CAPÍTULO NUEVE El rey Godwin se estiró al llegar al salón principal, cambiando el peso del ciervo que cargaba. La luz del mediodía lo encandiló mientras entraba dando zancos porque la cacería y el banquete que la precedió habían tenido suficiente de beber. Arrojó a la criatura sobre una mesa y escuchó cómo rechinaba la madera. Del otro lado del salón, su esposa levantó la vista del trabajo que realizaba junto a Lenore y sus criadas, preparando sus vestidos para las próximas celebraciones. —¡Allí estás, Aethe, mi amor! —gritó él—. Te dije que compensaría los gastos del banquete de ayer. ¡Cazamos a este, y también jabalíes y faisanes! —¿Y de qué sirve allí, sobre las mesas del salón, haciendo un desastre? —preguntó Aethe con un paciente suspiro. Le hizo gestos a un par de criados, que