes divinos, junto con su pureza intacta. La única razón por la que su hermano Llanus se encontraba junto a él fue por un accidente en el limbo, uno del cual nunca hablaban ni hablarían.
—Mefisto…debemos estar alerta—Advierte.
—Si mi señor—Ofrece una reverencia, para así por fin poder retirarse.
Una vez más devuelta en la mansión, espera a estar a solas en la oficina para poder salir y caminar hasta la biblioteca. En ese momento solo deseaba escuchar las hermosas melodías que creaba su hermana en el piano, toda una erudita con oído musical y la increíble habilidad de bailar, estar a su lado era como recibir una cascada de luz cálida y refrescante en el alma.
Su cabello dorado se agita con cuidado, mientras sus manos se mueven enérgicas sobre las teclas del piano y una enorme sonrisa plasmada en su rostro, demuestran su alegría y entusiasmo.
Esa era la imagen que deseaba ver todos los días, la hermosa sonrisa en su rostro.